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A propósito de la serie Un caballero en Moscú

Hubiera sido es­ti­mulante ver a Benedict Cumberbatch encarnando a Alek­sandr Ilich Rostov, no solo por su edad (43) sino por sus 1’83 m. y por su gran expresividad y capacidad de ge­nerar humor

Portada de Un caballero en Moscú, de Amor Towles (Editorial Salamandra)

A propósito de la serie Un caballero en Moscú

A propósito de la serie Un caballero en Moscú, basada en la novela de Amor Twoles.

La segunda novela del estadounidense Amor Twoles, Un caballero en Moscú, se convertirá en una serie que dirigirá Tom Harper, que ya se ocupó de hacer lo pro­pio con La Novela. La Novela, claro, es Guerra y Paz, adap­tada por el veterano Andrew Davies en una mi­ni­serie formidable de 6 episodios estrenados en 2016 por BBC, que protagonizaron Lily James, Paul Dano y James Norton.

En la novela de Twoles, publicada en 2016 y que ha te­nido una gran acogida, primero en Estados Unidos y lue­go en todo el mundo, el conde Aleksandr Ilich Rostov vuel­ve a San Petersburgo desde París cuando estalla la Re­volución en 1917.

Rostov tiene 27 años, mide 1’90, es soltero y apuesto. Es un caballero: un patriota que no se siente culpable por ser noble o mejor dicho por comportarse noblemen­te en el sentido cabal del término.

Cuando lleva cuatro años viviendo en una suite del afa­mado Hotel Metropol, junto al Bolshoi y la Plaza Ro­ja, la Checa -policía política soviética- le lleva en junio de 1922 ante un tribunal, que en un juicio sumarísimo le conmina a no salir del Metropol si quiere conservar la vida. El día en que ponga un pie fuera del recinto, lo fusilarán.

Con semejante premisa, el relato se presenta apasionante porque Rostov, que conoce el gran hotel a la perfección, irá trabando relaciones con un amplio muestrario de integrantes de la sociedad rusa de la época que trabajan o se alojan en el Metropol. Como hombre de mundo, universitario, lector infatigable, amante de la música, el arte y la buena mesa, Rostov tendrá que adap­tarse a unas circunstancias en las que su afabilidad, encanto y discreción se pondrán a prueba en un país convulso, en el que las purgas se llevan por delante a millones de personas.

La novela alberga todo ese ritual bien conocido por los amantes de la gran literatura rusa del personaje lle­no de dignidad que sabe que no puede perder las for­mas porque, perdidas las formas y las maneras, sobre­vie­ne la barbarie y desaparece la esperanza de un futu­ro mejor.

La relación de Rostov con Nina, la pequeña hija de un alto dirigente bolchevique alojado en el hotel, es un de­licioso retablo costumbrista que nos va mostrando el universo del Metropol, la jaula de cristal de Rostov.

Ni puedo ni debo contar más. Hacerlo sería destrozar una novela amenísima, con giros sorprendentes que res­petan los acontecimientos precedentes y llevan al lec­tor en volandas. Los capítulos se suceden manejando con maestría el transcurso del tiempo dentro y fuera del hotel Metropol.

De la novela a la serie

La productora eOne, con sede en Canadá, se ha hecho con los derechos de la novela y su presidente Mark Gor­don ha contratado a Tom Harper (Peaky Blinders, Gue­rra y Paz) para que dirija la serie, con Kenneth Bra­nagh como protagonista. Gordon y Branagh se conocen por haber trabajado juntos en Asesinato en el Orient Express (2017), un largo con reparto cuajado de es­trellas y un presupuesto de 55 millones de dólares, que a mí me pareció sencillamente improcedente, por ser benévolo.

Comprendo la elección de Branagh, pero no termino de verlo, especialmente cuando su personaje es joven. Bra­nagh tiene 58 años y mide 1’77. Hubiera sido es­ti­mulante ver a Benedict Cumberbatch encarnando a Alek­sandr Ilich Rostov, no solo por su edad (43) sino por sus 1’83 m. y por su gran expresividad y capacidad de ge­nerar humor. Ya puestos, sería un estupendo Rostov el español Alex Brendemühl, un actor magnífico que se maneja bien en inglés y es uno de los actores nacionales que mejor habla en un escenario o en la pantalla: su discurso es él.

Espero que la experiencia «hotelera» de las series de gran presupuesto se note para bien. El vestuario y el diseño de producción serán vitales porque en gran me­dida lo que se dice proporciona la libertad que los per­sonajes no tienen.

La novela es larga y habrá que renunciar a texto y a algunos personajes. La habilidad de la adaptación re­sidirá en la manera de tramar los conflictos y su recu­rren­cia, una recurrencia que es uno de los mejores recursos de la novela de un graduado en Harvard y Yale, un bostoniano de 55 años residente en Manhattan que tra­bajó en el mundo de la finanzas entre 1991 y 2012. Two­les publicó su primera novela, Normas de cortesía, en 2011. Es una historia ambientada en los años de la De­presión.

Las características de la novela se prestan a una miniserie en la que la puesta en escena será muy importante para transmitir la curiosa sensación de libertad que mantiene Rostov encerrado en el hotel. De vital im­portancia será la escritura de diálogo y la capacidad del guionista de hacer secuencias largas. Hay que tener en cuenta que la novela no tiene tramas secundarias. Two­les nos va contando cosas del pasado de Rostov gracias a los encuentros que tiene con diversos personajes.

El esfuerzo para ambientar la historia que ocupa un ar­co de treinta años tendrá que ser notable. Quizás lo más preocupante sea que los productores presten más aten­ción de la debida al maquillaje y a la caracterización. La clave será la interpretación. Porque 30 años no es nada…

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