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El cine que inspiró a Alexander McQueen

No es de extrañar que el cine menos comercial dejase huella en este amante bifronte de la alta costura y la moda callejera

Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975))

Estilismo y cine

El cine que inspiró a Alexander McQueen

El cine que inspiró a Alexander McQueen: Hitchcok, Kubrick, Wenders, Gallo, Pollack. No es de extrañar que el cine menos comercial dejase huella en este amante bifronte de la alta costura y la moda callejera.

La imaginación volcánica y la creatividad ful­gurante de Lee Alexander McQueen, el hi­jo pequeño de un taxista de Londres y de una profesora de Ciencias Sociales, hoy es ya una leyenda. Aunque no llegó a trabajar co­mo figurinista en ninguna película, la influen­cia de su potente imaginario, cuando aún no han pasado seis años desde que su de­saparición dejó devastado el mundo de la mo­da, es cada vez más visible en el cine. Una anécdota más que significativa de este influjo es el caso del traje de novia que Ja­ny Tamine, la diseñadora del vestuario de Ha­rry Potter y las reliquias de la muerte (2010), creó para el personaje de Fleur De­la­cour. Inspirado en uno de los modelos de la co­lección Otoño/Invierno 2008, el parecido es tan bochornoso que el hecho ha sido denun­ciado como flagrante plagio en la prensa especializada.

En cuanto a los nutrientes que la sobreali­mentada mente de McQueen extrajo del ci­ne -cobrándose así por anticipado una deu­da que con el paso de los años no deja de acrecentarse-, hay que admitir que no siem­pre es fácil detectar las películas de las que provienen ya que la inventiva y el eclec­ticismo de este protéico diseñador los trans­forma, hasta tal punto que los vuelve irreconocibles. Por fortuna, aparte de las no­tas con las que solía acompañar sus teatra­les desfiles, él mismo reconoció abiertamen­te que todas sus creaciones estaban impreg­nadas del sabor de la música londinense y de sus underground films favoritos, en es­pecial las road movies. No es de extrañar que el cine menos comercial dejase huella en este amante bifronte de la alta costura y la moda callejera, pero sin las pistas que él mismo facilitó difícilmente hubiéramos sa­bido que entre sus preferidas estaban la in­clasificable opera prima de Vincent Ga­llo, Buffalo’66 (1998), con su fascinante y des­lavazada estética retro, y esa otra joya del cine independiente que es Paris, Texas, que Wim Wenders rodó en 1984.

Sin embargo, no ha sido ningún cineasta mar­ginal el que más veces ha sido evocado ex­presamente en sus colecciones, sino un con­sumado maestro del desasosiego, el reve­renciado Hitchcock. Así en la colección Pri­mavera/Verano 2001, para homenajear a Los pájaros (1963), unas águilas disecadas ca­yendo en picado enmarcaban siniestramen­te la cabeza de una de las modelos. El he­cho de que el desfile fuese ambientado ade­más en un psiquiátrico, recordaba, no sin cierta ironía, que el carácter obsesivo de los personajes del film estaba muy próxi­mo a  la demencia. En el pase de Otoño/Invierno 2005, fue El hombre que sabía de­masiado (1956) la referencia tanto en las si­luetas como en los tejidos, mientras que el llamado bolso «Novak», diseñado expresa­mente para esa colección, rendía tributo al nombre de la legendaria actriz que se hi­zo famosa por su papel en Vértigo (1958).

En la temporada Primavera/Verano 2004, fue Danzad malditos (1969), de Sydney Po­llack, el punto de partida para contestar con un enfoque optimista el irrespirable dra­matismo con el que la película se acerca­ba a la era de la depresión americana. McQueen consiguió, gracias a la levedad de las telas y los estampados florales, enfatizar una inesperada y alegre visión romántica que ni la mayor de las adversidades puede desenterrar del fondo del corazón humano donde siempre permanece agazapada. Por último, recordar que en las notas de pro­ducción del desfile de Primavera/Verano 2007, además de la influencia de las pinturas del Goya menos atormentado, se cita ex­presamente a Barry Lyndon (1975), el esplén­dido film de ese perfeccionista sin reme­dio que fue Stanley Kubrick. Y si todo es­to no bastase para celebrar la pasión que McQueen tuvo por el cine, nos han quedado como estelas en el agua sus poco ortodo­xas pasarelas en las que con visionario ta­lento se convocaban escenas, eso sí casi siem­pre inquietantes como lo es todo en es­te abismado genio, del cine más imperece­dero.

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