SEFF 2013: vanguardia en programación, éxito de público, chasco de jurado
Por una parte, el SEFF se va consolidando como muestra de referencia en España y en Europa, no de primer nivel pero sí de segundo, por el número y peso de películas exhibidas en sección oficial -películas seleccionadas para los Oscar a la mejor película extranjera como El gran cuaderno, de Szász, o La grande belleza, de Sorrentino-, y premiadas en otros festivales -Sacro GRA, de Rosi, León de Oro en Venecia, o Un episodio en la vida de un chatarrero, de Tanovic, Oso de Plata al Mejor Actor y Gran Premio del Jurado en la Berlinale. Y también por el nivel de muchos de los filmes de la selección EFA realizada por la Academia Europea de Cine: Imagine, In Bloom, The Selfish Giant o la película de moda en Europa, Alabama Monroe, de Groeningen.
Un programa ambicioso, digno de un décimo aniversario, para cuya organización el equipo de Cienfuegos ha contado con más tiempo que el año pasado, en que estrenaba puesto de director. En total han sumado 182 películas con 363 proyecciones en 9 días. Meritorio con un presupuesto ajustado.
El público ha respondido muy bien al esfuerzo organizativo y presupuestario -con facilidades y entradas a buen precio- y ha formado grandes colas a la puerta de los cines y ninguna butaca libre en las sesiones. El número de espectadores creció un 30%. Llamativo si se tiene en cuenta la temática compleja y la narrativa no lineal de muchas de las propuestas, y el idioma original subtitulado. Cada vez más sevillanos cuentan con su cita anual con el cine europeo.
A pesar de todo, existe la rara sensación -que comparto- de que el año pasado se recurrió a valores seguros por escasez de tiempo, que dieron como resultado un festival más redondo. En esta edición han primado los temas de calado social -marginalidad, desestructuración-, ciertas referencias ideologizadas, el recurso a personajes de infancia traumática, la experimentación con modos no convencionales de hacer cine, y el tono desesperanzado. Lo que pone de relieve esa mirada del cine europeo hacia sí mismo y hacia el continente, que deja cierto poso plomizo, inmanente y experimental en el SEFF.
El último sabor, el más desconcertante, ha sido el fallo del jurado -cosa frecuente en festivales, por otra parte-: Giraldillo de Oro y Premio a la Mejor Fotografía para una película mediocre que pasó desapercibida al público y a la crítica, El desconocido del lago, del francés Alain Guiraudie, cuyo argumento gira en torno a los amores homosexuales de un grupo de bañistas. Provocó el silencio estupefacto de la prensa y bromas patéticas, pero obligadas, a propósito de la premonición del cartel anunciador de este décimo aniversario, inspirado en los carteles de las antiguas salas X de Sevilla.
El Giraldillo de Plata de la Sección Oficial fue para la italiana Sacro Gra, dirigida por Gianfranco Rosi -merecido a mi parecer- mientras que Tsai Ming-Liang fue reconocido como Mejor Director por su trabajo en la sincera pero plúmbea Stray Dogs. Quizá hubiera sido más propio darle el premio de fotografía. El Gran Premio del Público de la Selección EFA, una sección integrada por las películas más premiadas y aplaudidas de Europa, fue, como era de esperar, para Alabama Monroe, de Felix Van Groeningen.
Las españolas La jungla interior, de Juan Barrero; Costa da Morte, de Lois Patiño; y El triste olor de la carne, de Cristóbal Arteaga, se alzaron con los galardones de las secciones Las Nuevas Olas y Resistencias.
Juliette Binoche se fue de vacío a pesar de su destacada encarnación de Camille Claudel. La propia película de Dumont sobre los días de internamiento psiquiátrico de la escultora francesa, y El gran cuaderno, de János Szász, no obtuvieron ningún premio.
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