Mad Max, salvajes de la autopista: Serie B al poder
Mad Max es el patrullero Max Rockatansky, a quien nunca se llama Mad Max en toda la película. Es un interceptador de lo mejor de la policía. La acción se desarrolla en un futuro no demasiado lejano. La sociedad está enferma, las instituciones no funcionan, el estado responde a la violencia con la violencia en un intento de mantener el orden. La población escasea, las ciudades quedan desiertas y hay mucho nomadismo. Las carreteras se han convertido en un lugar peligroso, con salvajes motoristas sobre dos o cuatro ruedas, dedicados al pillaje en una impunidad casi absoluta. La acción comienza con una larga y espectacular persecución automovilística que permite hacerse una composición de lugar: los transgresores, las unidades de perseguidores de la policía, los interceptadores. Max aparece como un policía íntegro con un leve aura de misterio. Al terminar su trabajo, se transforma en un perfecto marido y padre de familia, amante de la paz. No se sabe nada de él; hay algunas vagas referencias a su pasado y a su difunto padre. Su mundo se transforma cuando uno de sus mejores amigos, también interceptador, es asesinado por unos brutales motoristas. Max abandona la policía, para volver después de que su mujer y su hijo también fueran asesinados.
Mad Max, salvajes de la autopista es una película de serie B, de muy bajo presupuesto, rodada a toda prisa, con pocas ideas y sin pretensión alguna. Debía haber pasado sin pena ni gloria, como las películas de Corman que le sirvieron de inspiración. Pero se convirtió en uno de los grandes éxitos de la década y estuvo en el origen de una saga que no ha dejado de crecer y de enriquecerse ideológicamente. Algunas de las claves de su éxito se deben a los grandes cambios culturales de los años setenta que se dejaron sentir en Hollywood. Mad Max aportaba una violencia gratuita pocas veces mostrada en el cine comercial hasta entonces, una estética feísta desconocida, y una trama mínima construida sobre instintos primarios. Venía a ser una bocanada de aire turbio que iba a renovar el mundo del cine. Por lo demás George Miller, director y co-guionista de esta película -y de toda la saga-, realizó una puesta en escena de corte clásico, bien planificada y bien acompañada por la banda sonora de Brian May. Recordemos que la persecución que abre la cinta es antológica y supera casi todo lo que se ha rodado después, con más medios. De hecho, la película pierde fuelle hasta que encara el tramo final, cuando Max se toma un descanso con su familia.
Conviene decir que esta película consagró e hizo la fortuna de su director y de su actor principal, Mel Gibson, protagonista también de las dos primeras secuelas. Max comienza siendo un policía bastante primario, bien que dotado de cierto encanto. En Mad Max 2 y 3 se convierte en un mito, un héroe hechura del Clint Eastwood de Sergio Leone: solitario, justiciero, vengador y, sobre todo, preocupado por su propia supervivencia. Su mundo, inicialmente limitado -por fuerza- a unas carreteras desérticas australianas, se empieza a transformar en una distopía futurista que llegará a aquello que nos ha ofrecido Furiosa, un circo demencial, del que cada uno puede sacar las conclusiones que desee. El primer Mad Max no tenía filosofía, solo buscaba hacer caja ofreciendo al gran público lo que el cine comercial de entonces no le daba, y con un gran protagonista de premio.
⇒Crítica de Mad Max: Furia en la carretera
⇒Mad Max: Fury Road. 6 Oscar para algo más que un gran espectáculo de acción orquestada
Ficha Técnica
- Dirección: George Miller,
- Guion: George Miller, James McCausland,
- Intérpretes: Mel Gibson, Hugh Keays-Byrne, Joanne Samuel, Steve Bisley, Tim Burns, Roger Ward, Lisa Aldenhoven,
- Fotografía: David Eggby
- Montaje: Cliff Hayes, Tony Paterson
- Música: Brian May
- País: Australia (Mad Max), 1979
- Duración: 88 min.
- Distribuidora: Warner
- Público adecuado: +16 años (V+S)