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La torre de Babel del rodaje de Babel

Alejandro González Iñárritu

La torre de Babel del rodaje de Babel

Rodada en el transcurso de un año en tres continentes, protagonizada por un reparto multilingüe encabezado por Brad Pitt, Cate Blanchett, Gael García Bernal, Kôji Yakusho, Adriana Barraza y Rinko Kikuchi, además de actores no profesionales procedentes de Marruecos, México y Japón, la película ha acabado siendo, para todos los que han participado en ella, un viaje físico y psicológico muy parecido al que realizan los personajes. El film cuenta la historia de unas personas a la deriva por las barreras culturales y la imposición de las fronteras, pero el director y su equipo se enfrentaron a estos problemas meses antes de que empezara el rodaje.

Para el director Alejandro González Iñárritu, hacer esta película ha sido el equivalente a un recorrido transformador. Según dice, ha sido el mayor reto fílmico al que ha tenido que enfrentarse y que ha cambiado a todos los que se han visto involucrados. “Babel cobró vida a partir de la necesidad moral de liberarme y hablar de cosas que me llenaban el corazón y la mente: el dolor que existe en el mundo, en lugares cercanos o distantes, simbolizado por el estudio de tragedias personales”.

“La realización de Babel ha sido en sí una especie de torre de Babel”, añade el director. “El rodaje no ha tenido nada que ver con lo que había hecho hasta ahora. En realidad, ha sido como rodar cuatro películas diferentes, intentando sumergirnos en cuatro culturas y no verlas desde un punto de vista foráneo. Para empezar, la logística ya era todo un reto, pero lo más difícil era la parte emocional e intelectual. Babel no sólo era un viaje externo, sino interno. Nos ha transformado a todos sin excepción. La película también cambió porque me vi obligado a reescribir cada historia según la cultura y las circunstancias”.

Alejandro González Iñárritu reconoce que la idea de rodar Babel es una causa directa de haber salido de su país natal y por su estado anímico actual. “Babel no contesta a la pregunta ‘¿De dónde soy?’ sino más bien a la de ‘¿A dónde voy?’”.

“Lo mejor de Babel fue que empecé rodando una película acerca de las diferencias que separan a los seres humanos, las barreras físicas y del idioma, pero en el camino me di cuenta de que estaba haciendo una película acerca de lo que nos une, el amor y el dolor. Es muy posible que lo que hace feliz a un marroquí y a un japonés sea muy diferente, pero lo que nos hace sentir mal es lo mismo para todos”, dice el director.

“Durante el rodaje tuvimos problemas muy parecidos a los que están en la película; la comunicación no fue nada fácil”, explica el Alejandro. “Babel depende de cientos de personas procedentes de diversos lugares del mundo. Por ejemplo, en el plató de Marruecos se hablaba árabe, bereber, francés, inglés, italiano y español. Incluso teníamos actores de la misma ciudad que no hablaban el mismo idioma; fue todo un reto conseguir que se entendieran”.

La película Babel, inspirada en la cacofonía de voces humanas que surgió de la torre bíblica, narra cuatro fascinantes historias que transcurren en puntos muy alejados del planeta, pero que de algún modo están unidos. Todo empieza a partir de un hecho trivial – un turista olvida un rifle de caza en Marruecos – que desencadenará una serie de interacciones personales y globales. Aunque vuelve a los temas de sus dos películas anteriores, 21 gramos y Amores perros, el destino y la interconexión, esta película va más lejos, es un lienzo mucho más grande desde el punto de vista emocional, intelectual y geográfico. “La única razón por la que estas tres películas pueden considerarse una trilogía, aparte de tener una estructura parcialmente coincidente, es porque, al fin y al cabo, son historias de padres e hijos. Lo son 21 gramos y Amores perros. A pesar de que hay temas sociales y políticos implícitos en Babel, no deja de ser un cuarteto de historias muy intimistas”, dice Alejandro González Iñárritu.

Uno de los objetivos principales del director era evitar a toda costa retratar las diferentes culturas desde el punto de vista convencional de un extranjero, pues destruiría la intimidad que el espectador crease con los personajes multiculturales. Para conseguirlo, se sumergió en lo que él describe como “un proceso de observación y absorción”, quedándose largos periodos de tiempo en los países donde rodaría, observando las costumbres locales. Además recurrió a numerosos actores no profesionales que hicieron gala de una naturalidad sin igual además de aportar conocimientos únicos de las sutilezas culturales locales. A pesar de que muchos actores nunca habían visto una cámara de cine, el director dejó que reaccionaran a las situaciones dramáticas de la película de acuerdo con sus pautas culturales.

Babel (2006), de Alejandro González Iñárritu

La creación de Babel

El núcleo de Babel es un tema candente del siglo XXI, la comunicación. La película estudia la incómoda contradicción que representa vivir en un mundo donde la comunicación, gracias a las últimas tecnologías, es relativamente simple en el ámbito global, pero donde sus habitantes se sienten aislados y alejados los unos de los otros. “Quería expresar con una palabra la idea general de la comunicación humana, sus ambiciones, su belleza y sus problemas”, dice el director, refiriéndose al título de Babel para la película. “Barajé muchos títulos, pero cuando se me ocurrió la historia del Génesis, vi que era la metáfora perfecta. Todos tenemos un idioma propio, pero creo que compartimos la misma espina dorsal espiritual”.

Alejándose de las condiciones de rodaje de sus dos anteriores películas, filmadas en países familiares y conocidos, el director era consciente de que Babel no sólo requería una mayor inmersión en un complicado viaje emocional e intelectual, sino también una forma de explorar otras culturas y modos de ver el mundo a través de una película mucho más compleja. Y, como suele pasar, el enfrentamiento de puntos de vista culturales tan diversos en el plano ideológico y físico acabaron por transformar su perspectiva personal y el mismo proceso creativo.

La idea de la película surgió incluso antes de rodar 21 gramos. Unieron sus fuerzas el guionista Guillermo Arriaga y el director para escribir la historia y concluir la trilogía que había empezado con Amores perros. “El talento de Arriaga es extraordinario. Ha sido un colaborador de gran importancia. Su estilo es profundo y poderoso; técnicamente, sabe manejar sus herramientas con precisión”, dice Alejandro González Iñárritu.

El reparto

Para dar vida a los personajes de Babel, Alejandro González Iñárritu reclutó a un reparto muy diverso compuesto por auténticas estrellas y actores no profesionales que en muchos casos no tenían en común ni la experiencia ni el idioma. A pesar de todo, cada uno aportó algo único a la película. En opinión del director, un reparto semejante representaba un reto fantástico. “Una cosa es dirigir a actores en un idioma que no es el tuyo; otra cosa es dirigir a actores en un idioma que no conoces, pero también está dirigir a personas que no son actores en un idioma que no entiendes”.

El casting empezó con la pareja estadounidense que aún no se ha repuesto de la pérdida de su hijo. Para interpretarlos, Alejandro González Iñárritu escogió a dos de los actores más solicitados de Hollywood, Brad Pitt y Cate Blanchett.

Brad Pitt encarna a Richard Jones, un hombre profundamente dolido que se encuentra en medio de un terrible dilema muy lejos de su hogar. El director quería a “un icono del hombre americano” para el papel. Dice: “Me parecía importante ver a un estadounidense – como Brad – metido en un lío en un país islámico en el momento actual. Aunque el papel, a primera vista, no parecía el adecuado para un actor tan reconocible como Brad Pitt, es justamente lo que más me gustaba. Es un icono, pero siempre me ha parecido que tiene una presencia magnética que va mucho más allá de su popularidad. Nunca había interpretado un papel así y me entusiasmaba la idea – creo que a él también – de transformarle en un hombre de mediana edad en plena crisis. Estuvo asombroso y me dio todo lo que llevaba dentro”.

Para el papel de Susan, la mujer de Richard, el director sabía que necesitaba a una gran actriz, pues se queda en un semi coma durante la mayor parte de la película. “Me pareció que sólo una actriz de la talla de Cate sería capaz de hacer algo interesante teniendo en cuenta que casi siempre está tumbada en el suelo”, dice el director. “Más aún, los espectadores deben querer a Susan, y Cate es una actriz capaz de conseguir que se identifiquen con ella”. Y añade: “Nos ha demostrado que no existen los papeles ‘pequeños’. Es una princesa a cualquier nivel”. La actriz disfrutó mucho trabajando con Brad Pitt. “Brad es incansable. El pobre tuvo que llevarme en brazos por un camino de piedras en cuesta durante horas”.

Los dos hermanos marroquíes, Yusef y Ahmed, también eran de suma importancia para esta primera historia. Para interpretar a los dos chicos, Alejandro González Iñárritu decidió recurrir a dos adolescentes que no eran actores. “Trabajar con personas que no son actores es un reto, pero también aporta más realismo”, dice. “Cuando empezamos el casting, vi que los actores marroquíes no parecerían auténticos, tenían la piel demasiado suave, se cuidaban demasiado”.

Para la emotiva historia de la niñera, que transcurre en la frontera de Estados Unidos con México, el director vio a cientos de actrices bilingües para interpretar a Amelia, una inmigrante ilegal que cruza la frontera para ir a la boda de su hija y a la que abandonan en medio del desierto de Sonora con dos niños estadounidenses. Fue su mujer, María Eladia, quien le habló de Adriana Barraza, que ya había trabajado con el director en Amores Perros, en el papel de la madre de Octavio. “Adriana nos mandó una cinta y casi me puse a llorar viéndola”, recuerda el director. “Sabe sacar ese amor incondicional de madre, de mujer dura que ha sufrido mucho”. Una parte importante de la historia depende de los niños que entran con ella en México. Mike, interpretado por el desconocido Nathan Gamble, y Debbie, interpretada por Elle Fanning, permiten a Alejandro González Iñárritu desvelar un lado hasta ahora invisible de México a través de su ingenua perspectiva. “La sociedad estadounidense tiene ciertos prejuicios contra México. Por eso quería enseñar el país a través de la mirada de los niños, donde prevalece el ambiente de inocencia y de continuo descubrimiento”, dice el director. “Lo que para un adulto puede parecer sucio, excéntrico y pobre, para un niño puede ser divertido, atractivo y diferente. Me interesaba explorar una nueva faceta de un territorio que suele retratarse negativamente en el cine, y ude hacerlo gracias a los niños”.

Para el papel de Santiago, el hermano de Amelia que se emborracha y les lleva al desierto, el director habló con Gael García Bernal, el actor al que descubrió para interpretar a Octavio en Amores Perros y que se ha convertido en una estrella internacional. “Pensé en Gael desde que la historia me vino a la mente”, recuerda. “No podía acabar este tríptico sin él. Es uno de mis actores favoritos. Ha interpretado con gran sutileza la complicada naturaleza de Santiago, que simboliza la doble personalidad de un cierto tipo de mexicano que puede ser encantador, simpático y entusiasta, pero que cuando bebe, es irresponsable, rencoroso y se enoja por nada. También demuestra lo que sienten algunos de los mexicanos que cruzan la frontera cada día hacia la policía estadounidense”.

Posiblemente la más íntima de las cuatro historias que componen Babel sea la que transcurre en la caótica ciudad de Tokio. Habla de una adolescente solitaria y de su padre viudo que están misteriosamente unidos al destino de los demás personajes de la película. Para el papel de Yasijuro, el padre frustrado que no consigue comunicarse con su hija después del suicidio de su madre, escogió a uno de los actores más famosos de Japón, Kôji Yashuko. Aunque no es un papel muy grande, el director sabía que quería a un actor capaz de dejar una fuerte impresión en un tiempo relativamente corto. “El padre sólo aparece en un par de escenas, pero necesitábamos a un actor con mucha presencia y peso para que el espectador se acordase de él aunque ya no estuviera en pantalla”, dice el director. En cuanto a la hija, Chieko, la enojada adolescente sordomuda de insaciable curiosidad sexual, empezó a buscarla a partir de 2004. Era consciente de que no sería fácil encontrar la mezcla de descaro, deseo y dolor, sobre todo en una actriz sorda. Cuando se presentó Rinko Kikuchi, de 24 años, Alejandro González Iñárritu se quedó asombrado por su talento, pero le retuvo el hecho de que la actriz no fuera sorda. Siguió haciendo pruebas a cientos de actrices durante los siguientes nueve meses, pero siguió pensando en Rinko Kikuchi y decidió darle el papel. “Nadie se había acercado al espíritu, a la tristeza y al aislamiento que ella había sabido transmitir”

El aspecto

La fuerza visceral y la expresividad de Babel no dependen sólo de las interpretaciones, sino también de la particular fluidez visual de la película. Alejandro González Iñárritu ha querido combinar un hiperrealismo frío con secuencias más poéticas y oníricas que sirven para encaminar al espectador hacia la vida interior de los personajes. Para conseguirlo, el director ha contado con la ayuda de colaboradores de primer orden como el director de fotografía Rodrigo Prieto, la diseñadora de producción Brigitte Broch, el compositor Gustavo Santaolalla y el técnico de sonido Martín Hernández, todos ellos miembros del equipo de Iñárritu desde el rodaje de Amores perros. “Durante un año recorrimos el mundo como una tropa de circo. Ha sido un proceso creativo en el que todos hemos dado lo mejor. He disfrutado de los mejores momentos en y fuera del rodaje con mi equipo de colaboradores. Sin ellos habría sido imposible concebir un solo minuto de película”, dice el director.

El director de fotografía Rodrigo Prieto (Brokeback Mountain), un maestro de la narrativa visual, ha sido de suma importancia a la hora de forjar el distintivo aspecto de la película. “Representamos los viajes emocionales de cada personaje mediante el uso de diferentes calidades de películas y formatos”, explica Rodrigo Prieto. “Conseguimos aumentar la sensación de estar en otro lugar geográfico y emocional incrementando sutilmente las diferencias entre la calidad de imagen de cada historia; me refiero a la textura de la película, la saturación de color y la nitidez de los fondos. Al final combinamos digitalmente los diferentes formatos de los objetivos que usamos en un negativo, al igual que las culturas y los idiomas se unen en una sola película”.

La diseñadora de producción Brigitte Broch, ganadora de un Oscar por Moulin Rouge, se ha enfrentado a un reto complicado al rodar en tres continentes, mientras intentaba cumplir con el objetivo del director: los esfuerzos del departamento artístico deben ser invisibles. “Esta película ha sido una de las experiencias más difíciles, pero también una de las más inolvidables y gratificantes”, dice Brigitte Broch. “Desde tener que trabajar en los paisajes más asombrosos de Marruecos a observar la curiosa mezcla de la sociedad de Tokio me ha permitido entender mejor a los seres humanos. Decidimos pintar la película de país en país variando los tonos de rojo. Usamos tonos naranja tierra para Marruecos, un rojo vivo y eléctrico para México y pasamos a un rojo violáceo más sutil para Japón”.

Otro colaborador habitual del director se encargó de dar el emotivo toque final a la película. Nos referimos a Gustavo Santaolalla, compositor de la partitura ganadora de un Oscar de Brokeback Mountain. “Babel es la tercera película en la que trabajo con Alejandro. En Amores perros y 21 gramos desarrollamos un lenguaje musical muy particular que nos ayuda a conectar con la profunda esencia visceral, humana y emocional de sus películas”, dice el compositor. “Para Babel hubo que encontrar un instrumento que uniera a todos los personajes y decorados, que mantuviera una identidad, pero que no sonara a la música de un documental de National Geographic. Encontré esta voz en un instrumento sin trastes, el ‘oud’, el antepasado de la guitarra española, que suena un poco como el ‘koto’ japonés. Este sonido, combinado con otros instrumentos, es la textura sonora de Babel”.

Los tres continentes de Babel

Curiosamente, cada uno de los decorados ha jugado un papel en la vida de Alejandro González Iñárritu. Hizo un viaje a Marruecos a los 17 años que cambió su vida. En el momento que descubrió los desiertos de brillo trémulo y las reposadas montañas, decidió que algún día rodaría una película en ese país. En esta época de terrorismo y miedo, el decorado cobró mayor relevancia en una historia de mala comunicación y razones equivocadas.

Los viajes que había realizado previamente a Japón también le convencieron de que algún día debía regresar con una cámara. En 2003, durante la promoción de 21 gramos, visitó Hakone, una montaña famosa por sus aguas termales. Allí vio a un anciano cuidar de una adolescente japonesa deficiente mental con amor y dignidad. La imagen se le quedó grabada y despertó la idea de contar la historia de dos personas aisladas en el bullicioso Japón. Durante este mismo viaje no dejó de ver a personas sordomudas, plantando definitivamente la semilla de la historia.

Y, finalmente, su propio traslado de México DF a Estados Unidos también influyó en la historia. El director tenía muy claro que una de las historias debía transcurrir en la peligrosa frontera que separa México de Estados Unidos. “Yo también soy un emigrante, y he obtenido una perspectiva más clara de mi país, de mi gente y de mí mismo. Ahora también entiendo lo que siente un ciudadano de tercera viviendo en el primer mundo y la complejidad de lo que esto implica”.

El rodaje de Babel empezó en Marruecos en mayo de 2005 y siguió en México y Tokio. Pero estuvieran donde estuvieran, Alejandro González Iñárritu intentó aportar la misma sensibilidad. “Queríamos fundirnos en cada una de estas culturas”, dice. “Queríamos ir más allá de la visión blanca y negra del extranjero o del turista”.

A pesar de la amabilidad y hospitalidad de la gente, rodar en Marruecos puede llegar a ser desalentador. La temperatura alcanza regularmente los 37 grados y las tormentas de arena llegan casi todas las tardes. Pero la incomodidad añade mayor realismo a Babel. “El calor era brutal e incómodo, pero de eso va la historia. No hablamos ya de interpretación de método, sino de ejecución de método”, dice Alejandro González Iñárritu, riendo.

Después de Marruecos, el equipo se fue a Tijuana, México, y volvió a encontrar un desierto polvoriento y caluroso con un pequeño pueblo perdido. La aldea norteña de El Carrizo se transformó en “Los Lobos”, el hogar de Amelia. También se rodaron secuencias clave en la frontera, sobre todo en el lado mexicano, desde donde se ve la inmensa valla, las cámaras de vigilancia, los potentes focos y la atmósfera de fortaleza que despide. Un equipo reducido se adentró en el duro y desolado desierto de Sonora para rodar las escenas en las que Amelia y los niños luchan por sobrevivir después del desastre. “Hubo que ingresar a cinco personas durante el rodaje en el desierto de Sonora, Amelia casi sufre una insolación. No fue nada fácil”, explica el director.

Por fin llegaron a Tokio. Pero aunque es el único decorado urbano de toda la película, también planteaba grandes problemas. “Tokio fue una experiencia maravillosa y complicada”, dice Alejandro González Iñárritu. “Las cosas avanzan lentamente, no hay comisiones cinematográficas para echar una mano. No conceden permisos de rodaje, se trata de escapar antes de que llegue la policía. Hace falta valor y pensar un poco como la guerrilla, improvisar, ser rápidos”.

Cada fase de la realización de Babel refleja la situación de los personajes, aportando mayor profundidad a la película. “Cada día tuve que adaptar el guión dependiendo de mi inmersión en cada cultura”, dice el director. “Pero dejaré que el público decida si la película moldea la realidad o si es al contrario”.

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