Series: Ver para crecer
El guionista William Nicholson (Gladiator, Tierras de penumbra), o quizá C.S. Lewis, decía que leemos para saber que no estamos solos. ¿Vemos series para saber que no estamos solos? ¿Para vivir vidas alternativas como en el juego Second Life? ¿Para confirmar nuestras creencias sobre el mundo o para apartarnos de ellas?
En las semanas del confinamiento hemos visto más series que en otras temporadas de nuestra vida. Escuchaba a Toni Nadal (ex entrenador de Rafa) reflexionar sobre esto. Se daba cuenta de que habían visto en familia la serie que querían y en el momento que les apetecía, cuando hace años para ver la serie Fortunata y Jacinta (RTVE, 1980) tenían que esperar. Concluía: «Más facilidad, menos compromiso. Cuando te comprometes menos, el resultado es peor».
¿En qué medida nos comprometemos con las series que vemos? Como psiquiatra he visto quien ha comprometido su salud mental hasta llegar a confundir lo que ocurre en la ficción con la vida real. También he aprendido con pacientes que han mejorado su vida gracias al compromiso personal al ver una serie que les ha hecho reaccionar al conectar con partes de su yo que pedían una reforma.
Podemos verlas para divertirnos (Paquita Salas – Netflix), y es estupendo, también para convertirnos (This is Us – Amazon), y esto es mejor; para evadirnos (Jack Ryan – Amazon), que es necesario en ocasiones, o para invadirnos (Teresa de Jesús – Flixolé), que es más deseable; para revertir un mal día (La casa de papel – Netflix) o para invertir ese día con beneficio (Informer – Filmin); para desconectar o para conectar. Todo es lícito y cada serie tiene su «serie» de circunstancias que la hacen buena para mí en ese momento, si reflexiono antes sobre lo que quiero.
Las series pueden vitalizar o desvitalizar, al igual que decía Ortega y Gasset de las personas: «Y es que, en efecto, hay dos clases de seres: unos, dotados de vitalidad rebosante, que se mantiene siempre en superávit; otros, de vitalidad insuficiente, siempre en déficit. El exceso de aquellos nos contamina favorablemente, nos corrobora y nos nutre; el defecto de éstos nos deprime y mengua». No es lo mismo ver The Big Bang Theory (Amazon) que Juego de Tronos (HBO). Con ambas aprendes más de técnica cinematográfica, pero con la primera te vitalizas y con la segunda menguamos.
Quizá no todo es tan sencillo como decía R.M. Rilke, y se recoge al terminar Jojo Rabbit: «Deja que todo te pase / la belleza y el terror / solo sigue andando / ningún sentimiento es definitivo». Aunque sea verdad que las emociones son pasajeras, el tránsito que hacemos por ellas, y ellas por nosotros, nos puede hacer más sapiens, con mayor capacidad de saborear, y más sentiens, con mayor capacidad de ser afectados, y por tanto más contemplativos.
¿Ver una serie me puede hacer más bueno, más bello, más contemplativo, con mayor capacidad de asombro? Piénsalo tú: cómo te impacta en los sentidos; cómo estimula tu sensibilidad y tus emociones; en qué te hace pensar; si te implica en la historia o no; qué reflexiones haces; en qué modo interacciona contigo y te obliga a la reciprocidad; si has tenido que coger el piolet para terminarla y llegar a la cumbre; si has tragado agua durante la travesía; si te deja poso o se te olvida; si sabes más de cine cuando terminas de verla.
Puedes ver las series como un mero espectador -como un mero, que diría el querido Marcos Mundstock (Les Luthiers, 1942-2020)- con cara de pescado congelado. O puedes verlas como protagonista activo, que toma parte en el baile, elabora el contenido y lo incorpora a su bagaje personal. Por eso, al igual que con los libros, no es indiferente qué serie ver.
Hay series que te anestesian y disminuyen tu sensibilidad, otras que la aumentan y despiertan los sentidos como Guerra y Paz (Filmin) o Grey Zone (Filmin); series que duelen como El día de mañana (Movistar) y series que te limpian los ojos para ver con más claridad al ser humano que ama y es amado, como Modern Love (Amazon). Hay series que te regulan el ánimo y otras que te deprimen. Tú eliges.
Al final de Los Miserables (2019) se cita a Victor Hugo: «No hay malas hierbas ni hombres malos; solo hay malos cultivadores», lo cual podríamos aplicar a nuestro cultivo de la capacidad de acceso a la belleza a través del cine. FilaSiete es un buen cultivador.
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