Patricia Ferreira, directora de Los niños salvajes: “La clave para educar a un adolescente es no olvidar que lo fuimos antes”
Patricia Ferreira nació en Madrid, estudió Periodismo e Imagen y Sonido en la Complutense y durante un tiempo trabajó en la revista Fotogramas. Debutó con el largometraje Sé quien eres, por el que consiguió un Goya a la mejor directora novel. Estrena Los niños salvajes, la película ganadora del reciente Festival de Málaga.
¿Qué quería contar Patricia Ferreira con Los niños salvajes?
Patricia Ferreira/ Una historia que aportara datos para entender por qué un chico o una chica normal pueden llegar a hacer algo terrible. Quería llevar a la pantalla la amistad entre tres chicos que son, cada uno para los otros, su refugio y su salvavidas. Es una historia contemporánea y al tiempo eterna. Un homenaje a los chavales de 13, 14, 15, 16 años que luchan por crecer y hacerse adultos, sin perder su inocencia y su generosidad.
Para rodar esta película te has adentrado en el espinoso tema de la adolescencia, ¿cuál crees que es la clave para educar a esas edades?
P. F./ No soy una experta en pedagogía ni mucho menos, sólo soy una directora de cine que cuenta historias y quiere que lleguen a la gente. Por eso no sería propio que yo contestara a esa pregunta con ánimo de sentar cátedra pero, evidentemente, contar una historia de adolescentes como la que cuenta Los niños salvajes me ha llevado a reflexionar más a fondo sobre esta cuestión. Podríamos hablar de dedicar medios a su educación, sin escatimar recursos, de la atención individualizada y comprometida que requieren o de muchas otras cosas… Pero lo que me parece más importante es la empatía y la memoria. Es decir, a la hora de enfrentarnos a cómo tratar a un adolescente, cómo educarlo, creo que lo fundamental es recordar cómo éramos y qué necesitábamos cuando nosotros mismos lo fuimos. De alguna forma es como si, pasada la adolescencia, al ser adultos, olvidáramos todo. Ya nunca recordamos que también nosotros fuimos tan “salvajes” como Gabi, Oky y Álex, los protagonistas de la cinta.
¿Cuándo decidiste ser directora de cine?
P. F./ La primera vez que lo pensé tendría unos 15 ó 16 años. No tenía ningún familiar que se dedicara a este oficio, ni había ido nunca a un rodaje, pero lo tuve claro muy pronto. Es curioso porque muchas personas de mi generación hablan de que el veneno de hacer cine les surgió al ver películas sin parar en cines de sesión doble y citan títulos geniales, obras maestras de aventuras, policiacas, románticas. En mi caso fue distinto. Yo veía en los cines, en la programación de cine de la 2 de TVE, películas de lo que se llamaba “arte y ensayo”. La mayoría de las veces no las entendía, pero salía del cine llena de ideas y sugerencias. Yo quise ser directora de cine para poder desentrañar esas imágenes que me fascinaban y para poder crearlas.
Pero, ¿tendrás tus referentes cinematográficos, más o menos conocidos?
P. F./ Sí, por supuesto, pero son muy variados y dependen un poco del proyecto en el que esté trabajando. En general, soy muy fan del cine americano, de lo que se llamó la Generación de la Televisión, de directores como Sydney Lumet, Robert Mulligan o Arthur Penn, que iniciaron su carrera en los años 60 y hacían un cine potente, de argumentos fuertes y bien construidos, sin personalismos y dirigidos a espectadores que buscaban pasar un rato entretenido con inteligencia. En este mismo sentido, me han influido algunos directores franceses como Tavernier y Techiné, que también se caracterizan por contar historias intensas, potentes, interesantes, sin desmayos ni concesiones y dirigidas al espectador, a su inteligencia. También me he sentido a veces cerca de Ken Loach y su fuerza realista. Y en el cine español para mí hay un referente claro que es Mario Camus, el director de películas como Los santos inocentes.
Las directoras de cine en España seguís siendo pocas, ¿por qué?
P. F./ El cine tiene muchos oficios y trabajos diferentes y, como en todas las profesiones, hay un escalafón. No es un secreto para nadie que en casi ninguna profesión, los puestos altos no suelen estar ocupados por mujeres. En el cine pasa la mismo. Ser director, como ser productor o director de fotografía, supone haber llegado en tu profesión a ocupar un puesto de responsabilidad y decisión y, hoy por hoy, está casi vedado a las mujeres. En realidad la pregunta sería: ¿Por qué las mujeres siguen llegando a los puestos de máxima responsabilidad con cuentagotas?
¿Cómo ves el futuro del cine español?
P. F./ Pues en este momento la verdad es que no lo veo. No sé cuál va a ser ese futuro. El cine, para hacerse, necesita de una protección muy decidida e importante por parte de las instituciones públicas de un país. Así es en todos los países del mundo, incluido Estados Unidos, donde un amplio sistema de desgravaciones fiscales apuntala la industria. Y en España, en este momento, se han reducido de tal manera los apoyos institucionales al cine que su futuro es incierto. Saldrá adelante porque el deseo de contar historias, de crear imágenes y transmitirlas a los demás es tan fuerte, que siempre habrá cineastas dispuestos a rodar. Pero también es verdad que un país que no se preocupa de que su identidad quede reflejada en su cultura, en su cine, en sus productos audiovisuales, difícilmente podrá competir en un mundo donde otros sí lo hacen. Miremos a Francia, a Alemania, a Estados Unidos. Todos protegen su cine, porque entienden que es una cuestión de Estado.
¿Cuál es tu próximo proyecto y en qué fase está?
P. F./ Casi seguro que haré una comedia. Y me apetece especialmente por el reto que supone cambiar radicalmente de género. Y también porque noto que, en estos momentos que vivimos, necesito reírme y, si yo lo necesito, imagino que los espectadores también. Por eso quiero trabajar en este género en estos días, para proporcionar, si me sale bien, momentos de risa a los espectadores. Para reírnos juntos y así coger fuerzas para indignarnos y dar las inexcusables batallas que tendremos que luchar los próximos tiempos.
¿Con qué actores te gustaría trabajar?
P. F./ Con tantos que sería una lista inmensa. Cada actor, cada actriz, son un mundo por descubrir para una directora. El trabajo con cada uno de ellos se convierte en una aventura que puede parecerse al trabajo anterior, pero nunca es lo mismo. Hay que tener en cuenta que un equipo técnico, una cámara, un software de montaje, siempre van a reaccionar igual ante operaciones iguales, pero un actor no. Cada actor reaccionará distinto aunque esté haciendo el mismo personaje y eso convierte su trabajo con el director en lo más estimulante de todo un proceso de rodaje. Por eso querría trabajar con muchos y volver a trabajar con los que ya lo he hecho para continuar esa aventura. Ya tuve la oportunidad de dirigir al más carismático y sabio de los actores, Fernando Fernán Gómez. Con él ya no podré volver a hacerlo, pero sí, por ejemplo, con Marina Comas, Albert Baró y Álex Monner, los tres protagonistas de Los niños salvajes, y podré volver a disfrutar de su tremenda intuición, inteligencia y dedicación.
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