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La isla mínima, lo nuevo de Alberto Rodríguez

La película del director de Grupo 7 se estrena el próximo viernes 26 de septiembre

La isla mínima

La isla mínima, lo nuevo de Alberto Rodríguez

La película del director de Grupo 7 se estrena el próximo viernes 26 de septiembre.

1980. En un pequeño pueblo de las marismas del Guadalquivir, olvidado y detenido en el tiempo, dos adolescentes desaparecen durante sus fiestas.  Nadie las echa de menos. Todos los jóvenes quieren irse a vivir lejos y algunos de ellos se escapan de casa para conseguirlo. Rocío, madre de las niñas, logra que el juez de la comarca, Andrade, se interese por ellas. Desde Madrid envían a dos detectives de homicidios, Pedro y Juan, de perfiles y métodos muy diferentes que, por distintos motivos, no atraviesan su mejor momento en el cuerpo policial.

Una huelga de los trabajadores del campo pone en riesgo la cosecha del arroz, principal riqueza de la comarca, y dificulta las tareas de investigación de los dos policías.  Sin embargo, la investigación pone en evidencia que en los últimos años han desaparecido varias jóvenes más y que aparte del arroz existe otra fuente de riqueza: el tráfico de drogas.

Nada es lo que parece en una comunidad aislada, opaca y plegada sobre sí misma. En este difícil proceso, Juan y Pedro deberán enfrentarse a sus propios miedos, a su pasado y a su futuro.  Su relación se irá estrechando y sus métodos se harán parecidos.

Nacida en una exposición

Como indica el director de la cinta, Alberto Rodríguez (El factor Pilgrim, Grupo 7), la génesis de La isla mínima «parte de una exposición de fotos a la que acudí hace unos años con Alex Catalán, director de fotografía y buen amigo. El fotógrafo sevillano, Atín Aya, se había dedicado a captar los últimos vestigios de una forma de vida que se desarrolló en las marismas del Guadalquivir durante medio siglo. Muchas de las fotografías eran retratos de lugareños y desprendían una especie de resignación, desconfianza y dureza que acompañaba a aquellos rostros anclados en el pasado y que, con la mecanización del campo, quizás no tendrían sitio en un futuro inmediato. Éste fue mi primer contacto con La isla, un paisaje crepuscular, el decorado de un western de fin de ciclo».

Durante unos meses, en 2009, «Rafael Cobos y yo estuvimos planteándonos la posibilidad de escribir una ‘historia negra’ teniendo como inspiración la novela de Bolaño (2666) y películas como El cebo, de Vajda, Mistery of murders, Chinatown, Conspiración del silencio, etc. Decidimos ambientarla en 1980,  año de gran tensión entre las dos Españas;  esa tensión que, como un rechinar de dientes, tenía que oírse por debajo».

En cuanto al rodaje, «la marisma se nos aparecía desde el principio como un territorio inmenso, muy duro; magnético, pero realmente inhóspito y cruel. Y lo fue. Ha sido una película muy difícil de rodar, muy física para todos y cada uno de los miembros del equipo. La cosecha de arroz nos obligó a adelantar todo el rodaje. La climatología nos mostró todas sus caras, con máximas de 42 grados al final del verano y mínimas de 2 grados bajo cero, a finales de noviembre».

En este sentido, «casi de lo que estoy más contento es de haber conseguido mantener a los actores a resguardo de las ‘inclemencias’ del rodaje, de todas esas dificultades que afrontábamos a diario. Estoy realmente satisfecho del trabajo de todos, del esfuerzo y la intensidad durante los ensayos; de la concentración y creatividad».

Una historia muy real

Aunque La isla mínima es una ficción de principio a fin, «la película se adentra en la investigación de la desaparición de dos niñas. Encontrar personas desaparecidas sigue siendo una de las principales tareas de los investigadores de homicidios: tratar de encontrar seres humanos que se han desvanecido, perseguir el rastro de fantasmas. Se trataba de crear los acontecimientos de la película en base a la rutina de unos policías de hace casi cuarenta años. Y gracias al contacto con dos policías en activo, conseguimos mucha documentación de primera mano que nos sirvió para armar la trama. Así, comprobamos que los métodos policiales han cambiado enormemente; antes todo era mucho menos científico, había pocos medios, o casi ninguno».

Al final se contó con una trama muy fuerte, «que arrastraba la historia con potencia e integraba más a los personajes, por lo que decidimos inspirarnos en algunos acontecimientos reales sucedidos en aquellos años. Nos encontramos así con una película de corte clásico, en cuanto a la investigación y al desarrollo de los personajes; pero con un mar de fondo revuelto, denso, cenagoso, impenetrable… casi como el lecho de la propia marisma».

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