Festival Internacional de Cine Histórico de La Laguna (FICHLA)

Festival Internacional de Cine Histórico de La Laguna (FICHLA)

Si algo se podía prever de estos cinco días de Festival Internacional de Cine Histórico de La Laguna (FICHLA) era que «Copying Beethoven» se llevaría el premio al mejor largometraje. Si San Sebastián había dejado que la película de la Holland se marchara en blanco, no podía suceder lo mismo en un Festival dedicado al género histórico. Además, sobresalía en calidad respecto a las otras producciones a concurso, incluida «Buenos Aires 1977: Crónica de una fuga», galardonada con el premio Testigo de la Historia. El director argentino Israel Adrian Caetano hace una reconstrucción correcta de los cuatro meses que pasó secuestrado Claudio Tamburrini en un centro clandestino de detención de la dictadura argentina. A pesar de las buenas interpretaciones de los actores, su narración fría y sin sorpresas aleja el entusiasmo del espectador.

 

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Pero la gran triunfadora del FICHLA de este año ha sido sin duda Five Days (Chamisa Yamim), el extraordinario largometraje documental sobre la retirada obligada de los colonos israelíes de la Franja de Gaza del 10 al 15 de agosto de 2005. Uno de los protagonistas, Raffi Ben Bassat, líder de la resistencia cívica contra el desalojo, recogió los dos premios de la sección oficial de documentales, en nombre del director Yoab Shamir. Quizá este mismo hecho destaque la calidad de una auténtica filmación histórica que nos permite asistir al hacerse de los acontecimientos con una simultaneidad sin precedentes. Al filmar a los protagonistas desde su propia actuación y no como meros entrevistados, el espectador advierte que tiene los elementos necesarios para comprender lo que pasó. Lo mismo sucede a los participantes en el acontecimiento. El mismo Raffi Ben Bassat, a pesar de que en el documental se hace patente el radicalismo de los colonos, se mostraba satisfecho del resultado y nos decía: «así fueron esos cinco días: eso es lo que pasó». Un ejemplo, por tanto, de cómo el cine documental puede contar la historia respetando toda su complejidad.

En una edición que conmemora a Mozart y marcada por el éxito de Copying Beethoven  y el preestreno de Antonio Vivaldi, se puede afirmar que los premios FICHLA 2006 han conseguido armonizar opiniones, tantas veces encontradas, de los jurados, la crítica y el público.

Una sección oficial de largometrajes irregular

Si el sentido común y cinematográfico se impuso en el jurado presidido por Vicente Aranda al premiar Copying Beethoven, resultó injustamente olvidada la interesante Kilometre zero, coproducida por Francia y el Kurdistán y dirigida por Hiner Saleem, conocido escritor kurdo, famoso por su autobiografía El rifle de mi padre. La primera película que Saleem ha podido rodar en su tierra, tras volver del exilio impuesto por el régimen de Sadam Hussein, es una comedia dramática, a mitad de camino entre el film bélico y la road movie.  El guión, del  propio Saleem, consigue arrancar la sonrisa del espectador sin dejar de conmoverle con las duras secuencias del genocidio kurdo.

Este difícil equilibrio se echa de menos en la cuidada producción austríaco-alemana Der henker, dirigida por el suizo Simon Aeby. La bella fotografía y un acertado casting no consiguen animar esta historia demasiado previsible. Es una pena, además, que la buena ambientación histórica no vaya acompañada de una contextualización de la época -los comienzos de la Reforma protestante- más rigurosa, porque los tópicos de la cultura popular y el maniqueísmo juegan en contra de la credibilidad de la trama. Simon Aeby, presente en el Festival, con ya tres largometrajes en su haber, se muestra como un director hábil y eficaz. Esperemos que la historia de su próxima película, un guión escrito por él mismo con estructura coral y el miedo a la responsabilidad como telón de fondo, permita aprovechar mejor sus cualidades.

Tampoco la rusa Gaspartum consiguió atrapar el público. La preciosa fotografía de San Petersburgo y la conseguida recreación de los primeros años de la Primera Guerra Mundial constituyen el precioso envoltorio para una historia endeble. La pasión de dos hermanos por el fútbol y la iniciación sexual de uno de ellos, cargan la película con secuencias largas y gratuitas de partidos de fútbol y relaciones sexuales, en ambos casos exentas de alma por ser demasiado explícitas. Los personajes apenas evolucionan a lo largo del metraje, a pesar del paso de los años y los duros acontecimientos relatados. El joven director, Alexey Duerman Jr., hijo del realizador del mismo nombre, demuestra que ha asimilado las maneras de Michalkov, pues la influencia de Quemados por el sol es evidente. Pero no acierta en la difícil conjunción entre la historia personal y la gran historia, quedándose en una producción que es un bello estuche vacío.

La grata sorpresa de Antonio, guerriero di Dio, parecía haberse desvanecido al terminar el festival. Pero conviene recordar esta biopic sobre San Antonio de Padua como una muestra del partido que están sacando en Italia de los personajes de su patrimonio histórico y religioso. Alejado de toda beatería, la historia de Antonio llega al espectador por su compromiso vital con la justicia, la verdad y la fraternidad entre los hombres. Jordi Mollá ha sabido dotar a Antonio de humanidad y fondo espiritual, realizando un gran trabajo interpretativo, especialmente con su dicción en italiano con acento portugués. Lucia Di Spirito, productora de la película presente estos días en Tenerife, confirmó la buena acogida que ha tenido en Italia y en el resto de países europeos donde se ha distribuido y aclaraba que «no es un film para católicos, sino para cualquier persona a la que interese la historia de un hombre, un revolucionario que quiso cambiar las injusticias de su época y lanzar un mensaje de amor en un mundo violento».

Los documentales sí hacen historia

La alta calidad cinematográfica y documental de Five days no brilló sola en la sección oficial de documentales. Se han exhibido interesantes propuestas internacionales y el papel de España ha sido muy lucido, gracias a un valiente documental sobre la guerra civil.

La propuesta francesa, presentada por el canal ARTE FRANCE aportó un brillante largometraje documental para TV titulado Révolutions: mode d’emploi, dirigido por la prestigiosa Tania Rakhmanova, presente en el festival, que intenta comprender la gestación de las denominadas «revoluciones naranjas» acaecidas en Serbia, Georgia y Ucrania a principios de este siglo. Si la producción israelí destacaba por convertir al espectador en testigo privilegiado del acontecimiento histórico, Révolutions: mode d’emploi introduce la historia en el laboratorio y desentraña su composición. El resultado es una inteligente descripción de los ingredientes de toda revolución democrática y una receta para deshacerse de dirigentes autoritarios sin derramamiento de sangre. Al descorrer el telón de la historia se muestra a los verdaderos protagonistas que movieron los hilos de esas revueltas espontáneas. Sorprende ver que son jóvenes altamente comprometidos con la democracia los que movilizan a sus coetáneos para convertirse en catalizadores del cambio social. La acertada combinación de entrevistas, imágenes de archivo de TV y material de uso interno de los movimientos juveniles revolucionarios crean una apasionante clase de historia real, de la que no alcanzan a reflejar los medios de comunicación ni los libros de texto.

De Polonia llegó Portrecista, el estremecedor testimonio de Wilhelm Brasse, fotógrafo de Auschwitz: un prisionero polaco obligado a poner su saber profesional al servicio de los verdugos nazis. Sus comentarios sobre las fotos que tuvo que hacer de los prisioneros, los kapos y los crueles experimentos del doctor Mengele son escalofriantes. Se echa de menos, sin embargo, una mayor profundidad en un tema que plantea terribles cuestiones sobre las relaciones entre la  imagen y el ser humano. Algo se puede intuir cuando Brasse relata cómo, al ser rescatado del campo de concentración nunca más pudo ejercer su profesión de fotógrafo. Y es que, quien ha fotografiado el horror sabe que la objetividad de la imagen no puede protegernos de la realidad.

La batalla del Ebro, de Jorge Martínez Reverte puso un broche de oro a la sección oficial. Este documental, realizado por Pedro Arjona, se basa en el libro del mismo título publicado por Martínez Reverte en 2003.  Producida por RTVE, se exhibía por primera vez en formato de largometraje, pues originalmente está estructurada en capítulos, lo que provoca  pequeñas distorsiones fácilmente salvables. Como afirmaba Arjona, presente en el festival, la película intenta ofrecer una imagen subjetiva de la batalla a través de los recuerdos de combatientes de ambos bandos y de imágenes de los escenarios naturales en la actualidad. El efecto queda ligeramente subrayado por unos planos reconstruidos que surgen en los lugares de la batalla como fantasmas del pasado, mediante tenues fundidos. El rigor histórico que enmarca estas visiones subjetivas es muy destacable. Para comprender el acontecimiento de la batalla, las imágenes de archivo recuerdan el contexto histórico del curso de la guerra y de los acontecimientos internacionales. Así se puede comprender mejor la necesidad del gobierno republicano de afrontar una batalla de desgaste para intentar enlazar el conflicto con la inminente guerra mundial, al tiempo que coincidía con los objetivos de Franco de no sólo vencer al ejército republicano sino eliminar cualquier posible resistencia posterior de los vencidos. Una sabia combinación de historias personales con la objetividad del acontecimiento histórico sitúan a este documental muy por encima de los que últimamente se han realizado, impulsados por la corriente de recuperación de la memoria histórica.

El FICHLA crece y se consolida

La segunda edición del FICHLA se cierra con el buen sabor de boca de un festival de cine que se consolida. Además de las secciones oficiales, el público ha podido asistir a una completa oferta de películas sobre Mozart, con motivo de su 250 aniversario. Las relaciones entre Historia y Cine han girado alrededor del mito del Che Guevara y de la memoria histórica de la guerra civil desde otros países. Además de las proyecciones sobre ambos temas, se han celebrado mesas redondas en la que expertos internacionales han debatido entre ellos y dialogado con el público. Cabría destacar la siempre sugerente intervención de Vicente Sánchez-Biosca sobre las posibilidades históricas del documental y la importante presencia de especialistas alemanes de la talla de Wolf Martin Hamdorf.

También resultó interesante la nueva sección «Carta blanca» que Vicente Aranda aprovechó para proyectar Franco, ese hombre, de José Luis Saenz de Heredia. El motivo de tan curiosa elección lo explicaba él mismo: «cuando la vi en su momento me hizo mucha gracia pero no pude reírme; ahora quiero verla otra vez para poder reírme a gusto». La sorpresa que se llevó el público fue la misma del director español. En el coloquio posterior, Aranda comentó que la película se centraba más en los acontecimientos históricos que en la persona de Franco, y que se notaba la buena factura de Saenz de Heredia para conseguir un documental menos hagiográfico que lo que se podría suponer. No obstante, resaltó, son precisamente las apariciones del director en pantalla para entrevistar a Franco las que actualmente sí producen hilaridad, por el excesivo servilismo que se aprecia.

Pero, quizá haría falta un buen documental como el vencedor Five days, para revelar que de las cosas más interesantes que pasaron en el FICHLA fueron los conatos de organizar un futuro mercado audiovisual para los documentales históricos. El discreto pero eficaz papel de Manuel Llamas, representando al ICAA, y la presencia de productores como Mercedes Rico, de Canal Historia, pueden haber puesto las bases para que la edición del FICHLA de este año sea realmente histórica.

Alvaro Matud Juristo

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