Inicio Noticias Actualidad del Cine La Bella y la Bestia en el cine y la literatura

La Bella y la Bestia en el cine y la literatura

La primera versión de este cuento es llevada al cine en 1945 por el director francés Jean Cocteau (La Belle et la Bête)

La Bella y la Bestia

La Bella y la Bestia en el cine y la literatura

· La Bella y la Bestia en el cine y la literatura. La primera versión de este cuento es llevada al cine en 1945 por el director francés Jean Cocteau (La Belle et la Bête).

Lo que la Bestia esconde

En el maravilloso mundo de los cuentos hay un aspecto muy singular relacionado con la autoría, y es que queda a un lado, en virtud de una buena historia porque, ¿cuánta gente podría formular el nombre del escritor que materializó el relato de Caperucita Roja?… Pues sí, el pobre Perrault queda olvidado y su historia pasa de generación en generación (aunque dicen que el máximo deseo de un creador es que su obra sea eterna).

La controversia de La Bella y la Bestia es doblemente compleja, y no solo importa poco su autoría, sino que la propia historia ha estado sujeta a múltiples interpretaciones a lo largo del tiempo según la mano que le da forma.


La más antigua tiene relación con una de las obsesiones más irrebatibles de la humanidad: la Bestia representa a la muerte que viene para hacer compañía a la hermosa Bella, maltratada física y psicológicamente por sus hermanas en el tránsito hacia la otra vida.

No podemos obviar la similitud que ofrece con este relato el filme Conoces a Joe Black, en el que la muerte acompaña a una bella joven en el desafortunado trance de una enfermedad terminal que está acabando con la vida de su padre.

La cuestión principal que preocupa al lector no es tanto su autoría original como el sentido que ha de dársele a una obra cuya dimensión filosófica comprende la búsqueda de la beldad en su dicotomía física y psicológica. Ya se contempla desde los tiempos de Apuleyo en su libro El asno de oro. Posteriormente, en 1550, Gianfrancesco Straparola recrea la historia original. En 1740, la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve también novela la historia.

La versión escrita que se convirtió en fuente de inspiración para versiones posteriores, fue publicada en 1756 por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, y presentaba una visión diferente en la que se ponía de manifiesto el derecho a la libre elección de marido por parte de la mujer, relegada en aquella época a simple juguete en manos de los hombres. Un tiempo en el que padres y maridos ignoraban la decisión de sus hijas y esposas, y en el que la figura del cónyuge se recreaba a través de una bestia despiadada que imponía su voluntad, ajena en todo momento a los deseos de la mujer, que tenía que soportar todo lo que se decidiera en lo referente a su vida personal.

En España, durante la época neoclásica, Leandro Fernández de Moratín se hizo eco de esta realidad que azotaba la sociedad imperante y sumía a las mujeres en la servidumbre más hostil personificada en la figura del hombre. Por un lado, la del padre que concertaba el matrimonio sin contar con la opinión de las hijas y, por otro, la del aspirante que podría ser un hombre despiadado o sesenta años mayor que ella. En esta ocasión, el final era feliz y la figura femenina encontraba una salida, ya que tras una serie de acontecimientos se ponía este hecho de manifiesto, en busca de una renovación moral en la sociedad de la época, con obras como El sí de las niñas.

La beldad frente a la fealdad es una dicotomía muy atractiva, que en numerosas ocasiones se ha pues­to de manifiesto en el mundo li­terario; de hecho, fue el tema estrella en el Barroco. Recordemos la fi­gura de Góngora con su Polifemo, don­de el autor cordobés pone de ma­nifiesto esta realidad. En el caso del movimiento francés, cuyo máximo exponente fue Paul Verlaine (de­cadentismo), se busca la belleza en lo malsano y lo enfermizo y así lo demuestra en sus Poemas Saturnianos. O en el romanticismo, con novelas como Frankenstein, de Mary Shelley.

El cine ahonda en esta temática en cintas como El hombre elefante, o incluso las diferentes versiones de King Kong, jugando con el horror frente a la belleza y el triunfo de esta última que consigue aplacar a la bestia, seducida por la bondad que la salva de las garras de la barbarie.

También destacan diferentes versiones del Fantasma de la ópera y Quasimodo y la gitana, donde la temática es recurrente y se aspira a la devoción de la belleza convirtiendo a la bestia en un ser casi inofensivo.

La Bella y la Bestia en el cine

La primera versión de este cuento es llevada al cine en 1945 por el director francés Jean Cocteau (La Belle et la Bête), con la inclusión de un personaje que cobra vida como el pretendiente obstinado de Bella, que será castigado invirtiendo el hechizo de la Bestia en su propia persona cegado por la avaricia. Ocupó el puesto 26 de la lista de las 100 mejores películas de la historia del cine publicada por Empire.

En 1952 se rueda una versión animada, con la peculiaridad de usar la llamada «Vieja Lengua Eslava Oriental». Utiliza la técnica del rotoscopio (consiste en una máquina que permite a los animadores diseñar imágenes, también utilizada para efectos especiales). En 1978, el cine checoslovaco presenta la película Panna a Netvor (La Bella y la Bestia), de Juraj Herz, que es una de las más prestigiosas para los expertos en cine fantástico. Herz ganó por este filme el premio al mejor director en el Festival de Sitges.

En 1987, Rebecca de Mornay y John Savage protagonizaron una adaptación musical dirigida por Eugene Marner. Pero la versión que se ha convertido en fuente de inspiración para el estreno del pasado mes de marzo pertenece a la factoría Disney (1991), y está basada en la versión revisada y abreviada de Leprince de Beaumont.

La cinta optó al Oscar a mejor película, ya que en aquella época no existía ese galardón para el cine de animación. Aún así, se hizo con dos estatuillas, una a la mejor canción original y otra a la mejor banda sonora. Cuenta la historia de un ser egoísta que una hechicera tuvo que intervenir mediante una maldición extensiva a todos los miembros del palacio, a los que convertía en utensilios y menaje de hogar, dando así un vuelco a todo lo anterior y dotando de gran originalidad a la película, que fue muy bien acogida por adultos y niños (ratifico que hoy en día sigue teniendo la misma frescura de hace veintiséis años cuando la he vuelto a ver con mi hija).

La última versión dirigida por Bill Condon y protagonizada por Emma Watson (la eterna amiga de Harry Potter) y Dan Stevens (Downton Abbey), guarda similitud con la de animación, lo que puede convertirse en algo tremendamente peligroso, pues el público tiende a establecer un constante paralelismo, que con toda sinceridad mucho me temo que se desarrolle en desigualdad de condiciones.

Suscríbete a la revista FilaSiete

Salir de la versión móvil