El puente sobre el río Kwai

El puente sobre el río Kwai: Épica británica

La acción transcurre en 1943, en Birmania, durante la II Guerra Mundial. La historia es sencilla: un grupo de soldados británicos, prisioneros de los japoneses, tiene que construir un puente. La película está planteada como un drama sicológico, el enfrentamiento entre el coronel Nicholson, a quien obedecen los británicos, y el coronel Saito, director del campo de prisioneros y encargado de construir el puente sobre el río Kwai. El coronel Saito, presionado por sus superiores, quiere obligar a trabajar a todos los prisioneros, oficiales incluidos. El coronel Nicholson se niega, y exige que se cumplan las convenciones de Ginebra. A cambio, colaborará en la construcción. Este drama muestra dos civilizaciones y dos modos de ver el mundo y la gente, bajo la mirada escéptica del comandante Shears, un prisionero norteamericano, que tiene su propio punto de vista acerca de lo que está ocurriendo y la marcha de la guerra.

El puente sobre el río Kwai es una gran película: 157 minutos de duración y 8 candidaturas a los Oscar, de los que se llevó 7 (mejor película, dirección, guion adaptado, fotografía, música, montaje y actor principal). La novela es de Pierre Boulle, que escribió también El planeta de los simios.

Dirigió la película David Lean, el más británico de los grandes directores británicos: Oliver Twist, Breve encuentro, La barrera del sonido -donde cuenta que el primero en romper la barrera del sonido fue un oficial británico-, Lawrence de Arabia, La hija de Ryan, Pasaje a la India. Lean comenzó su carrera como montador. Sólo dirigió 16 películas, excelentes todas ellas. Fue un director preciso que conjugó como pocos lo grandioso con el detalle. En el puente, desde los primeros planos, se puede apreciar el trabajo sutil en una superproducción, cómo se pasa de las masas a los individuos de una u otra nación, e incluso qué motiva a cada uno de ellos. Naturalmente, lo mejor es siempre lo británico. La prueba de ello es que convierte un desastre nacional y un modelo de colaboración con el enemigo en una bella épica británica. Está claro que es cine y no historia y como cine hay que verla.

Por otra parte, y como sello personal independiente del contexto bélico, se puede apreciar algunas de sus constantes: su fatalismo, su sentido del honor, su gusto por los trenes, su capacidad de contar una historia personal con un fondo gigantesco, su manera de enfrentar culturas.