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Música y cine: una relación perfecta

En los años 40 el musical creció gra­cias a la fi­gura de Gene Kelly (Can­tando bajo la lluvia, Un americano en París)

Música y cine

Música y cine: una relación perfecta

Música y cine: una relación perfecta | El género musical sigue vivo con títulos recientes como West Side Story, Bohemian Rhapsody, Rocketman, Yesterday o Wonka.

La música ha sido, es y será siempre la gran protagonista del mundo del celuloide y prueba de ello es que, in­­cluso cuando el cine era mudo, las imá­genes se superponían al compás de una melodía que las acompañaba.

La relación perfecta que se establece entre la música y el cine se remonta a finales del siglo XIX y comienzos del XX, ya que aunque tengamos el concepto de cine mudo, arraigado como el silencio que en las proyecciones de­ja­ba paso a un lenguaje no verbal de ros­tros expresivos, no hubiese sido po­si­ble meterse al público en el bolsi­llo sin el acompañamiento de una melo­día que marcaba las diferentes escenas (algo parecido a lo que ocurría en las representaciones de la Commedia dell’Arte italiana de prin­cipios del XVI, don­de el poder del ges­to se en­cuentra en la base de su re­presenta­ción).


La música, en esta ocasión, se in­ter­pre­taba o bien en directo de la mano de un intérprete o incluso una orquesta completa, que recurría a par­tituras co­nocidas o incluso en su ver­tiente más moderna, mediante fo­nó­grafos, pa­ra evitar que el sonido del proyector des­viara la atención del pú­blico.

Para un espectador del siglo XXI vi­vir esta experiencia es algo extraordi­na­rio. Tuve la ocasión de disfrutarla ha­ce unos años, junto a mi hermana, con una de las joyas de Murnau, Nosferatu (esencia del expresionismo alemán). También, FILA SIETE organizó en 2002, junto al Instituto Goethe, un ci­clo sobre «Maestros del Mudo Alemán», con películas como El Golem, de Paul Wege­ner, o Fausto, de Murnau (que fue presentada por Luciano Berriatúa y se proyectó con la partitura ori­ginal interpretada por la pianista San­dra González).

Más tarde, llegan los ini­cios del ci­ne musical con El cantor de jazz, en 1927, primer largometraje comercial con sonido sincronizado.

Con el tiempo, los musicales se con­vir­tieron en una forma de entender el sép­timo arte, pero como todo en es­ta vi­da tenía sus amantes y de­trac­to­res, ya que ese realismo mágico, por ejem­plo, que se establece en una escena de Sonrisas y lágrimas -en la que un hom­bre rudo como el barón Von Trapp co­mienza a cantar Edelweiss-, es di­fícil de digerir por todo el público.

En los años 40 el musical creció gra­cias a la fi­gura de Gene Kelly (Can­tando bajo la lluvia, Un americano en París), sin olvidar el ma­ravilloso mun­do ostentoso con el que nos hacía so­ñar su antecesor, Fred As­taire (Melodías de Broadway), entre plumas y som­breros de co­pa.

Vincente Minnelli, padre de los mu­sicales modernos, supo aprovechar la tesitura para lanzar éxitos como Gigi (1958), a la par que Do­nald O’Connor ofre­cía uno de los mejores momentos ci­nematográficos con su Make ‘em laugh en Cantando bajo la lluvia.

Cantando bajo la lluvia

Recuerdo otros tantos títulos que for­maban parte de las tardes en familia de un sábado lluvioso como West Si­de Story, Los paraguas de Cherburgo o My Fair Lady (predecesor del Pigmalión). Y cómo no, la ya referida Son­risas y lágrimas y El Mago de Oz (de­bería ser visionado obligado en la edu­cación primaria).

Con posterioridad, el género enmu­de­­ció, quedando prácticamente olvidado con excepciones como Grease y la ópera rock Jesucristo Superstar, con gran éxito de taquilla.

Años más tarde aparece Annie (1982) y no es hasta el año 2000, con Bailar en la oscuridad, cuan­do consigo ver bailar y cantar a mi tan admirada Bjork, de la mano del rea­lizador Lars Von Trier, justo en un gui­ño a Son­risas y lágrimas.

El placer de versionar canciones en bo­ca de actores como Nicole Kidman o Ewan McGregor, con un universo má­gico en Moulin Rouge, dio paso a la tra­gedia de Anne Hathaway en el pa­pel de una madre angustiada por el fu­turo de su hija Cosette, dibujando una obra de Víctor Hugo, en Los Mise­ra­bles (2012).

Sería algo interminable hablar de las mejores bandas sonoras, pero hay películas que
apenas han tenido éxi­to a efectos narrativos y han si­do superadas por la repercusión que ha te­nido su música

En otro orden, necesitaríamos varias páginas para hablar de los benefi­cios que Disney ha aportado al cine mu­sical, desde Mary Poppins, casi en los inicios, hasta la reciente Frozen.

Y acercándonos a la actualidad, La La Land, dulzura y clase unidos en una maravillosa banda sonora, que ha enganchado a las nuevas gene­raciones.

Bandas sonoras y biopics

Sería algo interminable hablar de las mejores bandas sonoras de la historia, y dato curioso es que incluso hay películas que apenas han tenido éxi­to a efectos narrativos pero han si­do superadas por la repercusión que ha te­nido su música.

La La Land (2016)

Casi sin pensar, se me vienen a la me­moria títulos como Lawrence de Ara­bia (Maurice Jarre, 1962), La pantera rosa (Henry Mancini, 1963), El bue­no, el feo y el malo (Ennio Morricone, 1966), El Padrino (Nino Rota, 1972), Memorias de África (John Ba­rry, 1985), La misión (Ennio Morri­co­ne, 1986), Vangelis en Carros de fue­go, Cinema Paradiso (Ennio y An­drea Morricone) o Amélie (Yann Tier­sen), que incluso han formado par­te de la sintonía de nuestra exis­tencia.

Otra vertiente muy interesante en el séptimo arte son las biografías de grandes músicos como Amadeus, Bird o Ray. Hace poco disfrutamos en nues­tras bu­tacas de Bohemian Rhapsody, introduciéndonos en un espacio lle­no de cam­bios e innovaciones sonoras hasta en­tonces nunca vistas. O Rocketman, que aunque no ha co­se­chado demasiado éxito nos ofrece la his­toria de Elton John desde sus orí­ge­nes como niño prodigio en la Royal Academy of Music.

Por otro lado, no hay que desmerecer aquellos documentales llevados a la gran pantalla como Imagine (1972) o The Devil and Daniel Johnston (2005).

Que una canción o melodía pueda ha­cer cambiar la vida de un personaje, es algo que convierte a la música en par­te del propio reparto y toma ca­si el protagonismo absoluto (música die­gé­ti­ca). Este verano hemos tenido la oportunidad de comprobar sus resultados en Yesterday, donde gracias a Los Bea­tles nuestro protagonista consigue la fa­ma tan ansiada y a la vez lo cam­bia to­do por aquello que realmente impor­ta.

En esta línea de música diegética me viene a la memoria Michael J. Fox, en Regreso al futuro, que logra que su fa­milia no desaparez­ca participan­do con sus dotes de gui­tarrista en la fiesta del «Encanta­mien­to bajo el mar», don­de sus padres de­ben besarse para que todo siga igual.

No menos importante es lo que denominamos música incidental, ajena a los personajes, pero que consigue dar de lleno en la impresión que se crea en el espectador. No imagino a Scar­lett O’Hara sujetando la tierra roja de Tara sin su melodía de fondo, o a Nor­man Bates levantando el cuchillo sin la partitura de violines de Bernard Her­mann.

Blinded by the Light (Gurinder Chadha, 2019)

Como colofón, recordemos Blinded by the light, donde el protagonismo corre de la cuenta de la discografía de Bruce Springs­teen y la influencia que ejerce en la vida de Javed (Viveik Kalra). La película toma como referencia el li­bro autobiográfico de Sarfraz Manzoor, periodista cuyo cambio vital se pro­dujo gracias al «Boss» y donde se po­nen en juego temas tan importantes como la economía y los problemas ra­ciales.

Así que volveremos a soñar, emocio­nar­nos y traer a nuestra mente to­dos los recuerdos que evocan las can­ciones que marcaron a una generación.

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