Woody Allen: Tragedia + tiempo = comedia
· Woody Allen, siempre encasillado en la comedia, toca los temas más elevados para el ser humano, como son la religión, la muerte, la ambición, la política, la envidia, la ira, el amor, la pasión desenfrenada…
Así de fácil expone Woody Allen este algoritmo en boca de Alan Alda, para buscar la aceptación de una realidad tan sencilla como compleja y es que realmente todo depende del prisma con el que se miren las distintas situaciones que nos encontramos en la vida, y es ese punto de vista al que hay que llegar en los distintos momentos fatalistas que pueden acaecer en el día a día.
Nadie, ni siquiera el más suertudo, puede escapar de la desgracia en algún momento vital, porque como decía Cadalso en sus Cartas Marruecas, “el hombre es mísero de la cuna al sepulcro…”, y solo él sabe la manera de salir de sus propios miedos y adversidades, simplemente ha de buscar en su interior y dejar que el tiempo pase.
El concepto entendido como género teatral se remonta a la época grecolatina, en la que surge la necesidad de establecer una oposición a la tragedia y como consecuencia nacen estos textos epicúreos con un final feliz: la Comedia.
Allen pone de manifiesto este género en muchas de sus cintas con una maestría propia del talento de un filósofo que presenta sus pensamientos sobre el ser humano a modo de imágenes concatenadas. De hecho, su carrera de cómico empezó con chistes para columnistas y cómicos profesionales.
Lo mío con este director, actor y guionista es un amor desde la niñez que surge casi por imposición paterna, y se convierte a lo largo de los años en una pasión por esta mente privilegiada, cargada de recursos para entretener al espectador y hacerlo adentrarse en una introspección en lo más recóndito de su alma.
Woody Allen: Comedia y tragedia
Woody Allen toca los temas más elevados para el ser humano, como son la religión, la muerte, la ambición, la política, la envidia, la ira, el amor, la pasión desenfrenada… y forma un cóctel metafísico que en la mayoría de las ocasiones riega con humor inteligente e irónico.
Su sarcasmo hacia las costumbres de sus convecinos y la facilidad para ironizar los avatares de una sociedad burguesa neoyorquina, plagada de múltiples defectos anexos al propio ser humano, son una carta de presentación que pone de manifiesto en cada una de sus películas.
Desde muy pequeña tengo grabadas imágenes que arrancaron de mi familia múltiples carcajadas y que, aunque yo entonces en ocasiones apenas entendía por mi temprana edad, encontré el sentido con el paso del tiempo.
Por realizar un pequeño recorrido de momentos hilarantes (a mi juicio) de sus principales películas, intentaré seguir un hilo cronológico para situar mejor al lector.
Recuerdo el momento de Bananas, en el que Nati Abascal corría despavorida por una picadura de serpiente en su seno y todos los soldados iban detrás para extraer el veneno.
Sueños de un seductor es una parodia en paralelo a Casablanca donde nuestro protagonista explica una pelea con unos moteros en una discoteca, mostrando en clave de humor su perfil de perdedor.
Todo lo que quiso saber sobre el sexo y no se atrevió a preguntar tiene varios sketches desternillantes, entre los que se encuentra uno en el que se narra la relación de Gene Wilder con una oveja.
En La última noche de Boris Gruschenko comienza la presentación de los distintos hermanos, y cuando Woody Allen hace su aparición estelar comete todas las torpezas propias de una personalidad de antihéroe, que siempre deja patente; o el momento de la convención nacional de idiotas rusos y sus flirteos en el palco de la ópera con la condesa.
Manhattan no deja impasible por las conversaciones con su ex mujer, a la que constantemente acusa de airear su vida matrimonial en una novela que va a publicar en breve.
El personaje que protagoniza Broadway Danny Rose, con su afán de representar a todo tipo de artistas, crea situaciones muy cómicas cuando entra en contacto con la mafia debido al romance de uno de sus clientes.
En Hannah y sus hermanas, recuerdo la cita que tiene con una de sus ex cuñadas, donde le pregunta que si lleva la cocaína por kilos en el bolso o si solo le gustan los grupos cuyos miembros parece que quieren apuñalar a sus madres (refiriéndose a un concierto de rock al que asisten).
En Días de radio, el coro hilarante que forma la familia al completo al escuchar una canción de Carmen Miranda.
En Misterioso asesinato en Manhattan, la partida de póker que juega con Anjelica Huston, o cómo en Marido y mujeres la carismática Judy Davis inquiere a gritos a su cita que simplemente quería llevarla a ver Don Giovanni.
Desmontando a Harry tiene un momento culminante en el que él le explica a una prostituta el orden en el que tiene que hacer su servicio, y ella desconfiando de su equilibrio mental le dice: “Acabemos primero con la parte monetaria y así nos quedamos tranquilos…”.
Todos dicen I Love You muestra con su característico humor cáustico las relaciones de una familia neoyorquina de alto poder adquisitivo.
Y para finalizar, en Si la cosa funciona, la canción de feliz cumpleaños que canta su protagonista cada vez que se lava las manos para realizar la desinfección adecuada, o en su última película, Café Society, las diferentes afirmaciones condenatorias del hermano del protagonista que posee un carácter un tanto peculiar, contrapuesto por completo a quien sin tener su rostro, acapara la personalidad del que protagoniza este artículo.
No es que el resto de filmes no me hayan hecho reír o considere que son de peor calidad, aunque lógicamente todos no estén a la misma altura; es que en este momento, y supongo que Freud sabría el porqué, son los que han asaltado mi memoria repleta de recuerdos de este personaje tímido y neurótico con dificultad para relacionarse y por tanto condenado al ostracismo social.
Suscríbete a la revista FilaSiete