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Mi tío, de Jacques Tati

El genio deslumbrante de Tati dispone un combate en el que logra que, gracias a la ingenuidad, las reglas se cambien y ganen los dos contendientes

Mi tío (1958), de Jacques Tati

Mi tío, de Jacques Tati: Modernidad y tradición

En los orígenes todo era oscuro y silencioso, según pasó el tiempo se volvió luminoso y ruidoso. Ganó en vida, pero como decía Charles Chaplin perdió en interpretación.

Jacques Tati hace un uso muy singular del sonido, siendo Mi tío (1958), una de las obras que mejor expresan esta vía intermedia entre el sonoro y el mudo. La cinta ganó el Oscar a la película en lengua no inglesa y el premio especial del jurado en Cannes.

Buena parte de su mérito reside en el amor por el detalle, que puede apreciarse en los inolvidables créditos, en los que ya se plantean los grandes conflictos de la historia: modernidad-tradición, sencillez-afectación, autenticidad-artificiosidad.

Tati logra como actor la altura de Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd. La expresividad corporal y gestual de Hulot hace que las palabras no sean necesarias.

La verbosidad que se apodera de muchas películas se evita con un guion pleno de inteligencia que concede significado a cada movimiento, a cada gesto. Que Hulot sea parco en palabras es un hallazgo genial en la construcción del personaje, especialmente si se le compara con su hermana.

La audacia de Tati es impresionante en los decorados, en la arquitectura de su cine, que brilla deslumbrante en Playtime (1967), la película que le llevó a la ruina, pero que le otorga la condición de visionario y maestro indiscutible del lenguaje fílmico.

Pocas metáforas más brillantes sobre la falta de comunicación, de la verdadera comunicación en cuanto diálogo entre seres humanos, como la sátira brutal que supone el aeropuerto de Playtime, en el que asistimos a una ceremonia de la confusión, donde el borreguismo y la banalidad, tienen un contrapunto, de manera que la película logra bajar la acidez de su PH, en el retrato del futuro, un futuro marcado por una tecnología que Tati amaba pero en la que advertía el peligro de un uso siniestro y perjudicial.

Mi tío, de Jacques Tati: combate a 15 asaltos

El atrevimiento por desenmascarar los tiempos venideros le conduce en Mi tío a enfrentar dos mundos en una batalla sin cuartel. Con osadía dispone un ring. Titubeante aparece la Tradición, que repite como en cada enfrentamiento su ritual característico. Aparentemente inferior, anticuada, con apariencia frágil. Aún así, no se rinde y planta cara: tiene más historia, más vida. Cuenta con la experiencia.

Estilizada y airosa, minimalista y pulcra, la Modernidad musculosa da saltos y estira los brazos, orgullosa de su elasticidad.

El primer asalto va a comenzar, ambos se acercan al centro del cuadrilátero, el público se enardece. Allí encuentran al árbitro, Jacques Tati, que les recuerda las reglas del encuentro. Suena la campana y comienza la acción.

El primero en atacar es la modernidad con su verborrea de costumbre, intenta desmoralizar a su contrincante. La tradición, paciente y firme, espera hasta encontrar el punto flaco del rival, hará uso de la picardía, un recurso que domina a la perfección.

El ataque de la modernidad, que no respeta las reglas, es permitido por el colegiado. La modernidad mete a la tradición en un terreno en el que la espontaneidad se ahoga, se queda paralizada. El combate se torna surrelista, pesadillesco.

No salirse de la zona de pisada. Una metáfora magistral

 

La tradición mira a la hinchada modernista: todos utilizando el móvil, haciéndose fotos, mirando las redes sociales… Intenta entender lo que están haciendo, pero es incapaz, solamente comprende que se están perdiendo el espectáculo al que tanto les había costado acudir.

Aprovechando el tiempo que su rival emplea en cuidar su imagen, llega a la conclusión de que sin un enorme esfuerzo no será capaz de integrarse en ese tipo de sociedad, no entiende ni la tecnología ni su comportamiento. Tiene que ganar el combate por KO.

Perplejidad ante el mecanicismo desalmado.

Llegado este punto, la Tradición decide acabar con el combate con un golpe directo y demoledor.

El concepto de sofá-cama en Tati. Un genio efervescente.

Como espectadores vemos a la Tradición ya vencedora: su rival, el empresario que no ha tenido nunca el cariño de su hijo, que es incapaz de salirse del guion maquinal que se ha autoimpuesto va a recibir su merecido…

Y en ese momento, el chiquillo que cuenta la historia (Mi tío se llama la película) pide permiso a Tati para poder hablar con los combatientes, no soporta más esta dura pelea. Y el niño les invita a darse la mano, a admitir que son complementarios, que no tiene que haber un vencedor, que pueden ganar los dos.

La modernidad nos permite avanzar, disfrutar de una vida que gracias a la tradición conocemos y podemos escudriñar para evitar errores del pasado, peligros del futuro, para aprovechar oportunidades del presente.

Se suspende el combate. Todos salimos contentos. Hemos recuperado la confianza en la bondad del ser humano. El mundo tiene futuro mientras sepamos reír y conmovernos con películas como Mi tío.

Jorge García Menor

Ficha Técnica

  • Fotografía: Jean Bourgoin
  • Montaje: Suzanne Baron
  • Música: Franck Barcellini, Alain Romans
  • País: Francia (Mon oncle), 1958
  • Duración: 119 min.
  • Distribuidora en España: Amazon Prime Video, Filmin
  • Público adecuado: +7 años
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