Seamos sinceros. Ayer la actualidad de Sevilla no estaba en el recinto comercial de Nervión Plaza, donde se celebra el Festival de Cine de Sevilla, sino justo enfrente, en el estadio Sánchez Pizjuán donde el Sevilla FC ganaba al Espanyol por 2-1, mientras el clamor de la multitud se escuchaba en las largas colas del cine; y a mil kilómetros de distancia, en el Camp Nou, con un Betis glorioso, que vencía al Barcelona con un marcador de 3-4. La emoción en esto de las dicotomías sevillanas estaba servida.
Dicho esto, la jornada de domingo, y la anterior, del sábado, fueron soleadas de clima y tempestuosas en material audiovisual, al más puro estilo Inside out.
Ira y venganza
Lo mejor que vimos fue Beast, un oscuro cuento de amor del director y guionista británico Michael Pearce, entre dos seres descarriados y repudiados que ocultan un oscuro pasado. Dios los cría y ellos se juntan. Por su familia bien, la joven pelirroja Moll, y por la sociedad, Pascal, cazador furtivo, a quien atribuyen la culpa de unas muertes. El argumento, con el tema de la verdad y la mentira subyacente, atrapa y está bien narrada e interpretada, sobre todo por la joven actriz pelirroja Jessie Buckley, que es un volcán de ira en ebullición. Cuenta con metáforas visuales efectivas y un final sorpresivo de venganza en caliente que te deja literalmente pegado a la butaca. Fue una revelación en Toronto y Sitges.
Alegría y tristeza
Alegría, tristeza, del director español Ibon Cormenzana (Jaizkibel, Los Totenwackers) provoca más lo segundo que lo primero. Es una pena que una historia de calado humano -la pérdida del ser querido, el trauma emocional, el duelo, la aceptación, la recuperación de la vida y de otros seres queridos-, no cuente con un guion medianamente sólido y verosímil. Más si tiene un elenco potente de buenos actores españoles: Roberto Álamo, Manuela Vellés, Pedro Casablanc, Carlos Bardem, Andrés Gertrúdix, que no pueden hacer nada por salvar un filme que pasa del drama al thriller haciendo el triple salto mortal con pirueta.
Envidia
De la ira y la venganza, y de la alegría y la tristeza, a la euforia psicodélica y la envidia, con Leto-Summer, una coproducción ruso-francesa del director Krill Serebrennikov, que narra bien -ligeramente, no en profundidad- el desarrollo de una banda de rock en el deshielo soviético de los 80, bajo la sombra de una censura de baja intensidad que ve cómo su juventud se desmadra al más puro estilo hippie americano. Bajo su ala nace otra banda que comienza a robarle protagonismo musical y sentimentalmente.
Rodada en blanco y negro, con efectos especiales divertidos y delirantes y muy buenos temas musicales.
Las consecuencias
Siguiendo con volcanes emocionales, Oscar Wilde no tiene parangón. The Happy Prince, del director y actor Rupert Everett, cuenta los últimos años del escritor británico y su lucha por observar su desgracia: la bancarrota, el exilio con otro nombre, y el escarnio público por su declarada homosexualidad.
Es una sólida producción de Reino Unido, Bélgica, Italia, Alemania, con cierto propósito didáctico, como puede deducirse en los créditos finales pero que no dulcifica a su complejo personaje ni oculta realidades poco conocidas como su tormentosa vuelta a la fe católica in extremis.
El guion construye poéticamente el deterioro de Wilde-Melmoth, con sucesivos y eficaces flashbacks, en torno a la narración que éste hace a los niños de su cuento El príncipe feliz. El personaje está magníficamente interpretado por el propio director y cuenta con sólidos actores: Colin Firth, Colin Morgan, Edwin Thomas, Emily Watson.
Miedo, esperanza
The Tower, filme de animación de Mats Grorud (coproducción de Noruega, Suecia y Francia), describe las emociones ligadas a la guerra, en este caso narrando el desplazamiento de miles de palestinos a campos de refugiados tras la fundación del Estado de Israel en 1948. El punto de mira es Wardi, una niña de once años que hila las historias llenándolas de una profunda esperanza. Grorud ha recogido testimonios de amigos y conocidos y ha escrito su emotiva historia mezclando stop motion, animación en 2D y fotografías.
Debajo de…
A veces en esto de las emociones la procesión va por dentro. Es lo que le pasa al documental La ciudad oculta: un viaje y múltiples recorridos a través de la cámara de Víctor Moreno, que se estrenó en el Festival de Cine de Sevilla y que compite en la Sección Oficial.
Ochenta minutos inmersos en los subterráneos de Madrid, a través de diversos movimientos de cámara, con los cuales se acerca a los espectadores a esos espacios que, sin verlos, sabemos que existen.
La fotografía es la protagonista y responsable de convertir esas imágenes reales en aspectos simbólicos, en un universo visual. Ningún plano sobra, todos son utilizados, desde el plano general, pasando por el detalle o por los escorzos, la intención es sumergirnos en La ciudad oculta.
El director también muestra la arquitectura de Madrid y la simbiosis entre la ciudad que se camina y habita, con la que está debajo en túneles y subterráneos. Moreno, ya en su primer documental Edificio España, descubrió su interés por hacer visibles esos espacios icónicos, y lo repite en su segundo largometraje.
Cristina Abad/ Adriana Ciccaglione
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