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Estreno de El gran Buster, de Peter Bogdanovich

Este viernes 2 de agosto se estrena El gran Buster, película documental dirigida por Peter Bogdanovich, dentro de "Visiones de cine"

1924: American comedian Buster Keaton (1895-1966) armed with only a magnifying glass and a copy of 'How To Be A Detective' hopes to become a great detective in the film 'Sherlock Junior'.

Estreno de El gran Buster, viernes 2 de agosto en cines, película documental dirigida por Peter Bogdanovich

Estreno de El gran Buster | Este viernes 2 de agosto A Contracorriente Films estrena en cines El gran Buster  (“The Great Buster: A Celebration”), película documental escrita, dirigida y narrada por Peter Bogdanovich (¿Qué me pasa, doctor?), uno de los cineastas estadounidenses más destacados de su generación. La película trata sobre la vida y obra de Buster Keaton, el gran artista de la era dorada del cine mudo en Hollywood junto con Charles Chaplin. El gran Buster fue la ganadora del Premio al Mejor Documental en el Festival de Venecia y tuvo su première española en el BCN Film Fest.

El gran Buster celebra la vida y la carrera de uno de los cineastas y cómicos más influyentes y aplaudidos de los Estados Unidos, Buster Keaton, cuyo estilo único y con una amplia producción creó un gran legado que lo convirtió en un auténtico visionario cinematográfico. Abastecida con películas restauradas de Keaton procedentes de la biblioteca Cohen Film Classics, el documental muestra los comienzos de Keaton en el circuito del vodevil así como el desarrollo de su característica comedia física y expresión impávida que le granjeó para siempre el apodo de “Cara de Palo”, todo lo cual le llevó a sus más importantes años como director, guionista, productor y protagonista de sus propios cortos y largos.

Buster Keaton en El maquinista de La General

Intercalado a lo largo del metraje, aparecen entrevistas a casi dos docenas de colaboradores, realizadores, actores y amigos, entre ellos Mel Brooks, Quentin Tarantino, Werner Herzog, Dick van Dyke y Johnny Knoxville, quienes argumentan la influencia de Keaton en la comedia moderna y, efectivamente, en el mismísimo cine. Bogdanovich también atiende su pérdida de independencia artística y el declive de su carrera que marcaron sus últimos años; antes, el realizador echa un pormenorizado repaso a la extraordinaria producción de Keaton desde 1923 a 1929, en la que surgieron diez largos memorables (entre ellos El maquinista de La General, de 1926, y El héroe del río, de 1928) que lo inmortalizaron como uno de los más grandes actores y cineastas de la historia del cine.


El gran Buster llega a los cines de nuestro país este viernes dentro de la programación de Visiones de cine, una serie compuesta por seis películas documentales nuevas e inéditas que servirán para entender mejor el séptimo arte de la mano de personajes ilustres del mundo del cine. Desde el pasado viernes 5 de julio, cada viernes llegará a los cines una de las seis películas, cada una de las cuales permanecerá en salas durante una semana.

Peter Bogdanovich en The great Buster: A celebration

Buster Keaton, sin necesidad de subtítulos

La comedia silente de dos rollos de Buster Keaton, Una semana, de 1920, cumple cien años en unos meses y el la que marca el inicio de un periodo extraordinario, una racha, por así decirlo, en la carrera de Keaton. Con Una semana se inició como guionista, director y protagonista de diecinueve cortos y diez largos que creó sin interrupción entre los años 1920 y 1929. Por descontado, muchos de esos títulos se consideran clásicos, y otro puñado se entiende sencillamente excepcional, en tanto otros aún se ven como obras menores o curiosidades del canon de Keaton (El gran espectáculo o El rey de los cowboys).

Junto Charlie Chaplin, su colega en la era del cine mudo, Buster Keaton fue un pionero en el arte de hacer reír al público con imágenes en movimiento cuando el medio se hallaba todavía en su infancia. Las capacidades aparentemente naturales e intuitivas que Keaton aportó a su producción de los años veinte inmortalizaron su legado como uno de los más grandes actores y realizadores de la historia del cine: su desafiante personalidad en pantalla revestida de una singular dignidad de rostro pétreo; su sentido fluido de la narrativa y la estructura dramáticas y cómicas; su dominio técnico; un sentido magistral del movimiento de la cámara; sus extravagantes fisicidad, proezas y escenas de riesgo; y su inventivo humor visual.
Es la capacidad de Keaton en todos los aspectos del arte cinematográfico, unido a su aceptación de dicho arte, lo que proyecta su influencia actual mucho más allá de la de las actuaciones únicamente físicas de discípulos como Jackie Chan y Dick Van Dyke, o Johnny Knoxville y su equipo de Jackass. Presenciamos la mano de un operador de cámara que cubre el objetivo durante la potencial secuencia de desnudo de Una semana, o al proyeccionista de El moderno Sherlock Holmes imaginándose a sí mismo en la película que proyecta, ambas cintas anticipándose a grandes películas modernas de “cine dentro del cine” como Sillas de montar calientes (1974), de Mel Brooks, y Zelig (1983), de Woody Allen. Como dice Quentin Tarantino en cierto momento de The Great Buster, “para Keaton, eran los chistes los que funcionaban debido a la cámara, era cine en sí que se convertía en un chiste”.

El gran Buster (2018), de Peter Bogdanovich

Antes de que el sistema de estudio acabara de facto con su autonomía, Buster Keaton nunca había trabajado con un guión completo en todos los cortos y largos que hizo en sus años independientes. Él y su equipo sabían como se iniciaba la película y cómo era el desenlace mientras que, como decía Keaton, “lo que ocurría en medio ya se desarrollaría por su cuenta”. Demasiada planificación y un exceso de palabras, parecía advertir Keaton, no hubiera permitido el tipo de ideas improvisadas y la espontaneidad que en definitiva colmaron sus más logrados trabajos.
En cuanto a palabras –o ausencia de las mismas–, en una entrevista de 1960 de Studs Terkel, Keaton recordaba cómo en cierta ocasión se enfrascó en una competición amistosa con Chaplin para ver cuál de ellos podía realizar un largo mudo de siete rollos (unos 80 minutos) con menos intertítulos o subtítulos. Chaplin ganó la apuesta con veintiún intertítulos por contraposición a los veintitrés de Keaton, aunque Keaton se apresuró a recordarle a Terkel que la media en un film de siete rollos estaba en doscientos cuarenta intertítulos, y lo máximo que él empleó en un film fueron cincuenta y seis.
«Eliminábamos subtítulos tan rápidamente como podíamos”, decía Keaton acerca de su trabajo en los años veinte, abundando en que el público no necesitaba los intertítulos para seguir las imágenes en movimiento, reaccionar a una historia, y disfrutar de una sensación intensa.

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