Hud, el más salvaje entre mil

Hud, el más salvaje entre mil: Tres Oscar

Hud, el más salvaje entre mil | Una obra que, a di­ferencia de otras de los 60, ha aguantado muy bien el paso del tiempo, en buena medida por la calidad de la dirección de Ritt.

Martin Ritt (1914-1990) fue uno de los directores de cabecera de un ac­tor muy bueno llamado Paul Newman (1925-2008).

Esta película no es especialmente original desde el pun­to de vista argumental (un rebel­de sin causa con familia de rancheros te­janos en la que falta la madre) sal­vo por el excelente personaje al que da cuerpo y alma una portentosa Patricia Neal.

Irving Ravetch y Harriet Frank Jr., colaboradores es­tables de Ritt, adap­taron la novela de McMur­try (autor del libro y el guión de La última película, de Bogdanovitch).

Newman, en uno de esos papeles que siempre hacen pensar en Bran­do, demuestra lo que ocurre cuando un actor brillante es lo suficientemente listo para usar algunas cosas del Método y mandarlo a paseo cuan­do conviene. Newman, que ya tenía los 38 cuando rodó la cinta, templa un personaje muy peligroso, de esos que te salen y te dan prestigio, o no y te hunden.

Hud, el más salvaje entre mil recibió tres Oscar de los sie­te a los que aspiraba (mejor actriz prin­cipal para Patricia Neal, mejor ac­tor secundario para un impresionante Melvyn Douglas y otro para la ex­celente fotografía en blanco y ne­gro del chino James Wong Howe).

Re­pasas los créditos y están Hal Pereira (arte), Edith Head (vestuario), El­mer Berstein (música)… todos auténticos galácticos.

Las secuencias en las que está Patricia Neal hacen que la película su­ba del 7,7 al 10. Una obra que, a di­ferencia de otras de esos primeros años 60, mantiene una juventud envidiable con el paso de los años, en buena medida por la calidad de la dirección de Ritt, que brilla en secuencias absolutamente memorables.

Bran­don de Wilde (que interpreta al primo de Hud que le profesa admiración rendida) fue 10 años an­tes ese ni­ño inolvidable, Joey, en Sha­ne, la fas­cinante película del gran George Stevens.