El Cuento de Navidad de Dickens en el cine
· El Cuento de Navidad de Dickens en el cine: No hay Navidad sin que Charles Dickens encuentre una rendija por la que colarse en cada uno de nuestros hogares, ya que son innumerables las versiones que se han hecho de esa maravillosa obra de arte titulada A Christmas Carol.
Dispongamos el escenario perfecto. Una tarde lluviosa, las gotas golpean los cristales del salón, a lo lejos se escucha sutilmente Frank Sinatra musitando Jingle Bells y, en el calor de la estancia, entre la penumbra y las coloridas luces del árbol, se atisba en la que llamamos caja tonta (aunque no tan tonta, porque consigue captar la atención de miles de espectadores cada día) la imagen de Mr. Scrooge y su tan temido fantasma del futuro (otra opción hubiese sido cambiar de canal y ver a James Stewart, buscando en su bolsillo los pétalos de la flor que le entregó su hija antes del desafortunado desastre que le aconteció). Porque no hay Navidad sin que Charles Dickens encuentre una rendija por la que colarse en cada uno de nuestros hogares, ya que son innumerables las versiones que se han hecho de esa maravillosa obra de arte titulada A Christmas Carol, que se tradujo a nuestro idioma en la mayoría de los casos como Cuento de Navidad y supuso, en 1843, una apología al creciente mundo basado en el poder, provocado por el auge industrial y comercial, que introdujo en la sociedad esa figura codiciosa y avara que sufría una gran metamorfosis, gracias al espíritu de la Navidad, en la Inglaterra victoriana de mediados del siglo XIX.
Es difícil no disfrutar de la lectura de este texto, mezcla de entretenimiento y valores humanos, con un componente religioso que se extrae de múltiples frases que podemos leer desde la obra original. Y es que la religión y la literatura se han dado la mano desde siempre, pues son dos grandes ámbitos que, desde sus orígenes, se encuentran doblemente unidos. Por un lado, las grandes religiones basan sus ideales en Sagradas Escrituras, teñidas de un importante componente literario y, por otro lado, no olvidemos datos tan significativos como que el primer texto teatral encontrado en nuestra lengua vernácula (aunque inconcluso) es El auto de los Reyes Magos.
Escribir con la intención de transmitir buenos deseos es una apuesta segura, pues la sociedad, a lo largo de los tiempos, ha sentido la necesidad de ver reflejados sus miedos y esperanzas y experimentar (aunque sea mediante la catarsis, sintiendo en uno mismo lo que padece el prójimo) aquello que ve reflejado en su día a día; porque, ¿quién no ha tenido cerca a un Ebenezer Scrooge en alguna Navidad? ¿Y en contraposición, a la figura del sobrino, que es sinónimo de bondad? Porque si algo es característico de esta obra es la posición que ocupa cada uno de sus personajes maniqueos, que confieren su impronta en el devenir del temperamento del protagonista, buscando siempre la conversión hacia el lado de la benevolencia para que el lector acabe la obra con un buen sabor de boca.
Es complicado hacer una mala versión de este magnífico texto, pero en alguna ocasión nos han conseguido sorprender con una desafortunada adaptación en esas horas en las que los teleseriales fluyen por los diferentes canales, recordándote que hay momentos en los que sería mucho más conveniente coger un buen libro. Así que realizaré una pequeña parada en cuatro de ellas, quizás más motivada por recuerdos personales que por su calidad cinematográfica, pues existen diversas cuestiones que las hacen relevantes frente al resto.
Comencemos por Scrooge or Maileys Ghost, dirigida por Walter R. Booth en 1901, y tengamos por seguro que el blanco y negro realizó su función de impregnar la obra con ese tenebrismo propio del ambiente fantasmagórico que el autor propone en el texto original -en su momento-, muy conseguida desde la perspectiva técnica.
Continúo con aquella versión titulada Los fantasmas atacan al jefe (Scrooged), de 1988, en la que el anacronismo se hace patente en la figura de un importante hombre de negocios de los años ochenta, sin escrúpulos, pero muy convincente, interpretado por Bill Murray. Esta vez es redimido no solo por un hada chillona que le golpea constantemente, sino que, de fondo, aparece el tan ansiado valor del amor de la mano de Karen Allen (la eterna novia de Indiana Jones).
Ya solo me queda añadir una frase característica del protagonista de la novela, al querer recuperar la ilusión por vivir, y no podía ser otra que ¡FELIZ NAVIDAD!
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