Mary Poppins: uno de los personajes más entrañables de Disney
La idea de llevar la novela al cine surge de las hijas de Walt Disney, que fascinadas por la historia de Mary Poppins, que formaba parte de sus lecturas nocturnas, se afanaron en convencer a su padre.
«Viento del Este y niebla gris anuncian que viene lo que ha de venir. No me imagino lo que va a suceder, mas lo que ahora pase ya pasó otra vez».
Así anuncia el famoso deshollinador de Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964) -interpretado por Dick Van Dyke– la llegada de quien se alojó en nuestros corazones en la infancia y consiguió poner en pie la sinrazón, para estructurar una vida llena de interrogantes.
Con Mary Poppins, quizás podríamos estar ante uno de los personajes más entrañables de Walt Disney quien, incluso en sus últimos instantes, quiso poner de manifiesto al pedir que sonara en su funeral una de las piezas de la banda sonora de la insigne película, Feed the birds.
El éxito estaba servido, ya que el trasfondo del personaje era un gancho seguro al igual que otros elementos, como la innovación de mezclar dibujos animados con imágenes reales. Aunque previamente, en 1945, Levando anclas nos mostró el lado más tierno de Gene Kelly en un baile con el ratón Jerry, debido a la negativa de Disney en ceder a MGM la imagen de Mickey Mouse para tal lance.
La autora P.L. Travers, cuyo verdadero nombre era Helen Lyndon Goff, creó el personaje de Mary Poppins, haciéndolo protagonista de innumerables historias que se relatan en ocho libros, siendo publicado el primero en Londres en 1934 y terminando la saga con el octavo libro, escrito a sus 89 años.
Pero no era oro todo lo que relucía en torno a este proyecto literario, y es que aunque nuestro recuerdo se llena de ternura al idealizar a la casi perfecta niñera que nos enseñó a pronunciar algo tan extravagante pero a la vez brillante como «supercalifragilísticoexpialidoso», existe una amarga historia en torno a su creadora, que hizo brotar desde sus más íntimos recuerdos, como si de un deus ex machina se tratara, a Mary Poppins, salvando la vida de la dramaturga del caos, por la mala praxis de sus padres, desgraciadamente una constante en su vida.
Los recuerdos de una infancia llena de experiencias traumáticas (un padre alcohólico y mujeriego, aunque eje fundamental en su formación literaria, y una madre depresiva y olvidada de sus funciones materno-filiales) forjaron un carácter rudo y desconfiado en el que el amor pasaba a un segundo plano, hasta el punto de imponer entre sus múltiples condiciones que Mary Poppins no tuviera relación sentimental alguna con su partener y solo podían estar unidos por una larga amistad, que por cierto en el filme no queda muy claro el origen de la misma, ya que Dick Van Dyke supone la fusión de varias figuras masculinas de la obra literaria.
Al igual que en la vida de Travers, la mágica niñera será la encargada de dar coherencia y sentido a una familia que, aunque bien avenida, en su interior no contenía más que vacío y desapego.


La idea de llevar la novela al cine surge de las hijas de Walt Disney, que fascinadas por la historia que formaba parte de sus lecturas nocturnas, se afanaron en convencer a su padre. El proyecto supuso para nuestro magnate un arduo camino de veinte años, con muchas dificultades por la continua mano inquisitiva de Travers en el guion, que no estaba dispuesta a dulcificar el temperamento de su personaje.
No en vano, el carácter difícil de la escritora se ponía de manifiesto al entorpecer cualquier avance en la grabación de la cinta, que supusiera un toque en exceso pueril, pues había luchado duramente a lo largo de su vida para no caer en sentimentalismos. Prueba fehaciente de ello es que, cuando decidió ser madre adoptiva, no encontró impedimento moral alguno para separar dos hermanos gemelos y quedarse con uno solo de ellos.
Para la producción de la película se presentaron varios retos, entre los que encontramos la elección de una
joven e inexperta Julie Andrews -única actriz que tuvo el beneplácito de Travers– para el papel protagonista
Para la producción de la película se presentaron varios retos, entre los que encontramos la elección de una joven e inexperta Julie Andrews -única actriz que tuvo el beneplácito de Travers– para el papel protagonista, que había sido rechazada para representar a Eliza Doolittle de My Fair Lady. Luego, se jactaría de ello al dedicar su Globo de oro a Jack Warner (presidente de la Warner Bros.) por haberla descartado del proyecto anterior, ya que la tachó de ser «demasiado desconocida».
Además, Andrews estaba embarazada cuando Walt Disney le ofreció el papel protagonista de la película. El famoso magnate de los dibujos no concebía otra persona para interpretar a Mary Poppins y decidió esperarla, pese a que, como hemos dicho, era casi una desconocida. Finalmente, el rodaje se pospuso dos años.
Van Dyke fue un acierto como Bert, pero insistió en ser también el director del banco (Fidelity Fiduciary Bank), y en los créditos para ocultar tal hecho y no desprender del todo la imagen de la magia del cine, se colocó un anagrama que rezaba como «Navckid Keyd». Curiosamente en la nueva película (El regreso de Mary Poppins, Rob Marshall, 2018) realiza un cameo con el mismo personaje pero sin requerir tanto maquillaje como en la primera.
Otro obstáculo a salvar fue convencer a Jane Darwell (ya retirada de manera definitiva) para que fuera la dama de las palomas, recuerdo inigualable para los espectadores que transportaron visualmente, de una bola de nieve a un entorno real, la figura solemne de la dama que pide tan solo dos peniques por la comida de las palomas, dando una clase magistral de elegancia y buen hacer como ya consiguió en obras de arte como Lo que el viento se llevó.
Mientras la película tomaba forma, la relación de la escritora y el director se deterioró hasta el punto de no ser invitada al estreno, aunque ella lo hiciese con discreción, pero se negó a la autorización de secuela alguna, sesgando de esta forma la difusión del personaje y con ello la pobre existencia de referencias teatrales o cinematográficas. Apenas encontramos dos versiones soviéticas, una concebida para la representación teatral (1979) y otra titulada Adiós Mary Poppins (1983), con finalidad puramente televisiva.


Como si fuera un making of de la producción cinematográfica, no podemos olvidar el magnífico trabajo (como es habitual en ella) de Emma Thompson en el papel de P.L. Travers en la película Al encuentro de Mr. Banks (Saving Banks), estrenada en 2013, que narra el periplo de Disney para conseguir el proyecto del filme, y donde se hacen continuas referencias al difícil pasado de la escritora.
Y tras más de 50 años, llega la esperada secuela que se estrenará en nuestras pantallas el próximo 21 de diciembre, protagonizada por Emily Blunt, que encarna a Mary Poppins con la aquiescencia de Julie Andrews, la cual se mantiene al margen de realizar cualquier cameo en la producción, para no restar importancia a la joven promesa. En ella se nos cuenta la historia de unos hermanos Banks en edad adulta y con dificultades en la crianza de los hijos de Michael, por la muerte de la madre de estos.
No será fácil para esta secuela igualar a un filme con trece nominaciones y cinco Oscar, que más que una historia se convirtió en una forma de ver y entender la vida.
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