Dumbo y el inframundo de Tim Burton
En algunas ocasiones, cuando visiono una de las películas de Tim Burton, entiendo que la realidad con la que mira su entorno, difiere del mundo de los vivos y en esa oscuridad se siente en casa y hace que el espectador encuentre cobijo en las fauces de la muerte.
Hay quienes entienden a este autor solo en un ambiente crepusculario tendente al prototipo de “uso exclusivo para el día de los difuntos”, pero la realidad es otra muy distinta y aunque me guste disfrutar de Pesadilla antes de Navidad, allá por noviembre, también me deleito durante el resto del año con cualquiera de sus creaciones.
Y es que Jack Skellington (su personaje fetiche) es fruto de las dotes artísticas que le hicieron merecedor de un diploma de animación, llave de entrada en los estudios de Walt Disney. Aunque este idilio duraría poco, ya que tras realizar dos cortometrajes (Vincent y Frankenweenie) y ser analizados por Disney, se replantearon el contar con él en plantilla, alegando que asustaría a los niños. Rectificando treinta años después para realizar una versión completa de uno de sus cortos, que dicho sea de paso, se basaba en el personaje de un perro que tuvo en su infancia.
Desde sus inicios cinematográficos ha sido acompañado de una vertiente gótica presente en mayor o menor medida y una serie de temas recurrentes.
El amor romántico que dejó huella en La novia cadáver con una incondicional Emily, doblada por la actriz Helena Bonham Carter, y el estreno de Johnny Depp, brindando su voz a Víctor, mostraba algunos de los elementos de la temática del movimiento insigne del XVIII y de la cual disfruté en varias ocasiones, en largas tardes de sofá en compañía de mi hermana, que adoraba la cinta.
Otras referencias como Bitelchús fueron símbolo de una época. Pero nada, a mi modo de ver, tan representativo como Ed Wood; espectacular puesta en escena de un Johnny Depp como nunca lo habíamos visto hasta entonces, con sus fetichismos femeninos. Un ambiente que consigue envolver al espectador, en ese mundo de serie B tan desconocido y a la vez excitante, marcado por una estética simplista con el uso del blanco y negro, que consigue dar una mayor sensación de lejanía temporal.
Eduardo Manostijeras es fruto de sus creaciones infantiles y opone la figura de la “bestia” con una dulce Winona Ryder que sabe captar la fuerza de su corazón (mito muy reiterativo en los cuentos de hadas).
Con Alicia llegó el escándalo. Quién mejor que Lewis Carroll para dar rienda suelta a su locura creativa, la idea de dos mundos paralelos o la sensación de querer escapar de esa espiral en la que deambulan todo tipo de seres extraordinarios, llevó incluso a su creador a realizar una segunda parte, que no hacía justicia en absoluto a la primera.


Y para seres extraños, el desfile que encontramos al final de una de sus películas más tiernas y mágicas, Big Fish, donde un soberbio Ewan McGregor presencia entre alucinación y realidad cómo vienen a visitarlo en los últimos momentos de su vida.
No es la primera vez que Burton se atreve con un público infantil, ya que en la mayoría de sus escenas se hace una apología a la infancia, que se catapultó con la historia de Charlie y la fábrica de chocolate, con un fondo sensiblero y una enseñanza sobre lo que verdaderamente importa en la vida, sin olvidar la figura “grandiosa” de los Oompa Loompas.


Tim Burton supone incluso la esperanza de aquellos que se sienten rechazados por la mayoría, aquellos que encontraron cobijo en las rarezas de su mundo alternativo en el que tienen cabida todos los seres extraños o medio seres (como ya decía Ramón Gómez de la Serna, quien estoy segura de que hubiera sido un fiel seguidor de nuestro autor, en caso de haberlo conocido).
Y es por ello que la extravagancia de un elefante con orejas inmensamente gigantes, es caldo de cultivo para nuestro autor; por eso no es de extrañar que se haya hecho eco de este proyecto, con la responsabilidad que conlleva.
La historia que nos narra el nuevo Dumbo se reinventa para acceder a un público más amplio que la de 1941, que a su vez fue rescatada del cuento que escribió Helen Aberson en 1939, ilustrado por su marido Harold Pearl.
Dicho cuento se publicó en un primer momento con un formato novedoso llamado «Roll-a-Book», que como su propio nombre indica se sustentaba en unas páginas enrolladas. Pero se ve que este sistema no gustó al público y Disney (con su olfato para los negocios) decidió comprar los derechos para convertirlo en un gran éxito de taquilla, que llegó a recaudar la friolera de 1.600 millones de dólares.
La nueva versión recupera la acción marcada por su protagonista orejudo, pero intercala temas como las relaciones paterno filiales y el materialismo, personificado en la figura de Alan Arkin, que pone de manifiesto un mundo capitalista frente al poder de los sentimientos y el buen hacer.
Otros nuevos personajes aparecen en la historia (Colin Farrell, Eva Green, Michael Keaton) y se recupera a un Danny DeVito, como el regente bonachón de un circo, repitiendo un papel que ya desempeñó años antes en Big Fish.


La historia toma importancia cuando llegan a Dreamland, donde paradójicamente se frustran los sueños de Dumbo, quien se verá arropado por su amigo Timothy (parodiando la relación que suele establecerse entre un ratón y un elefante). Allí son explotados todo tipo de seres peculiares, para un público ávido de salir de una vida rutinaria.
Aunque la nueva versión se separa de su antecesora, por todo lo dicho y algunos detalles más; su director ha querido mantener la escena legendaria de los elefantes rosas, que separaba el filme originario de su ambiente almibarado, introduciendo elementos de vanguardia surrealista.
Tras ver los tráilers del largometraje, que además llegan muy bien acompañados por la canción de Dumbo y su madre, esperaremos al 29 de marzo para disfrutar otra vez de esa estética lúgubre y estrafalaria que marca las películas de Tim Burton.
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