Gremlins: Que no coman después de media noche…

Navidades. Una pequeña ciudad, o la parte de ella que vemos, se lamenta de la crisis y de la dureza del banco (de la dueña del banco). Un modesto y «cutre» inventor lleva a su hijo un original regalo, un Mowie, un curioso animalito, un peluche en forma de pequeño y adorable osito, muy inteligente, con grandes ojos y enormes orejas. Lo ha conseguido en el modesto bazar de un viejo chino, con la condición de respetar tres reglas: no debe darle luz fuerte, no debe acercarse al agua, no debe comer después de media noche. Naturalmente, faltará tiempo para no cumplir las reglas. Naturalmente también, las consecuencias serán desastrosas para toda la ciudad.

Es posible que la nostalgia actual de los años ochenta tenga mucho que ver con la resurrección del cine que vino de la mano de SpielbergLucas y amigos. Y de algunos más. Una de las pruebas es esta película, la más taquillera del año 1984, un grandísimo y muy divertido disparate, un homenaje al cine clásico y una fábula eterna contada con el estilo y el brío que Spielberg aportó al cine en esa época.

- Anuncio -

Joe Dante iniciaba su carrera como director, siempre afincada en la serie B. En esos momentos Dante había terminado sus estudios y realizado Piraña y Aullidos para la productora de Corman (el productor y director más tacaño y rentable de la historia del cine). En esos momentos Steven Spielberg era llamado «El rey Midas de Hollywood», todo lo que hacía se convertía en oro y además de dirigir y producir sus películas había comenzado a producir y confiar sus ideas o otros directores. Las dos películas de Dante habían llamado la atención de Spielberg, quien le confió el proyecto Gremlins, escrita por Chris Columbus, un joven desconocido. La conjunción fue muy positiva: Columbus adaptó a sus muñecos la fórmula clásica de los cuentos de hadas: un regalo viene con una condición. Toda la película es un cuento de hadas, estamos en un lugar cualquiera en un momento mágico, los Mowie son criaturas fantásticas, y en el bazar chino -ese atractivo imaginario oriental- se dijo que tener un Mowie implica una gran responsabilidad; la película termina como empezó, con otra perla de sabiduría oriental.

Gremlins está llena de homenajes al cine: por televisión vemos diversos fragmentos de ¡Qué bello es vivir!, de La invasión de los ladrones de cuerpos, que serán parodiados; vemos también unos momentos de Corman, y hasta la reproducción de una escena de 1941, del propio Spielberg; por no hablar del amor del productor por Disney, que proyecta Blancanieves, de la secuencia de los Gremlins con el proyector, o los carteles de cine. Lo decisivo es que todos esos momentos están integrados en la película de una forma divertida y delirante a la vez. Dante logra combinar lo clásico y lo moderno, Navidad y Halloween, la comedia con el cine de terror y el resultado es admirable, porque en otras manos resultaría ridículo. De hecho, por más que lo intentó, nunca logró reproducir esa mezcla con tanta perfección.

Gremlins se sigue viendo bien, más ahora que la ambientación de los ochenta vuelve a estar de moda, y las advertencias sobre la conservación del planeta son más actuales que nunca y el excesivo consumismo con ocasión de la Navidad no solo desagrada al Grinch, sino también a Phoebe, que perdió a su padre en esas fechas e hizo un chiste con ello que se recordó durante décadas.

Ficha Técnica

  • Fotografía: John Hora
  • Montaje: Tina Hirsch
  • Música: Jerry Goldsmith, Noel Regney
  • País: EE.UU., 1984
  • Duración: 106 min.
  • Distribuidora en España: Netflix, Movistar+
  • Público adecuado: +12 años
Suscríbete a la revista FilaSiete
Reseña
s
Historiador y filólogo. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos. Ha estudiado las relaciones entre cine y literatura. Es autor de “Introducción a Shakespeare a través del cine” y coautor de una decena de libros sobre cine.