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Vuelve King Kong, un clásico del cine

Hollywood apuesta fuerte por revivir sagas míticas, hacer secuelas y precuelas, spin-offs y reboots

Vuelve King Kong, un clásico del cine

Vuelve King Kong, un clásico del cine

La actitud que está teniendo Hollywood en los últimos años de revivir sagas míticas, de hacer secuelas y precuelas, de hacer spin-offs y reboots, ha llegado, una vez más, al clásico de Merian C. Cooper y de Ernest B. Schoedsack, a King Kong (1933). Hoy, 10 de marzo, se estrena Kong: la isla calavera, dirigida por Jordan Vogt-Roberts y protagonizada por Tom Hiddleston (La cumbre escarlata, Thor) y Brie Larson (La habitación). No es la primera vez que se hace revivir al monstruo que inventó Cooper para resucitar junto con David O. Selznick la RKO debido a los estragos de la Gran Depresión.

Meses después de estrenar la primera, el mismo Schoedsack rodaba El hijo de Kong, en la que el director de cine Carl Denham, vuelve a la isla de Kong y se encuentra con su hijo, un gorila blanco que simpatizará con los exploradores. Casi treinta años pasaron hasta que el cine japonés dio vida a Kong en tres ocasiones en los años sesenta. En la primera, King King contra Godzilla (1962), se enfrentaba a Kong contra un monstruo similar; la segunda era una serie de televisión de dibujos animados; y la tercera, King Kong escapa (1967), trata de un doctor que construye un monstruo mecánico como Kong. En 1976, Dino de Laurentiis producía un remake de la de 1933 protagonizada por Jeff Bridges y Jessica Lange. El mismo año, se hacía otra película similar en Corea del Sur, El gorila ataca. Diez años más tarde, Dino de Laurentiis producía la secuela de su anterior película, King Kong 2, en la que para mantener con vida al monstruo, unos científicos necesitan una transfusión de sangre y la pretenden conseguir de Lady Kong. En 2005, Peter Jackson volvía a hacer un remake del original con Naomi Watts, Adrien Brody y Jack Black, pues se decidió a dedicarse al cine después de ver la película de Cooper y Schoedsack y quería rendirle homenaje. El mismo año, un largometraje de aventuras infantil, Kong: El rey de la Atlántida, se aliaba con unos humanos para enfrentarse a la reina de Atlántida. El año pasado, Netflix produjo Kong: el rey de los monos, una serie en la que Kong se enfrenta a unos dinosaurios.


Pese a todas las versiones que se han hecho del clásico, ninguna ha conseguido llegar al nivel de la 1933, una película genuina del cine clásico americano que además presenta un tipo de aventuras en las que el terror está presente, pues hasta que Kong no se encuentra a Ann (Fay Wray), es presentado como un auténtico monstruo que solo es capaz de hacer el mal comiéndose a los seres humanos que habitan la isla de Techio. Una vez se produce el encuentro entre los dos personajes, Kong no se come a Ann y juega con ella, ésta empatiza con él y le comprende, nosotros también lo hacemos con el animal y ya empezamos a sufrir por él y por su vida. Como cuando Kong está atado delante de la gente y empieza a sufrir por los flashes de las cámaras de los periodistas, cuando en lo alto del Empire State recibe los ataques de los aviones o cuando muere.


Pese a haber transcurrido 84 años desde la creación del monstruo, su historia sigue igual de viva y fresca y la película original resiste y resistirá el paso del tiempo debido a su fuerza narrativa: es una revisión de la historia de la bella y bestia. La película empieza con un proverbio que dice: “el monstruo miró sobre la cara de la belleza y detuvo su mano para no matarla. Desde ese día, era como si estuviese muerto”. Cuando Kong ya está muerto, Carl Denham dice: “es la belleza lo que la ha matado, la belleza”.

Debido a los rudimentarios efectos especiales de la época, Kong tiene un rostro completamente inexpresivo que provoca terror cuando mata a seres humanos y, por lo tanto, que luego nos parezca cariñoso cuando trata Ann y que suframos por él, es uno de los más grandes méritos de la película: mostrar a un monstruo feroz, sanguinario y cruel con humanidad. En este aspecto es donde han resbalado la mayoría de versiones posteriores, pues presentan un monstruo mucho más expresivo, y es mucho más gratuita la simpatía que podamos tener hacia él.

Uno de los personajes más importantes de la historia es Carl Denham, el director de cine que se aventura a ir a una isla remota en busca de Kong. Es muy interesante analizar la visión que tiene esta película del cine a través de Denham, un hombre aventurero, que arriesga mucho, con una personalidad y un carácter arrollador: “Pienso hacer la mejor película del mundo, algo superior a cuanto se ha visto hasta ahora, tendrán que inventar calificativos para describirla”. Hay un momento en que le explica a la actriz que prescinde de los cámaras porque en una ocasión uno marchó corriendo cuando tenía que filmar un rinoceronte. Y mientras el capitán del barco y el contramaestre contemplan a escondidas su conversación, el segundo dice: “¿No cree usted que está loco, capitán?”, el otro contesta “Ama su profesión”. King Kong muestra el cine dentro del cine a través de un director. La valentía o imprudencia con la que acomete películas y como defiende su libertad creativa es un aspecto que no hay pasar por alto. En esa época un director era un director, y punto. Solo algunos eran al mismo tiempo productores y gozaban del famoso final cut con su película, una suerte que muy pocos cineastas consiguieron en el Hollywood clásico. En la película, si el director no tuviese tanto carácter y personalidad, sería una marioneta al servicio de las productoras; en cambio, la osadía con la que se expresa consigue traspasar la pantalla y transmitir que sin mucho temperamento no se puede hacer una buena película.

Ahora que se estrena otra película de Kong, es un momento genial para revisar la gran película que hicieron Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack.

Andreu Arribas

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