El Festival de Málaga 2020 (XXIII edición) pasará a la Historia de este certamen por ser el primer festival de cine que se atrevió a desafiar al coronavirus. A principios de marzo todo estaba preparado para que la ciudad andaluza volviera a desplegar su alfombra roja en un evento que supone cada año una fiesta para el cine español que, de una manera cercana y alegre, se encuentra con su público. Málaga no es un festival especializado como Sitges o la Seminci y no goza, por supuesto, de la internacionalidad de San Sebastián, pero puede presumir, y presume, de ser un festival asequible y divertido. No pudo ser en marzo. La Covid-19 fue clausurando eventos en cascada y el Festival de Málaga tuvo que colgar el cartel de suspendido. La semana que muchos íbamos a pasar cubriendo el evento fue la primera que pasamos confinados en casa.
Pero si Málaga fue uno de los últimos en cerrar, también fue uno de los primeros en abrir. Con grandes medidas de seguridad, los organizadores se atrevieron a celebrar el festival la última semana de agosto. El resultado fue un éxito y una prueba de que la cultura puede ser muy segura.
El triunfo de Las niñas
Aunque, con el cambio de fechas cayeron algunos títulos de la programación, el Festival de Málaga 2020 mantuvo un nivel de calidad notable. Desde su proyección, el primer día de Festival, la opera prima de Pilar Palomero, Las niñas, se convirtió en la gran favorita. Palomero reconstruye, con un tono nostálgico y crítico a la vez, la España de los 90 a través de la mirada de una adolescente alumna de un colegio de monjas. Además de la reconstrucción histórica, sumamente fiel en lo que supone de documentación y algo más sesgada en la interpretación, la película sobresale por el nivel de sus intérpretes, algunas jovencísimas, y por un plano final que es toda una lección de cómo cerrar una historia. Las niñas consiguió la Biznaga de Plata a la mejor película y a la mejor fotografía.
Otra mujer, en este caso la veterana cineasta Icíar Bollaín, se llevó a casa el premio del Jurado por La boda de Rosa, una agridulce reflexión sobre la situación de muchas mujeres que se encargan del cuidado de los suyos sin que nadie sea consciente ni del coste personal ni del valor e importancia que tienen estos cuidados.
Sin premio se quedaron algunas películas que contaron y contarán, sin duda, con el interés del público. Achero Mañas presentó Un mundo normal, un emotivo drama sobre la paternidad que no llegó a convencer a la crítica pero que descubrió a una actriz enorme: Gala Amyach, que no es otra que Laura Mañas, hija del propio Achero. Síganle la pista.
También había muchas ganas de ver Hasta el cielo, lo último de Daniel Calparsoro. ¿El resultado? Tibio. Una película bien rodada, que arranca muy bien, pero que termina presa de sus propias repeticiones y lugares comunes.
A las decepciones hay que añadir A este lado del mundo, la nueva película de David Trueba, que tiene tan buenas intenciones como escasa entidad dramática, y Black Beach, un thiller muy ambicioso interpretado por Raúl Arévalo, que confirma que su director, Esteban Crespo, necesitaba algo más de rodaje antes de lanzarse a una película de acción. La impecable producción no consigue elevar una historia atropellada y caótica.
En el otro extremo, en el de las sorpresas, está El inconveniente, una película muy pequeña, interpretada por dos buenas actrices, Kity Manver y Juana Acosta, que consiguió -entre otras cosas- un merecido premio del público.
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