Palmarés de la 59 Seminci de Valladolid

La israelí "La fiesta de despedida", opera prima de Sharon Maymon y Tal Granit gana la Espiga de Oro

La fiesta de despedida
La fiesta de despedida

Palmarés de la 59 Seminci de Valladolid

La israelí «La fiesta de despedida», opera prima de Sharon Maymon y Tal Granit gana la Espiga de Oro.

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La fiesta de despedida

A mediodía, en un abarrotado Salón de los Espejos se ha dado a conocer el palmarés de la SEMINCI 2014. El descubrimiento de nuevos talentos y la proyección de los mismos conforman el ADN del Festival Internacional de Cine. Un repaso a los premiados confirma a Valladolid como el último refugio de los directores noveles -han sido premiadas varias óperas primas- y de los autores  -con los honores al maestro Schlondörff-.

Espiga de oro. La fiesta de despedida (Mita Tova, 2014) La película israelí ha ganado también los premios a la mejor interpretación femenina. La cinta aúna un tema fuerte –la eutanasia- con un humor ácido que aligera la narración. Hay frescura en las interpretaciones y una puesta en escena brillante. Es un premio muy coherente con el espíritu del festival. Los directores ya ganaron el premio al mejor cortometraje en una edición anterior (2010), se podría decir que Valladolid ha lanzado su carrera.

Espiga de plata.  Camino de la cruz (Kreuzweg, 2014) La película alemana es una apuesta de la distribuidora española Caramel. Se trata de denunciar la nefasta influencia de una comunidad tradicionalista católica –en franca alusión a la Fraternidad de San Pio X- sobre una niña de catorce años. La estructura del guión, catorce escenas de las últimas semanas de vida de la niña que se contraponen a  catorce estaciones del Vía Crucis, y el forzado de las situaciones -el retrato maniqueo de la madre fanática- restan valor a la propuesta. Hay que valorar la espartana y virtuosa puesta en escena consistente en contar las escenas de vida de la desdichada niña en planos secuencia casi inmóviles. Sin embargo algunas situaciones, se nos antojan de difícil defensa –la confirmación, la constante tensión familiar- y devienen ridículas. La idea final, homenaje a Ordet de Dreyer incluido, termina por desenmascarar lo que no es sino un indigesto gazpacho de escándalo y autocompasión anticlerical. Curiosamente la película acaba con un plano idéntico al de otra cinta –esta sí, profundamente humana- presente en el Festival, nos referimos a Marie Heurtin la historia de una monja que sin embargo rehuye el cine de estampita.

Mejor director novel. Damian Chazelle por Whiplash (2014) El evento del Festival fue el pase de la cinta americana. Un auténtico festín de ruido y furia que recoge la larga tradición de retratos de perdedores que ha amasado el cine americano (El buscavidas, Rebelde sin causa) y lo actualiza en un duelo interpretativo de los que hacen afición. Las composiciones de Miles Teller y J.K. Simmons van a estar sin duda en las quinielas de los Oscar. El premio al director es justo y merecido.

Whiplash nos presenta ante el dilema del arte, como la belleza de un solo de batería, no es el fruto de la casualidad. A veces el talento no es suficiente, el artista tiene que ser llevado hasta el extremo para dejar lo mejor de sí mismo. Chazelle, el director, no se ha ahorrado a sí mismo ninguna de las aristas que su relato propone.  El montaje del film, sincopado y a contratiempo, obra el milagro de trasmitir, también en sus planos y banda de sonido, el calvario de un creador que se sabe tocado por los dioses y que sin embargo constantemente duda de su propia genialidad.

Mejor director y actor: Volker Schlondörff y Niels Arestrup respectivamente por Diplomatie. El premio a la película del veterano director alemán reconoce la maestría. Sólo un viejo maestro

Schlöndorff con sus actores

puede tomar un tema importante –la retirada nazi de París- y convertirlo en un juego moral chispeante. El premio al actor danés –uno de los pilares del cine europeo actual- se nos antoja incompleto. Su interpretación brilla porque su paternaire Dussollier le da la réplica. Diplomatie, como su título indica, demuestra que detrás de las grandes decisiones puede haber simplemente dos seres humanos que llegan a trascenderse y entender al otro. Eso es la verdadera tolerancia.

Han sido unos hermosos días de Festival que dejan buen sabor de boca por el nivel de las secciones pero también por el amor al cine que se respira en Valladolid. La SEMINCI tiene memoria, su público también: la película que inauguró el certamen –la estratosférica Dos días y una noche de los Dardenne– era una especie de recordatorio, los hermanos belgas ganaron su primer premio aquí, con La promesa hace ya veinte años. Quien sabe si dentro de otros veinte la historia se repetirá, y los que hoy son promesas se convertirán en maestros.

Fernando Hdez Barral

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