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La gran pantalla del Festival de Cine de Sevilla muestra su rostro más social

Donbass

La gran pantalla del Festival de Cine de Sevilla muestra su rostro más social

El Festival de Cine de Sevilla, en esta decimoquinta edición, apuesta por mostrar en la gran pantalla dramas sociales, historias locales que son universales y miradas a contextos que se conocen solo de forma superficial, para adentrarse en esas vidas y en esos mundos.

Enferma

«Todos tenemos una madre. Y esa madre de cada uno, la tuya, la mía, la de él, está enferma. Es la madre patria», dice una oficial, mujer y militar, en Donbass, película escrita y dirigida por Sergei Loznitsa.

Este drama, porque toda guerra será siempre un drama, es un retrato de lo que marcó la actualidad de Ucrania oriental en 2014 y 2015. Muchos cuadros, muchas historia, sin un hilo conector.


El director nos narra una situación de violencia y corrupción en diversos ámbitos sociales y de diferentes formas. Es como quererle mostrar a la visita que llegó un domingo por la tarde a tu casa, todos los álbumes, sin matices ni guía entre esos trece episodios. Para ello, se apoya en vídeos caseros y comunitarios que le sirven como soporte y que forman parte de este largometraje como material audiovisual histórico.

El drama moral

Navegar siempre es posible. Tomar el timón y el mando, a veces se hace más difícil.

Styx, el filme escrito y dirigido por Wolfgang Fischer, nos sumerge en un velero, el mismo que conduce su protagonista (Susanne Wolff), quien a través de su actuación logra que los espectadores sientan temor, impotencia, tristeza. Es un relato psicológico, de la situación de migrantes que todos los días emprenden un viaje sin destino certero.

El filme carece de palabras, ya que las imágenes lo dicen todo. El director juega con eso, con primeros planos que le muestran al espectador la inmensidad del océano, con el nudo en el que se desarrolla la trama.

De esa mirada general, pasa a encuadres más cerrados, a planos detalles que se acercan a miradas y gestos.

Styx es un grito de auxilio que se registra como una película de ficción, pero que nos muestra un drama moral.

La mano de cariño

Richard Billingham es el director de Ray&Liz pero también es el hijo de Ray y Liz. Su primer largometraje muestra lo que él vivió en su infancia. Es un relato autobiográfico descrito de manera sencilla pero sin carencia de detalles.

Billingham ya mostró esa realidad en unas fotografías que formaron parte de la exposición Sensation (1997), así como en su libro Ray’s a Laugh (1996). Ahora, en el cine, presenta las carencias afectivas y de valores que vio y vivió.

Es violencia, indiferencia, pobreza, miseria y falta de comunicación. Con actuaciones que acercan al público a ese drama familiar, así como con una fotografía a cargo de Daniel Landin (Sexy Beast), quien con su lente entra a esos espacios íntimos que desagradan. Nunca una mosca fue tan perturbadora, nunca una mano pudo ser lo más parecido al cariño. Unos puzzles, sobre la foto del hijo menor, indican lo roto que estaba ese hogar.

Lo mejor, dejar la hipocresía a un lado y contar, para que otros vean y aprendan de una lección familiar.

Entre traumas y amores

En efecto lo social está presente. Mia Hansen-Løve, directora francesa (El porvenir, Edén), trata de hacerlo con su más reciente largometaje: Maya.

Un joven periodista  de guerra, Gabriel (Roman Kolinka), ha sido liberado y a partir de este hecho comienza la historia. Solo que del problema social que implica estar secuestrado y encontrarse en una situación tan difícil como la de rehén, pasa a una relación de amor que transforma la película en una comedia romántica que empalaga.

Maya muestra un recorrido por India, donde los protagonistas recorren sus calles y costumbres. Con un final sin definir, la trama principal del filme recae sobre el personaje de Gabriel, por lo que el título del filme aún genera dudas y preguntas.

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