Estuvimos con… Los directores Borja Cobeaga, Gustavo Ron, Rodrigo Cortés, Max Lemcke, David Pinillos y Alberto Rodríguez

El Centro Universitario Villanueva y FILA SIETE reunieron el pasado 12 de abril, en las VIII Jor­na­das de Comunicación Audiovisual, a seis directores españoles para hablar sobre su experiencia como directores y valorar la situación del cine español. Una nueva generación de cineastas es­pañoles. Audacia, dinamismo, realismo y sensatez en tiempos difíciles.

“Sin dinero no se hace cine, pero sin talento, me­nos”. Con estas palabras abrió las jornadas Ana Sánchez de la Nieta, directora adjunta de FI­LA SIETE, tomando pie del artículo publicado re­cientemente por Luis Martínez en El Mundo que ‘notificaba’ la muerte del cine español. “Es­toy bastante de acuerdo con su autor en lo que se refiere a la situación económica; de hecho, ayer estuve a punto de excusar mi participación en estas jornadas -bromeó. Sin embargo, aunque las taquillas desanimen a cualquiera y hagan esta profesión muy arriesgada, está surgien­do una nueva generación de cineastas de gran talento”.

Ana Sánchez de la Nieta, subdirectora de FilaSiete, presentó el acto
Ana Sánchez de la Nieta, subdirectora de FilaSiete, presentó el acto

“Se trata -explicó- de directores cuyas edades ron­dan los cuarenta años, jóvenes en la profesión pero con experiencia de dos, tres o más largo­metrajes, de formación heterogénea pero vincu­lada a escuelas de cine, que experimentan con géneros poco habituales: ciencia ficción, co­media con un punto surrealista, drama intimis­ta, cine sobrenatural, policíaco, etc. Y que rom­pen una barrera que desde hace años tiene el cine español: el localismo. Hasta ha­ce poco, las películas españolas no se vendían fue­ra de Es­paña porque no se entendían. Aho­ra es­tamos sal­tando la barrera de lo local y del idio­ma. Es­ta­mos más preparados para compe­tir”.

Seis de estos cineastas se dieron cita en el Cen­tro Universitario Villanueva para hablar de su experiencia como directores, del camino que con­duce desde la idea al estreno, y de las reglas de juego que utilizan para moverse por el difícil tablero de la financiación: Borja Cobeaga, Gus­tavo Ron, Rodrigo Cortés, Max Lemcke, Da­vid Pinillos y Alberto Rodríguez. Junto a ellos, las directoras de las jornadas, Sofía Ló­pez, profesora de His­toria del Cine Español, y Li­lian González, profesora de Na­rra­tiva Audio­vi­sual. Jordi Gasull, guionista y pro­ductor, mode­ró la primera mesa.

El cineasta nace… y se hace

Los directores recordaron su iniciación al sép­timo arte desde la fascinación infantil y con me­dios limitados. Cobeaga ya apuntaba maneras a los diez años, haciendo cortos de acción con amigos en su casa, provisto de una cámara de vídeo; luego llegaron películas de lo que deno­minó ‘etapa gótica’, “en la que todos mis amigos se suicidaban”. Hasta llegar al presente, con co­medias divertidas como Pagafantas y No contro­les. “Lo próximo que veremos será también una comedia que aún no sé si se titulará Fe de eta­rras o Etarriza como puedas”.

Con verbo rápido e inteligente, Rodrigo Cor­tés contó que hizo sus pinitos en el colegio, con amigos y grabando en fin de semana: “Éra­mos unos snobs, rodábamos en Super 8, en una épo­ca en que ya no había Super 8 y teníamos que enviar la película a Alemania. A veces tarda­ba hasta cuatro semanas en volver”.

Mover ficha en un nuevo tablero

El moderador entró en materia preguntando a los invitados por la situación del sector indus­trial: “Tenemos fama de ser un sector muy llorón. Las subvenciones no dan ni para pagar el IVA, recibimos siete veces menos que los toros: ¿có­mo veis el sector industrial?”.

Para Gustavo Ron, “estas crisis sirven para fil­trar a gente que se dedicaba al cine no por amor a la profesión sino porque tenía una fórmu­la que funcionaba. Nosotros estamos buscan­do la financiación privada. En el anterior film ya lo intentamos y en el próximo, con un mo­mento económico muy difícil para el cine espa­ñol, la hemos conseguido al cien por cien”.

Rodrigo Cortés consideró inútil hablar del te­ma de la financiación pública. “Hay una percep­ción ideologizada del sintagma ‘cine español’, que la gente asume con inconsciencia, en un sentido o en otro. Pero éste es el tablero, y en él tienes que ver cómo mover las piezas. Has­ta ahora el modelo tradicional ha sido la pre­financiación. Ahora se ha caído y mucha gen­te no puede producir. En nuestro caso prefe­rimos saber primero qué queremos y después in­ventar la fórmula. En Enterrado, por ejemplo, ro­damos con muy poco dinero. Parte procedía de capital privado, otra -mínima- de subvención y una tercera de preventas. En Luces rojas la co­sa se complicó porque narrativamente era una pe­lícula muy ambiciosa. Teníamos un gran presu­puesto, aunque no llegaba a la cuarta parte de lo que necesitaría un film de estas caracterís­ticas. Y en la financiación, sólo el 6% procedía de subvenciones”.

Cobeaga cerró con optimismo: “Odio cuando al­guien dice a los alumnos en conferencias: ‘no os dediquéis a esto’. Me parece patético e incohe­rente. Desde que empecé, no he conocido un mo­mento bueno, así que estoy acostumbrado. Co­mo dice Urbizu: ‘haremos cine aunque sea con piedras’. Esta profesión es maravillosa. Que al­go que se te ocurre en el váter vea la luz es lo me­jor que hay (risas). Yo me considero un obrero del vídeo, un oficinista cinematográfico. Me gus­taría hacer una película al año o cada dos años, estar siempre dándolo todo”.

La cultura de la gratuidad

En cuanto a la influencia de internet y las des­cargas ilegales, Rodrigo Cortés habló en nom­bre de todos: ”El problema es que tenemos un público educado en la gratuidad absoluta. ¿Có­mo invertir más en promoción si la experien­cia demuestra que la gente no va al cine? Esa promoción no se traduce en resultados. Pro­gra­mas de televisión, redes sociales… ¿Cuánto su­pone en taquilla? ¿Cuántas entradas vende Twi­tter? Probablemente Vigalondo tenga más ‘fo­llowers’ que espectadores”.

“En definitiva -continuó- éste es el tablero. Lo cierto es que nadie sabe nada. Entre hacer lo que quieres y hacer lo que se supone que debes hay un margen mínimo. En ambos casos tienes ce­ro posibilidades de éxito. Así que da igual. Al me­nos haz aquello en lo que puedas poner tu car­ne y tu alma, porque te dejas la vida. Ya llega­rá el momento. ¿Quién se acuerda de los resul­tados del primer fin de semana de las pelícu­las que más le influyeron? Nadie. Cuando pasa to­da esa ansiedad y ocupa su lugar el DVD en una estantería, cuando lo coges o te lo prestan y decides verlo, es cuando se convierte de verdad en una película”.

Pese a todo, Cobeaga apuntó algunas solucio­nes, como Filmin, la plataforma de descargas le­gales, y Atlántida Film Fest, su festival onli­ne. “Aunque yo lo que de verdad estoy desean­do es un Spotify de ‘pelis’. Es muy cómodo tener todo ahí”, dijo.

Directores de cine españoles: De la idea al estreno

Dejando al margen aspectos sombríos, la conver­sación derivó al origen. ¿Cuál es la idea que sub­yace en las historias? ¿Cómo nacen? De la ma­nera más diversa. “A veces las pelí­culas surgen de una imagen muy básica -dijo Max Lem­cke refiriéndose a 5 metros cuadrados-: ¿Qué le ocu­rriría a un tipo que, en medio de la burbuja in­mobiliaria, no puede comprar una casa y vive en un piso piloto que es la enso­ñación de un ho­gar?”. Alberto Rodríguez expli­có que Grupo 7 nació de un sumario: “El suma­rio que me dio un amigo abogado no era el guión, desde luego; hu­bo que trabajar mucho pe­ro desde el principio supimos que ahí había una historia, una pelí­cula”. David Pinillos bromeó: “Bon appétit es la versión romántica de Pa­gafantas. Muchas veces crees que tienes la idea, el tono, y como direc­tor te aferras, pe­ro tienes que escuchar a los que trabajan con­tigo. Esto es un equipo”.

En esto de pedir opiniones, los directores mos­traron visiones diversas. Rodríguez: “Es muy bueno saber qué opina el público, para dejar algo o poder corregirlo”. “Sí, sí -apuntó Pi­ni­llos-, pero enseñar algo al público, antes de pu­blicarlo, puede ser eficaz y a la vez peligroso”. Y remató Lemcke: “enseñar materiales que no están acabados es muy peligroso. Hay que mi­rar por el bien de la película”.

Todos coincidieron, eso sí, en que hay que tra­bajar codo con codo con los productores: “El pro­ductor no es el enemigo”. Y apoyarse en el buen hacer de los actores y de los demás profesio­nales. “No creo que haya buenos actores dramá­ticos o cómicos. Un gran actor es un gran actor y, con una buena dirección, puede ofrecer una gran cantidad de posibilidades”, dijo Max Lemcke. Y Alberto Rodríguez, con un punto de impaciencia ante ciertas críticas por recurrir a actores populares como Mario Casas: “Yo me fío mucho de mi directora de casting. Mario -que está siendo injustamente tratado- es un gran actor. Tiene el papel más difícil en Grupo 7: el de un hombre que quiere que todos le quie­ran, y lo solventa sin ningún problema. Da­ba muy bien ese perfil. Si su presencia, además, es un beneficio para la financiación, pues mejor, ¿no?”.

Seis directores valiosos, algunas de las piezas de este nuevo tablero, dispuestos a dar jaque ma­te a la crisis y a desterrar del vocabulario acom­plejado el falso piropo de “esta película es tan buena que no parece española”. Preparados pa­ra arriesgar y a hacer lo que les dicte su talen­to: cine con denominación de origen pero con vocación internacional.

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