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No lo llame cine, llámelo Spielberg

Steven Spielberg

No lo llame cine, llámelo Spielberg

· El próximo año Spielberg puede volver a sentarse en la ceremonia, con su reciente El puente de los espías.

Cuenta la leyenda que cuando Steven Spielberg no era nadie entró en el plató de la Universal, donde Hitchcock rodaba Cortina rasgada, y el maestro lo expulsó sin miramientos.

Años más tarde, cuando Spielberg acababa de estrenar Tiburón y los espectadores se agolpaban a las puertas de los cines de todo el mundo, Steven volvió a intentarlo y se presentó en el estudio donde Hitchcock rodaba La trama. Miraba desde lejos las evoluciones de los actores cuando el gordo del suspense paró el rodaje y, sin acercarse ni darse la vuelta, mandó a un ayudante a que le mostrara la puerta al intruso y le dijera: «El señor Hitchcock se siente incómodo si usted observa su trabajo». Aquello hirió a Spielberg y le hizo comprender que el viejo Hollywood no le admitiría fácilmente. Pero el muchacho tenía tesón y sus éxitos no habían hecho más que empezar.


Spielberg nació en Ohio hacia 1946, aunque durante años ocultó esa fecha escribiendo un año menos en los contratos para conseguir el sueño de rodar su primera película antes de los veintiuno. En su juventud fue un muchacho de aspecto débil que devoraba películas tipo El increíble hombre menguante. Pero fue Lawrence de Arabia, de David Lean, la que le impulsó a la dirección. Debido a sus malas notas no le admitieron en la prestigiosa Universidad de Ucla, donde se formaban cineastas como Coppola, por lo que ingresó en la mediocre escuela estatal de Long Beach para librarse de ir al Vietnam. Durante años hizo guardia en los estudios Universal hasta que consiguió un contrato abusivo por el que trabajaba para los estudios día y noche. A partir de entonces comienza una de las carreras que más dividendos ha reportado a la industria cinematográfica.

Hizo de la carretera un infierno y de un simple camión un demonio en El diablo sobre ruedas. Ya nunca sería lo mismo bañarse en el mar a partir de Tiburón. Provocó que millones de ojos se elevaran al cielo en las noches oscuras con Encuentros en la tercera fase y E.T. Creó un mundo mítico con un viejo sombrero, un látigo y un personaje que tenía el nombre del perro de George Lucas: Indiana Jones. También hubo fracasos, como 1941, el rechazo de la crítica en Hook y el de la Academia en El color púrpura. Pero Steven tuvo su venganza en blanco y negro con La lista de Schindler.

George Lucas y Steven Spielberg

Todo esto sin olvidar el atracón de Oscar (mejor director, fotografía, montaje, sonido y efectos sonoros) en 1998 con Salvar al soldado Ryan, la mayor máquina de triturar carne por metro de playa, una película tan suave como un alambre de espinos. Aquel año lo tuvo difícil con grandes contrincantes como Shakespeare in Love, La vida es bella o La delgada línea roja.

El siglo XXI

31 nominaciones a los Oscar (con solo dos estatuíllas, eso sí) alumbran las películas dirigidas por Spielberg en estos últimos 15 años. Títulos tan heterogéneos en campos ya conocidos por el realizador de Cincinatti como la ciencia ficción (Inteligencia Artificial, Minority Report, La Guerra de los Mundos), el drama histórico (Múnich, Caballo de batalla, Lincoln y la reciente El puente de los espías) o su saga preferida (Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal), y otros novedosos como su paseo por La terminal y el drama policiaco Atrápame si puedes, además de su incursión en el mundo de la animación con Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio. Precisamente en 2016 también presenta, con su amigo Peter Jackson, la segunda entrega del famoso personaje de Hergé (Los prisioneros del sol) y debutará con Disney con el cuento de Roald Dahl El gran gigante bonachón.

El próximo año Spielberg puede volver a sentarse en la ceremonia, con su reciente El puente de los espías, y lo hará a pesar de la Ucla, del viejo Hollywood… y de Hitchcock.

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