Hayao Miyazaki, el gran adiós de un maestro del cine
Laura Montero comenta el anuncio de la retirada de Hayao Miyazaki.
El anuncio de la decisión de Hayao Miyazaki de jubilarse se ha extendido en la red como la pólvora. La noticia no es nueva: Miyazaki ha ido insinuando su retiro desde que se estrenara La Princesa Mononoke en 1997. Sin embargo, esta vez se trata de un anuncio oficial comunicado a los medios en la rueda de prensa del Festival de Venecia, donde su último largometraje compite en la sección oficial. Lo hizo el presidente del Studio Ghibli Kōji Hoshino –en ausencia de Miyazaki, quien no ha acudido al certamen.
La noticia ha pillado a muchos por sorpresa, si bien es cierto que Toshio Suzuki productor de Kaze tachinu, ya lo había insinuado en junio al decir a medios japoneses que la película era “el testamento“ del cineasta y que éste tiene la respetable edad de 72 años.
Que sea precisamente Kaze tachinu la obra que cierra la filmografía de Miyazaki tiene toda la lógica del mundo. El film es resumen de muchas de sus inquietudes, sobre todo de aquellas en las que se reflexiona sobre el papel del ser humano en el desarrollo de la Historia. No obstante, que éste sea su último largometraje no implica, a mi juicio, que Hayao Miyazaki se retire completamente del mundo de la animación.
Dada su energía inagotable y el amor por su profesión, lo más probable es que siga trabajando en el Studio Ghibli desarrollando otras de sus muchas facetas: como guionista, storyboarder, asesor, diseñador o, incluso, como mangaka –autor de cómics; algunas de estas labores ya las ha desempeñado en Arrietty y el mundo de los diminutos (2010) y en la segunda incursión cinematográfica de su hijo, Gorô Miyazaki, From up on Poppy Hill (2011), entre otras.
Tampoco es descartable que siga dirigiendo y produciendo cortometrajes para Ghibli Museum, para cuya programación ya ha realizado ocho y guionizado otro más. Dado que no conllevan la misma exigencia que un largometraje y le permiten explorar nuevas vías -en Treasure Hunt, 2011, por ejemplo, hay todo un juego con el sonido diegético y extradiegético interesantísimo-, no me parece una idea descabellada.
Una delicada cuestión
La delicada cuestión que queda en el tintero es cuál es el motivo de hacer público semejante anuncio en el Festival de Venecia donde, repito, la película opta por el León de Oro. Que el Studio Ghibli es enormemente inteligente y cuidadoso en su estratégica de marketing es algo evidente. Kōji Hoshino sostiene que se ha debido al especial cariño que le tiene al certamen; como argumentación parece un poco pobre.
Es cierto que en Venecia se le concedió el León de Oro a toda su carrera en 2005 y que allí se han programado tanto El castillo ambulante como Ponyo en el acantilado, pero puestos a hablar de una vinculación especial con festivales internacionales, la Berlinale debería ocupar la primera posición por otorgarle el Oso de Oro por El viaje de Chihiro –primer premio de este calibre concedido a una película de animación. Sin embargo, el elegido ha sido Venecia y esta decisión concreta puede ejercer sobre los miembros del jurado una presión mayor.
Evidentemente Kaze tachinu es una película soberbia y merecedora de tal galardón, pero su posible victoria podría verse empañada por estas declaraciones. ¿Es un modo de presionar del Studio Ghibli?, ¿hay otros motivos detrás de la elección de este escenario?
En un principio puede resultar chocante que el anuncio no se haya hecho en Japón, aunque si tenemos en cuenta la polémica generada por la cinta y las duras, desairadas y hasta desafortunadas críticas que se están vertiendo sobre Miyazaki y su film, esta elección podría no ser tan descabellada.
Con todo, tendremos que esperar a las declaraciones del cineasta para que arroje algo de luz sobre el asunto. Mientras tanto, Kaze tachinu sigue ostentando la primera posición en las taquillas japonesas; con más de ochenta millones de dólares recaudados en cinco semanas. Una merecida recompensa para una trayectoria coherente y sobresaliente, cuyo broche de oro es valiente, atrevido, comprometido y sumamente hermoso.
La última reflexión que cabría hacer es si Isao Takahata hará una declaración similar tras el estreno de Kaguya Hime. El director de La tumba de las luciérnagas tiene siete años más que Miyazaki y su producción ha sido mucho más pausada. De cumplirse este vaticinio, nos encontramos ante un relevo generacional completo con el claro testigo de Gorô Miyazaki y, presumiblemente, de Hiromasa Yonebayashi.
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