El Cascanueces: La magia de Hoffmann en el cine
· El Cascanueces de Hoffmann narra una historia que tiene lugar en Alemania durante el siglo XIX y se desarrolla en la casa de un juez.
Recuerdo cómo el telón se abrió y ante mí aparecieron figuras que danzaban sobre sí mismas, intentando contar, desde la expresión de su propio cuerpo, cómo la magia se apoderaba de todo el escenario, mientras en la calle el frío era la presentación de la noche.
Por primera vez mis padres me llevaban al ballet y ese era el momento elegido para que el relato de E.T.A. Hoffmann cobrara vida para siempre en mi memoria, entre música y una buena historia basada en su cuento El Cascanueces y el rey de los ratones.
Ambas caras de la misma moneda se fusionan en virtud de convertir un arte en el máximo exponente, ya que la música deja paso a la literatura y viceversa.
No sabemos si este autor era consciente de la magnitud que alcanzaría su obra, la cual, incluso, supera al propio escritor, quien en muchas ocasiones se mantiene en la sombra, dejando a un lado la autoría y retomando en sí la historia, llevada magistralmente al mundo del ballet por Chaikovski, quien a su vez la retoma de Alejandro Dumas, el cual se miró en el espejo de Hoffmann.
El Cascanueces de Hoffman era en realidad un relato que estaba incluido en una maravillosa colección de cuentos titulada Los hermanos de San Serampión, pero la historia de Marie, el señor Drosselmeier y el rey de los ratones fue objeto de culto por los grandes genios que transformaron la historia en una parada esencial en esos días navideños, que en ocasiones se tiñen de consumismo y prisas, descubriendo en este caso ese mundo de lo onírico y vuelta al pasado, tan tradicional en los días de Pascuas.
E.T.A. Hoffmann, nacido en Königsberg (Prusia) el 24 de enero de 1776, fue un hombre polifacético (escritor, jurista, dibujante y caricaturista, pintor, cantante y compositor musical), que participó de manera activa en la incipiente vorágine del romanticismo alemán, basado en los ideales del Sturm und Drang (tormenta e ímpetu), movimiento que tuvo gran repercusión no solo a nivel literario, sino también en las artes plásticas y la música, no en vano aunque su nombre reza en los registros como Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, decidió modificarlo como Ernst Theodor Wilhelm Hoffmann, como homenaje a Wolfgang Amadeus Mozart.
El argumento de este cuento narra una historia que tiene lugar en Alemania durante el siglo XIX y se desarrolla en la casa de un juez, cuyos hijos Clara y Fritz son agasajados por el padrino de la primera (Drosselmeyer) y su sobrino (Daniel) con un curioso artilugio mecánico con forma de soldado y cuya finalidad es partir nueces. Aquí se desencadena una historia mágica teñida por el halo navideño que tranformará la noche en una ida y venida de elementos fantásticos, que desfilarán en los sueños de la protagonista.
En cuanto a las versiones cinematográficas, en su mayoría han pasado de manera insustancial por la gran pantalla y otras solo han sido visionadas en formato televisivo.
El comienzo fue grandioso con la puesta en escena de diferentes coreografías sobre el famoso ballet, por parte del soberbio Walt Disney, y se estrenó en noviembre de 1940 con todo tipo de críticas y una mala recaudación en taquilla, que hizo que no se pudiese recuperar la inversión de la productora.
Cada una de las imágenes que asociaban sus movimientos a las diferentes melodías me embriagaron al instante, encontrando un momento abrupto en el sketch del diablo, que por mi corta edad invitó a mi madre a salir de la sala en mi compañía, buscando poder dormir sin interrupciones esa noche.
El Cascanueces de Hoffman vs Disney
Dicen que la obra fue fruto del azar por el encuentro fortuito en 1938 entre Disney y el director de orquesta Leopold Stokowski, cenando en un restaurante de Beverly Hills. La cuestión es que a mi parecer, aunque tenga muchos detractores, el filme es una verdadera obra de arte, no pareciéndome tan perfecta su homónima en el año 2000.
En 1979, Takeo Nakaruma realiza una aventura de animación y stop-motion sobre la fábula de El Cascanueces, contando con el doblaje de grandes personalidades del mundo del celuloide.
En 1986 se estrena Nutcracker, combinando los artificios navideños junto al ballet y la trama de Hoffmann, siendo dirigida por Carroll Ballard.
Encontramos una versión en 1990 llamada El príncipe cascanueces, otra en 1993 (con la peculiaridad de contar con la figura de un joven Macaulay Culkin), y algunas posteriores de animación con personajes como Barbie (2001) o Tom y Jerry (2007).
Hagamos una breve parada en el año 2009 y su adaptación fílmica en 3D, en la que encontramos un Andrei Konchalovsky fuera de su contexto habitual. Plagada de clichés navideños, pero con ciertos detalles innovadores como el paralelismo que se establece entre el nazismo y el comportamiento de los «hombres rata», o el mundo onírico dentro de un universo futurista pero con escenas musicales creadas para ser olvidadas en el menor tiempo posible.
En su defensa, diré que mi hija no pestañeó y pidió un segundo visionado al terminarla, con lo cual entiendo que presenta un reclamo importante a un público muy joven, que es principalmente a quien va dirigida.
Para terminar, recordemos el verdadero propósito de este artículo, y es que en octubre de 2018 se estrena El Cascanueces y los cuatro reinos. El problema es que me he convertido en una incrédula ante la posibilidad de combinar el esplendoroso ballet de Piotr Ilich Chaikovski con el cuento de Hoffman, por ello y con la esperanza de equivocarme, prefiero disfrutar de la lectura por un lado y el espectáculo de baile por otro, sin pretensión alguna de fusionarlos en una película.
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