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Dumbo y el inframundo de Tim Burton

Hay quienes entienden a este autor solo en un ambiente crepusculario ten­dente al prototipo de “uso exclusivo para el día de los difuntos”, pero la rea­lidad es otra muy distinta

Dumbo (2019) de Tim Burton

Dumbo y el inframundo de Tim Burton

En algunas ocasiones, cuando visiono una de las películas de Tim Bur­ton, en­tiendo que la realidad con la que mi­ra su entorno, difiere del mundo de los vivos y en esa oscuridad se sien­te en casa y hace que el espectador en­cuentre cobijo en las fauces de la muer­te.

Hay quienes entienden a este autor solo en un ambiente crepusculario ten­dente al prototipo de “uso exclusivo para el día de los difuntos”, pero la rea­lidad es otra muy distinta y aunque me guste disfrutar de Pesadilla antes de Navidad, allá por noviembre, también me deleito durante el resto del año con cualquiera de sus creaciones.

Y es que Jack Skellington (su perso­na­je fetiche) es fruto de las dotes artísticas que le hicieron merecedor de un diploma de animación, llave de en­trada en los estudios de Walt Disney. Aunque este idilio duraría poco, ya que tras realizar dos cortometrajes (Vincent y Frankenweenie) y ser anali­za­dos por Disney, se replantearon el con­tar con él en plantilla, alegando que asustaría a los niños. Rectificando treinta años después para realizar una versión completa de uno de sus cor­tos, que dicho sea de paso, se basa­ba en el per­sonaje de un perro que tuvo en su in­fancia.


Desde sus inicios cinematográficos ha sido acompañado de una vertiente gó­tica presente en mayor o menor medida y una serie de temas recurrentes.
El amor romántico que dejó huella en La novia cadáver con una incondi­cio­nal Emily, doblada por la actriz He­le­na Bon­ham Carter, y el estreno de Jo­hnny Depp, brindando su voz a Víc­tor, mostraba algunos de los elemen­tos de la temática del movimiento in­sig­ne del XVIII y de la cual disfruté en va­rias ocasiones, en largas tardes de so­fá en compañía de mi hermana, que ado­raba la cinta.

Otras referencias como Bitelchús fue­ron símbolo de una época. Pero na­da, a mi modo de ver, tan representa­ti­vo como Ed Wood; espectacular puesta en escena de un Johnny Depp como nun­ca lo habíamos visto hasta entonces, con sus fetichismos femeninos. Un ambiente que consigue envolver al espectador, en ese mundo de serie B tan desconocido y a la vez excitante, marcado por una estética simplista con el uso del blanco y negro, que con­sigue dar una mayor sensación de le­janía temporal.

Eduardo Manostijeras es fruto de sus creaciones infantiles y opone la figura de la “bestia” con una dulce Winona Ryder que sabe captar la fuerza de su corazón (mito muy reiterativo en los cuentos de hadas).

Con Alicia llegó el escándalo. Quién mejor que Lewis Carroll para dar rienda suelta a su locura creativa, la idea de dos mundos paralelos o la sen­sación de querer escapar de esa es­pi­ral en la que deambulan todo tipo de seres extraordinarios, llevó incluso a su crea­dor a realizar una segunda parte, que no hacía justicia en absoluto a la pri­mera.

Alicia en el País de las Maravillas

Y para seres extraños, el desfile que encontramos al final de una de sus películas más tiernas y mágicas, Big Fish, donde un soberbio Ewan McGregor presencia entre alucinación y rea­lidad cómo vienen a visitarlo en los úl­timos momentos de su vida.

No es la primera vez que Burton se atreve con un público infantil, ya que en la mayoría de sus escenas se ha­ce una apología a la infancia, que se catapultó con la historia de Charlie y la fábrica de chocolate, con un fondo sen­siblero y una enseñanza sobre lo que verdaderamente importa en la vi­da, sin olvidar la figura “grandiosa” de los Oompa Loompas.

Freddie Highmore, Julia Winter, David Kelly, Franziska Troegner, James Fox, Annashopia Robb, Missi Pyle, Johnny Deep, Adam Godley y Jordan Fry en Charlie y la fábrica de chocolate (Tim Burton)

Tim Burton supone incluso la esperanza de aquellos que se sienten re­cha­zados por la mayoría, aquellos que en­contraron cobijo en las rarezas de su mundo alternativo en el que tie­nen cabida todos los seres extraños o medio seres (como ya decía Ramón Gó­mez de la Serna, quien estoy segura de que hubiera sido un fiel seguidor de nuestro autor, en caso de haberlo co­nocido).

Y es por ello que la extravagancia de un elefante con orejas inmensamente gigantes, es caldo de cultivo pa­ra nuestro autor; por eso no es de ex­trañar que se haya hecho eco de es­te proyecto, con la responsabilidad que conlleva.

La historia que nos narra el nuevo Dumbo se reinventa para acceder a un pú­blico más amplio que la de 1941, que a su vez fue rescatada del cuento que escribió Helen Aberson en 1939, ilus­trado por su marido Harold Pearl.

Dicho cuento se publicó en un primer momento con un formato novedo­so llamado «Roll-a-Book», que como su propio nombre indica se sustentaba en unas páginas enrolladas. Pero se ve que este sistema no gustó al público y Disney (con su olfato para los nego­cios) decidió comprar los derechos pa­ra convertirlo en un gran éxito de taquilla, que llegó a recaudar la friolera de 1.600 millones de dólares.

La nueva versión recupera la acción marcada por su protagonista ore­ju­do, pero intercala temas como las re­laciones paterno filiales y el materialismo, personificado en la figura de Alan Arkin, que pone de manifiesto un mundo capitalista frente al poder de los sentimientos y el buen hacer.

Otros nuevos personajes aparecen en la historia (Colin Farrell, Eva Green, Michael Keaton) y se recupera a un Danny DeVito, como el regente bonachón de un circo, repitiendo un papel que ya desempeñó años antes en Big Fish.

Dumbo (2019) de Tim Burton

La historia toma importancia cuando llegan a Dreamland, donde paradó­ji­camente se frustran los sueños de Dum­bo, quien se verá arropado por su ami­go Timothy (parodiando la relación que suele establecerse entre un ratón y un elefante). Allí son explotados to­do tipo de seres peculiares, para un pú­blico ávido de salir de una vida ruti­naria.

Aunque la nueva versión se separa de su antecesora, por todo lo dicho y al­gunos detalles más; su director ha que­rido mantener la escena legendaria de los elefantes rosas, que separaba el filme originario de su ambiente al­mibarado, introduciendo elementos de vanguardia surrealista.

Tras ver los tráilers del largometraje, que además llegan muy bien acompañados por la canción de Dumbo y su madre, esperaremos al 29 de marzo pa­ra disfrutar otra vez de esa estética lú­gubre y estrafalaria que marca las pe­lículas de Tim Burton.

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