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La dama de Shanghai

Welles rueda una historia en la que la víctima ino­cente es un ingenuo marino, mientras que la víctima apa­rente está a punto de destruirlo con su fragilidad y belleza

La dama de Shanghai (1947) - Cine Negro

La dama de Shanghai: Puro Orson Welles

La novela If I Die Before I Wake, de Sherwood King, que ins­pira La dama de Shanghai, es de 1938. Se trata de un noir canónico que emula el estilo de Chandler, femme fatale y narrador en off en primera persona incluidos. La única ra­zón por la que se recuerda es la película de Orson Welles. Cuen­ta la historia de Michael O’Hara, marino irlandés, que co­noce a una bella y enigmática mujer, es seducido por ella y acaba víctima de sus intrigas. O’Hara ayuda a la dama fren­te a unos ladronzuelos en Central Park. Como prueba de agradecimiento ella le ofrece trabajo en su yate; sale de cru­cero por el Caribe con su marido -importante abogado- y unos amigos la semana siguiente. Durante el viaje, O’Hara aca­bará locamente enamorado de la mujer y asqueado de su en­torno. En ese momento estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ella. Exactamente como había sido planeado.

Hay decenas de películas con planteamientos similares, mu­chas interesantes, algunas excelentes, por ello en su momento esta no llamó excesivamente la atención. Desde entonces su fama no ha dejado de crecer y sus méritos han re­sultado sobradamente conocidos. En primer lugar se trata de una película escrita, dirigida y protagonizada por Orson We­lles, con Rita Hayworth en la cima de su carrera (Gilda es del año anterior), en el papel antagonista. Dice una de las múltiples leyendas acerca de Orson Welles y la película que la génesis está en una deuda que tenía el Mercury Thea­tre de Welles. Para evitar el embargo hizo una pro­puesta a Ha­rry Cohn -mítico director de Columbia Pictu­res-, él ha­ría la película con Rita Hayworth si en veinticuatro horas recibía el anticipo de 50.000 dólares (can­tidad que debía el Mercury Theatre). El dinero llegó a tiem­po. Es posible que los hechos no fueran exactamente así, pero es verosímil; dice mucho de Welles, de la fama de Ri­ta Hayworth, entonces su mujer, y de la fe de Cohn en el talento de Welles y en el gancho de su estrella. Todos es­tuvieron a la altura.

La dama de Shanghai es una película que destila Orson We­lles por todos sus fotogramas, desde la elección de la ca­bellera de la protagonista, corta y rubia, pasando por la manera de rodar algunas secuencias como el paseo en co­che de punto, la «excursión», la fuerza que tiene cada pla­no, hasta la antológica secuencia final. Hay muchas imá­genes complicadas -a Welles le gusta lo barroco- y planos innovadores que nunca son gratuitos, siempre llevan información y anticipan el genial plano secuencia que da ini­cio a Sed de mal.


Otra de sus cualidades es la concisión: pe­lícula muy com­pleja, rica en acontecimientos y llena de gi­ros y sorpresas. Está perfectamente acabada y solo dura 83 minutos. En cuan­to a los diálogos, no tienen desperdicio y admiten múltiples interpretaciones, la más evidente es, sin duda, falsa.

Orson Welles rueda una historia en la que la víctima ino­cente es un ingenuo marino, mientras que la víctima apa­rente, la desvalida Elsa, a quien él quiere proteger, está a punto de destruirlo con su fragilidad y belleza. Elsa vuelve locos a los hombres, es inestable, es frágil y también es du­ra. La realidad es que O’Hara querría ayudarla, pero -ya lo sabemos- termina provocando su ruina. Sabiendo que We­lles se había casado con Hayworth, los dos sinceramente enamorados, y no había sabido tratarla, la había llevado «por la calle de la amargura» y se divorció de ella poco des­pués de concluir esta película, uno no puede evitar la sen­sación de que todos los diálogos son dichos desde el co­razón, de que es una despedida consciente y de que Welles di­ce desde su personaje cosas que no se atrevió a decir a la cara, en casa. Singularmente expresiva es la conversación fi­nal, una trágica confesión. Rita Hayworth consigue una in­terpretación antológica, a la altura de la célebre Gilda.

Verdadero o falso, el espectador queda atrapado por el mag­netismo de los personajes, casi siempre anticipa los acon­tecimientos, y perdona de buena gana las exageraciones de la narración que no deja de ser el relato de un marino, embellecido por el tiempo y la memoria, también en el es­pectador cada vez que recuerda o vuelve a ver la película.

 

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Ficha Técnica

  • Fotografía: Charles Lawton Jr.
  • Montaje: Viola Lawrence
  • Música: Heinz Roemheld
  • País: EE.UU. (The Lady from Shanghai), 1947
  • Duración: 83 min.
  • Distribuidora en España: Rakuten
  • Público adecuado: +14 años
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Reseña
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Historiador y filólogo. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos. Ha estudiado las relaciones entre cine y literatura. Es autor de “Introducción a Shakespeare a través del cine” y coautor de una decena de libros sobre cine.
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