Woody Allen: Tragedia + tiempo = comedia

· Woody Allen, siempre encasillado en la comedia, toca los temas más elevados para el ser humano, como son la religión, la muerte, la am­bición, la política, la envidia, la ira, el amor, la pa­sión desenfrenada…

Así de fácil expone Woody Allen este algorit­mo en boca de Alan Alda, para buscar la aceptación de una realidad tan sencilla co­mo compleja y es que realmente todo depende del pris­ma con el que se miren las distintas situaciones que nos encontramos en la vida, y es ese punto de vis­ta al que hay que llegar en los distintos momentos fatalistas que pueden acaecer en el día a día.

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Nadie, ni siquiera el más suertudo, puede escapar de la desgracia en algún momento vital, porque co­mo decía Cadalso en sus Cartas Marruecas, «el hombre es mísero de la cuna al sepulcro…», y solo él sa­be la manera de salir de sus propios miedos y adversidades, simplemente ha de buscar en su interior y dejar que el tiempo pase.

El concepto entendido como género teatral se remonta a la época grecolatina, en la que surge la necesidad de establecer una oposición a la tragedia y co­mo consecuencia nacen estos textos epicúreos con un final feliz: la Comedia.

woodyallen2En el siglo XVII en España, toma una gran fuerza en los corrales de comedia, a modo de divertimento pa­ra un público hastiado de una sociedad decrépita, pa­sando a ser en el siglo XX uno de los géneros básicos del Séptimo Arte.

Allen pone de manifiesto este género en muchas de sus cintas con una maestría propia del talento de un filósofo que presenta sus pensamientos sobre el ser humano a modo de imágenes concatenadas. De hecho, su carrera de cómico empezó con chistes para columnistas y cómicos profesionales.

Lo mío con este director, actor y guionista es un amor desde la niñez que surge casi por imposición pa­terna, y se convierte a lo largo de los años en una pasión por esta mente privilegiada, cargada de re­cursos para entretener al espectador y hacerlo aden­trarse en una introspección en lo más recóndi­to de su alma.

Woody Allen: Comedia y tragedia

Woody Allen toca los temas más elevados para el ser humano, como son la religión, la muerte, la am­bición, la política, la envidia, la ira, el amor, la pa­sión de­sen­­frenada… y forma un cóctel metafísico que en la mayoría de las ocasiones riega con humor in­te­li­gente e irónico.

Su sarcasmo hacia las costumbres de sus conveci­nos y la facilidad para ironizar los avatares de una so­ciedad burguesa neoyorquina, plagada de múltiples defectos anexos al propio ser humano, son una car­ta de presentación que pone de manifiesto en ca­da una de sus películas.
Desde muy pequeña tengo grabadas imágenes que arrancaron de mi familia múltiples carcajadas y que, aunque yo entonces en ocasiones apenas entendía por mi temprana edad, encontré el sentido con el paso del tiempo.

Por realizar un pequeño recorrido de momentos hi­larantes (a mi juicio) de sus principales películas, in­tentaré seguir un hilo cronológico para situar me­jor al lector.

Toma el dinero y correGrandioso el momento en el que, en Toma el dine­ro y corre, intenta atracar un banco con un mensaje es­crito en un papel incomprensible para el cajero que ataca su caligrafía y constata con otros compa­ñe­ros que la nota es ininteligible; o cuando se fabri­ca una pistola con jabón e intenta usarla en un día llu­vioso, y no olvidemos la condena que ha de cumplir siendo internado en un habitáculo subterráneo con un agente de seguros.

Recuerdo el momento de Bananas, en el que Nati Abas­cal corría despavorida por una picadura de serpiente en su seno y todos los soldados iban detrás para extraer el veneno.

Sueños de un seductor es una parodia en paralelo a Casablanca donde nuestro protagonista explica una pelea con unos moteros en una discoteca, mostrando en clave de humor su perfil de perdedor.

Todo lo que quiso saber sobre el sexo y no se atrevió a preguntar tiene varios sketches desternillantes, entre los que se encuentra uno en el que se na­rra la relación de Gene Wilder con una oveja.

En La última noche de Boris Gruschenko comienza la presentación de los distintos hermanos, y cuando Woody Allen hace su aparición estelar comete todas las tor­pezas propias de una personalidad de antihéroe, que siempre deja patente; o el momento de la convención nacional de idiotas rusos y sus flirteos en el palco de la ópera con la condesa.

Annie HallEl momento de Annie Hall, queriendo hacer salir una langosta de la parte trasera de un frigorífico con galletas y mantequilla, o escuchar las tendencias suicidas del hermano de Annie al volante y lue­go tener que subir con él en el coche.

Manhattan no deja impasible por las conversaciones con su ex mujer, a la que constantemente acusa de airear su vida matrimonial en una novela que va a publicar en breve.

El personaje que protagoniza Broadway Danny Ro­se, con su afán de representar a todo tipo de artistas, crea situaciones muy cómicas cuando entra en con­tacto con la mafia debido al romance de uno de sus clientes.

En Hannah y sus hermanas, recuerdo la cita que tie­ne con una de sus ex cuñadas, donde le pregunta que si lleva la cocaína por kilos en el bolso o si solo le gustan los grupos cuyos miembros parece que quie­ren apuñalar a sus madres (refiriéndose a un con­cierto de rock al que asisten).

En Días de radio, el coro hilarante que forma la fa­milia al completo al escuchar una canción de Carmen Miran­da.

En Misterioso asesinato en Manhattan, la partida de póker que juega con Anjelica Huston, o cómo en Marido y mujeres la carismática Judy Davis inquiere a gritos a su cita que simplemente quería llevarla a ver Don Giovanni.

Desmontando a Harry tiene un momento culminante en el que él le explica a una prostituta el or­den en el que tiene que hacer su servicio, y ella des­confiando de su equilibrio mental le dice: «Acabemos primero con la parte monetaria y así nos que­damos tranquilos…».

Todos dicen I Love You muestra con su característico humor cáustico las relaciones de una familia neo­yorquina de alto poder adquisitivo.

Y para finalizar, en Si la cosa funciona, la canción de feliz cumpleaños que canta su protagonista cada vez que se lava las manos para realizar la desinfección adecuada, o en su última película, Café Socie­ty, las diferentes afirmaciones condenatorias del her­mano del protagonista que posee un carácter un tan­to peculiar, contrapuesto por completo a quien sin tener su rostro, acapara la personalidad del que pro­tagoniza este artículo.

No es que el resto de filmes no me hayan hecho reír o considere que son de peor calidad, aunque ló­gicamente todos no estén a la misma altura; es que en este momento, y supongo que Freud sabría el porqué, son los que han asaltado mi memoria repleta de recuerdos de este personaje tímido y neurótico con dificultad para relacionarse y por tanto con­denado al ostracismo social.

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