Cinco tumbas al Cairo

Cinco tumbas al Cairo: Propaganda divertida

J.J. Bramble, cabo inglés de carros de combate, es el único superviviente de una batalla contra el Afrika Corps. A duras penas consigue llegar a un pequeño hotel propiedad de Farid, un egipcio, que lo mantiene en funcionamiento con ayuda de una francesa a la que llaman Mouche (mosca). Cuando Farid está pensando qué hacer con el inglés, hace irrupción la vanguardia de una columna alemana. Para salvarle la vida le harán pasar por Davos, camarero en el hotel recién fallecido, sin saber que espiaba para los alemanes.

Segunda película dirigida por Billy Wilder en Estados Unidos. Se trata de una obra de propaganda bélica, pero de propaganda inteligente. Hay humor, una trama policiaca, personajes tridimensionales… más adelante, en 1945, cuando -como tantos cineastas- colaboraba con el departamento de guerra, solicitó que le dejaran hacer películas divertidas que al mismo tiempo sirvieran de propaganda. No le respondieron.

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Cinco tumbas al Cairo está basada en una obra de teatro, adaptada por el mismo Wilder y su colaborador habitual, Charles Brackett. La mayor parte de la acción transcurre en interiores, pasando en revista a los principales actores y sus motivaciones. Los diálogos son buenos, las motivaciones de cada uno son de lo más variado. Las tumbas son un McGuffin. Tres hombres pretenden conseguir el favor de la dama, una francesa, ofreciendo lo mejor de su país: el alemán, el inglés, el italiano. Naturalmente, propaganda obliga, los estereotipos son fuertes. Rommel (von Stroheim), sin salir bien librado, es respetado. Había que odiar a los nazis, no a los alemanes.

Cinco tumbas al Cairo ha envejecido bastante bien. Resulta un thriller entretenido con tensión y humor, algo próximo a una partida de Cluedo. Es, además, una película de propaganda bélica importante: estamos en el año 1943 y queda mucha guerra por delante. Rommel era el genio enemigo y burlarle era todo un éxito. Naturalmente Franchot Tone y Anne Baxter no son, ni lo pretenden, Bogart y Bergman, y un hotelucho en el desierto no es Casablanca. Con todo, esta película mereció 3 candidaturas al Oscar en 1944: fotografía en blanco y negro (John F. Seitz), dirección artística (Hans Dreier, Ernst Fegté, Bertram C. Granger) y montaje (Doane Harrison).

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