Holmes, del papel al celuloide

Es uno de los personajes de ficción que más veces se ha llevado a la gran pantalla, junto con el conde Drácula o Tarzán

Robert Downey Jr y Jude Law en Sherlock Holmes
Robert Downey Jr y Jude Law en Sherlock Holmes (2010)

Sherlock Holmes, del papel al celuloide | Creado por Sir Arthur Conan Doyle en 1887, el detective más famoso de la Inglaterra victoriana se mantiene más vivo que nunca. Su propio autor intentó matarlo en alguna ocasión, pero su éxito entre los lectores de la época fue tal que, al final, siempre acababa resucitando. Holmes sobrevivió incluso a su creador: cuatro novelas y 56 historias cortas no bastaban para unos lectores ávidos de más misterios y, sobre todo, de más muestras del ingenio ilimitado de su protagonista (acompañado siempre por su fiel ayudante Watson), y se comenzaron a publicar obras apócrifas, en ocasiones adjudicadas al propio autor.

Por supuesto, el cine no ha podido dejar de hacerse eco de la popularidad de uno de los personajes literarios más amados y reconocibles. Tanto en adaptaciones de Conan Doyle como en casos originales, el detective ha mantenido su ingenio siempre vivo. Robert Downey Jr. y Jude Law son los últimos de una larga lista de Holmes y Watson cinematográficos.

- Anuncio -

Para comprender la importancia de Holmes en el cine, habría que decir que es uno de los personajes de ficción que más veces se ha llevado a la gran pantalla, junto con el conde Drácula o Tarzán.

Entre las primeras interpretaciones, destaca la que hizo John Barrymore, abuelo de la actriz Drew Barrymore, en una cinta muda de 1922; o Francis Ford, hermano del director John Ford en la adaptación de Estudio en escarlata en 1914. Otro actor que dejó huella con su interpretación de Sherlock fue el norteamericano William Gillete en 1916, quien adaptó al cine una obra de teatro escrita por el propio Doyle. La actuación de Gillete ayudó a configurar la imagen del personaje. De hecho, es a partir del libreto utilizado como nace la tan famosa frase «Elemental, querido Watson», que Doyle nunca usó en sus relatos.

La Universal, en la década de los cuarenta, inició una serie de películas célebres sobre Holmes encarnadas por Basil Rathbone (Holmes) y Nigel Bruce (Watson). Rathbone rodó junto a Bruce 14 filmes, en los que al principio la trama se centró en el III Reich como enemigo del detective, aunque más tarde los malvados se normalizarían. Tras el abandono de Rathbone por el aburrimiento que le causaba el personaje, se abría otra época para Holmes, en este caso encarnada por Peter Cushing en El perro de Baskerville (1959). Lamentablemente, la película fue un fracaso, y ello imposibilitó la prosecución de todo un ciclo del personaje encarnado por Cushing.

El testigo lo cogió Christopher Lee en 1962 en una coproducción entre Alemania, Francia e Italia titulada El collar de la muerte. En esta cinta se hacía alusión a Jack el destripador, nuevo enemigo de Holmes. Cinco años más tarde es Billy Wilder quien versiona al detective en La vida privada de Sherlock Holmes (1970), en la cual se juega con la misoginia del personaje, y se sugiere, y al tiempo se derriba, una relación homosexual entre los dos protagonistas.

La siguiente adaptación merecedora de mención aparece en 1978, Asesinato por decreto, en la que se vuelve a ver un cara a cara entre Holmes y el destripador. Pero esta vez, acorde con nuevos tiempos, más espectaculares, se alían conjuras masónicas, drogas alucinógenas y corrupción.

Otro título que habría que citar es El secreto de la pirámide (1986), de Barry Levinson, una cinta que bucea en el pasado juvenil del detective mostrando su precoz habilidad para resolver misterios. En el mismo año, Disney lanzó Basil, el ratón superdetective. Esta película de animación se centraba en las aventuras de dos ratones detectives que viven en el mítico apartamento de Baker Street donde escuchan cómo Holmes y Watson comentan sus complicados casos.

Aún habremos de citar otra obra peculiar, como es Sin pistas, una obra fresca gracias a sus intérpretes y a una trama un tanto original. El doctor Watson es un escritor afamado por sus narraciones ficticias de Sherlock Holmes; pero el éxito llega a tal punto que se le demanda que el sagaz detective sea presentado en sociedad, por lo cual habrá de buscar a un actor, un tal Reginald Kincaid, acabado y alcoholizado, amén de notoriamente idiota. Embarcados en una aventura, habrá de ser el inteligente Watson el que haya de sacar de problemas al torpe Holmes

En fin, no cabe duda que, después de más de un siglo, desde que en 1887 Sir Arthur Conan Doyle nos presentase a ese detective en Estudio en escarlata, la llama de esa fascinación prosigue viva.

Suscríbete a la revista FilaSiete