Festival de Cannes 2015. Round 7. La hora de Apichatpong
Sigue la avalancha de películas en el Festival de Cannes. En el día de hoy el cine social y de cinematografías distantes fueron los protagonistas.
Han terminado el mercado y la industria francesa vuelve a sus cuarteles de invierno. Ahora es el momento del tailandés Apichatpong, del filipino Brillante Mendoza y de otros habituales del cine de autor planetario. Hay que saber, por tanto, lo que se va a ver: momentos dorados encapsulados en historias crípticas, puestas en escena manieristas pero de probada potencia visual.
Nos ha gustado Apichatpong, quizá Cementerio de esplendor sea su cinta más accesible. Brillante entrega un docudrama emocionante sobre los efectos de un desastre natural en Tacoblan.
También ha vuelto potente Jacob Van Dormael que había ganado público con su Mr. Nobody pero perdido autoría. Su Evangelio es un poco tosco como alegoría pero pura dinamita visual. Por último, Mustang es hija del nuevo cine turco, un apreciable retrato de la nueva juventud del país.
Cannes es un Festival tan grande que en el caben todos los otros Festivales. En general, la Sección Oficial tiene un nivel alto quizá solo equiparable al de Toronto; pero es verdad que en las secciones paralelas uno se encuentra con películas con el aroma particular de otros eventos.
Lejos de conspiraciones y ansiedades eventuales, el Festival continúa llenando el depósito del resto de muestras, como las españolas de Gijón, Valladolid, San Sebastián… Por aquí están sus directores tomando buena nota. Lo que aquí se ve, va a ser el centro de debate cinéfilo en el tiempo que viene.
En otro orden, ayer pasamos a una nueva dimensión en cuanto a fiestas. Nos pusimos la careta de productor y accedimos al evento organizado por el Instituto de Cine Brasileiro. Bossa, productos típicos, y caipiriña para lubricar los acuerdos entre productores latinoamericanos. Las fiestas en la playa tienen sus ventajas, cuando estas saturado puedes perderte en las hamacas y recuperar sueño.
Después de las fiestas de tarde vienen las fiestas nocturnas y tras ellas el after no oficial de Cannes, un bar en un esquinazo conocido como el Petit Majestic que es algo así como el Callejón del Gato de Luces de Bohemia donde para todos los jóvenes rockeros del periodismo y la producción. Aquellos que dentro que algún día colaran sus películas en la sección oficial o -quien sabe- entrarán en la codiciada shortlist de que reúne a los posibles nominados al Oscar a mejor película extranjera.
En el Petit se habla de todo lo que preocupa, entre humo de cigarros y miradas furtivas transnacionales, el gran debate de este curso tiene que ver con la intención de la Comisión Europea de establecer una Directiva que garantice la libre circulación del copyright en el territorio de la Unión. Los productores se han levantado en armas, se temen que todo sea una consecuencia de las presiones de poderosos lobbys como Amazon, Google y Netflix para mover sus contenidos con mayor libertad.
También se habla mucho de un movimiento retro de revival del soporte fotoquímico. Los verdaderos autores del Festival están rodando con celuloide, se reniega de la imagen digital. La teoría dice que el digital es el único avance de la historia del cine que supone un retroceso. Así el complemento de moda de las actrices que desfilan por la alfombra roja no es el bolso Gucci sino la vieja cámara Leica metálica y abollada. Si se trata de una moda pasajera o de una involución real el tiempo lo dirá. Cada dosis de nitrato que hemos consumido la hemos saboreado como un habano caro. Algo sabrán Tarantino y Nolan, cuando exigen rodar en 35 mm.
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