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Festival de Cine de Sevilla: comedia, drama y ficción desde el ángulo de las obsesiones

La jornada del Festival de Cine de Sevilla comenzó ayer con lluvia en todos los sentidos. Sin embargo, las intemperies no mermaron el ánimo para afrontar las películas de esta decimoquinta edición.

Dejando chubasquero y paraguas a un lado, vimos la cinta griega Pity, que traducido significa «pena», pero que su director, Babis Makridis, relaciona más con la idea de compasión. Un tema que nació de un personaje real, amigo del cineasta.

Con una propuesta sencilla, gira en torno a un hombre abatido por la tristeza ante su esposa en coma. Llorar y recibir palabras de aliento de su núcleo más cercano, se convierte en el leitmotiv de este abogado interpretado por el humorista Yannisv Drakopoulos, a quien Makridis preguntó en primer lugar si era capaz de llorar, «porque en la película iba a llorar mucho». 


Makridis define la cinta como género de comedia, sin embargo el drama está muy presente, en la actitud de este personaje «que tiene todo: una familia maravillosa, una casa preciosa en un entorno espectacular, un perro, un barco, pero está empeñado en destrozar la belleza, que es, en sí mismo, un oxímoron». Esta actitud como tema va desplegando poco a poco la trama hasta alcanzar unos tintes dignos de Yorgos Lanthimos. No en vano, su coguionista, Efthymisb Filippou, ha escrito también Canino, Alps, The lobster y El sacrificio de un ciervo sagrado.

Esta es la segunda película dirigida por Makridis, que hace un mes se estrenó en Grecia y hoy participa en la Sección Oficial del SEFF, para demostrar que una realidad como la obsesión puede despertar risa, lástima, incomodidad y rabia, y, sobre todo, generar debate y controversia, por la forma en que es narrada.

Escribir para vivir

Si de obsesiones hablamos, tenemos que detenernos en Scary mother. Una mujer de cincuenta años se empeña en ser novelista y para ello se aísla de su familia y de sí misma. Escrita y dirigida por Ana Urushadze, el planteamiento es una reflexión sobre el rol de la mujer en la sociedad actual. 

Manana, interpretada por la actriz Nato Murvanidze, está muy lejos de querer ganar el nobel de Literatura, tampoco pretende crear un best seller, pero en esa narrativa con la cual a menudo marca su brazo, busca alzar la voz de sus propias frustraciones y miedos.

La combinación del guion, con los movimientos de cámara, introducen al espectador en un drama intimista, que se entiende mucho mejor en los últimos quince minutos.

Casa de verano: locuras de familia

La actriz y directora italiana Valeria Bruni Tedeschi muestra también en esta película sus fantasmas interiores pero en clave de desequilibrada comedia familiar que puede llegar a hastiar. A la citada Casa de verano acude Anna, una guionista –alter ego de Valeria– que va a pasar sus vacaciones y a escribir su guion, junto a su hija adoptiva y otros familiares, tras una recentísima ruptura sentimental.

En el marco de un paisaje idílico, la cineasta saca a pasear, sin complejos y con bastantes dosis de autoparodia y cinismo, sus autorreferenciales películas, las extravagancias de su familia, y su ruptura con Louis Garrel.

Acompañan a Bruni Tedeschi en el reparto Riccardo Scamarcio, a quien hemos visto en el festival en Euforia, y su amiga y compañera de profesión, la otra Valeria, Golino, que también tiene papel en esta película.

Mágica

¿Se puede alguien obsesionar por ser justa?, ¿o por venganza? Pues abróchese el cinturón como recomiendan las azafatas, antes de montarse en un vuelo que lo transportará a una magia inexplicable y segura con Border, para descubrir, además, que ambas tendencias, justicia y venganza, caminan hacia un divorcio seguro. 

Ali Abbasi es el responsable de esta propuesta que adapta la novela de John Ajvide Lindqvist y presenta a Tina (Eva Melander), una oficial de aduanas que carece de belleza física, pero cuenta con un fino olfato que la lleva a descubrir casos y a aportar seguridad en su lugar de trabajo. Vore, un personaje con las mismas características físicas de Tina, entra en ese juego de fabulas y rompe con la cotidianidad de la protagonista.

La narrativa visual de la película sostiene el hilo, y también el suspense en los espectadores, pues está contada para que cada cuadro despierte un signo de exclamación.

Una característica que se le agradece al director, así como a la actriz principal y a todo el equipo técnico, es ese toque de sensibilidad que danza como un hada, sin varita pero mágica.

Cristina Abad/ Adriana Ciccaglione

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