Nightcrawler (Dan Gilroy, 2014)
Nightcrawler (Dan Gilroy, 2014)

Dan Gilroy: «En cuanto se pretende que los in­for­mativos ganen dinero, las noti­cias se convierten en un entretenimiento»

¿Cómo se le ocurrió la idea?

Dan Gilroy/ Hace muchos años me interesé enorme­men­te por un fotógrafo de escenas de crimen de los años 30 y 40 llamado Weegee (pseudónimo de Ascher Fe­llig). Sus instantáneas eran verdaderas perlas en­tre los coleccionistas. Fue el primero en ponerse un escáner de emisoras de policía en el coche, en Nue­va York. Eso fue sobre 1940. Se ponía a conducir por la ciudad y se las arreglaba para llegar a las esce­nas del crimen an­tes que nadie. Era un fotógrafo extraordinario, pero no encontré la forma de realizar un filme ambientado en la época, así que aparqué la idea y me mudé a Los An­geles. Hace unos años oí hablar de los nightcrawlers, esa gente que conduce por Los Angeles a 160 por hora con los escáneres en marcha. Como guionista, pensé: “es­te mundo es fascinante”, pero no supe exactamente qué hacer con él. So­lamente era parte de la idea, y no con­seguí manejarla has­ta que pensé en Lou, el persona­je que la iba a pro­tagonizar. Una vez conectados el mun­­do y el per­sonaje, fue como tener dos partes complementarias del átomo, y todo cobró sentido. Entonces ya supe qué quería hacer con aquellos dos elementos.

¿Conocieron a algún nightcrawler real?

D. G./ Sí, Jake y yo, junto con el director de fotografía Robert Elswit, fuimos un par de noches con un ti­po llamado Howard Raishbrook, que nos hizo de asesor técnico. Fue espeluznante. La primera acción que vi­mos fue un horrible accidente de tráfico, en el que tres niñas habían salido disparadas del coche tras chocar de frente contra un muro. Sinceramente, creo que en la vida me quitaré esa imagen de la cabeza. Jake, Robert y yo nos quedamos estupefactos, mirando, mien­tras que aquel hombre salió de su vehículo con to­da profesionalidad, filmó la escena, editó el vídeo en cinco minutos y lo vendió a cuatro televisiones. Tan­to él como el resto de personas que hacen esto se ven a sí mismos como legítimos proveedores de servicios. En sus cabezas, las historias que están filmando so­lo son las noticias de apertura de los informativos lo­cales de Los Angeles, así que si hay demanda de este ma­terial, ¿quién soy yo para juzgarles o para decir que lo que hacen está mal? Obviamente, el personaje de Lou cruza la línea roja en varios momentos y deriva ha­cia un mundo amoral, pero yo nunca he querido retra­tar así a estas personas, ni a los medios informati­vos, ni siquiera a Lou. Creo que en cuanto el cineasta aplica la inmorali­dad a algo está impidien­do que el espectador tome sus pro­pias decisiones. Mi moralidad puede ser muy distinta a la tu­ya, y lo que para mí es importante, podría no ser tan prio­ritario para ti. Quisimos reflejar este pequeño ni­­cho de mercado y los medios de Los Angeles de la for­ma más realista posible, y dejar que el espectador de­ci­da quién es el malo y dónde radica el problema.

 

Dan Gilroy, director de Nightcrawler
Dan Gilroy, director de Nightcrawler

¿Cambió su propia visión del periodismo duran­te el rodaje?

D. G./ No, sigue siendo la misma. Yo fui periodista, tra­bajé para Variety, así que el perio­dis­mo me interesa di­rectamente, pero soy consciente de que en EE.UU., ha­ce décadas, las cadenas de televisión decidieron que los in­formati­vos tenían que ser rentables, cuando nunca ha­bía sido así. Creo que en cuanto se pretende que los in­for­mativos ganen dinero, las noti­cias se convierten en un entretenimiento, y todos per­di­mos un gran va­lor cuan­do aquello sucedió, porque más que obtener his­to­rias en detalle que nos educan y nos informan, nos dan na­rrativas confeccionadas para ven­der un produc­to. La na­rrativa de Los Angeles, y creo que la de la mayoría de ca­denas de información locales –Michael Moo­re lo tra­tó en Bowling for Columbine-, es la narrati­va del mie­do. Es una regla de tres: si no estás vien­do mi canal es­tás en peligro porque ahí fuera hay co­sas que te pueden ma­tar a ti y a tu familia, y si no es­tás vien­do esto (con pu­blicidad intercalada, por supuesto), no sabrás lo que es. Es una fórmula muy potente y eficaz.

¿Qué debería cambiar?

D. G./ Es un problema de tales dimensiones que no le veo una solución. Sinceramente, no quisiera ser la per­­sona que ponga una barrera moral que separe lo que pue­de verse y lo que no. Mi única esperanza es la auto­­con­ciencia. Por ejemplo, si vas conduciendo por la auto­pis­ta en Los Angeles y hay un atasco, y llegas al origen del colapso, donde te encuentras cinco muertos por un acci­dente en un carril que va en sentido con­trario, la gen­te reduce la velocidad para mirar qué ha pasado. Y yo me digo: “No mires. No te conviertas en parte del pro­blema”. A veces lo consigo y a veces no. Y lo que me gus­taría es que cuando los espectadores vean la pelícu­la, reflexionen y sean un poco más cons­cientes del mun­­do en que vi­vimos, lo cual sería la principal es­pe­ran­za.

¿Cree que las noticias de la televisión están yendo de­masiado lejos, como lo hace el personaje de Rene?

D. G./ Pondré un ejemplo muy claro. Como es sabido, Los Angeles es la capital mundial de persecuciones auto­mo­vilísticas. En las cadenas locales, la emisión en directo tiene seis segundos de diferido, porque a veces dis­paran a alguien, y teóricamente una emisora ética de noticias no debe mostrar tales imágenes. Pues bien, en los últimos años, ese retraso no ha funcionado o no ha servido para evitar la retransmisión en directo de una ejecución. Ves eso y empiezas a pensar que a uno u otro se le habrá ocurrido lo de: “¿para qué demonios ne­cesitamos el diferido de seis segundos? ¡Si la audiencia se va por las nubes cuando mostramos la eje­cu­ción!”. Las sanciones de la Comisión Federal de Co­muni­caciones no son tan altas como para evitar tales si­tuaciones.

¿Deberían elevarse las multas?

D. G./ No pretendo proponer una solución. Yo lo que quie­ro es tratar de presentar un retrato preciso de lo que está pasando. Tengo mi propia opinión, pero la gen­te debería estudiar el problema personalmente. Deberían hablar y pensar acerca de esta situación.

¿Lo pondría al mismo nivel que las recientes eje­cu­­cio­nes de Estado Islámico y la disponibilidad de los ví­deos de los degollamientos?

D. G./ Absolutamente. Para mí ésa es la línea roja. Yo soy incapaz de ver esas imágenes. No las quiero tener en mi cabeza. Hay determinadas cosas que no puedo mi­rar, como aquel accidente, sigo sin poder olvidar aque­lla noche. Pero sí, es cierto que hay mucha gente pro­clive a mirar escenas escabrosas. No creo que, como so­ciedad, sea sano para nosotros consumir esos vídeos, pe­ro es como la comida rá­pida. Odio pontificar sobre eso, pero se podría mirar a los proveedores de comida rá­pida y decir “son unos cri­minales; nos están perjudicando la salud”. Sin embar­go, nosotros seguimos queriendo comer fast food. Por tan­to, ¿quién es el malo?

nightcrawler_2014_movie-2560x1600-640x400¿Esta película trata sobre la falta de privacidad?

D. G./ Bueno, no es muy distinta de TMZ, la web de co­tilleo y lo que hacen sus paparazzi. Lo que hace Lou es en realidad la versión de telenoticias de lo que hacen los paparazzi en la prensa rosa, y creo que la línea ahí es muy difusa. Este tipo de cobertura mediática puede ha­cer daño a la gente. A la gente la pueden matar, y tú vas y lo filmas.

Por varios motivos, ésta es la historia de un éxito. ¿Es­tá criticando un mundo en el que Lou puede obtener recompensa de este tipo de trabajo?

D. G./ Podría verse como una crítica, pero lo que me pro­puse fue retratar de forma objetiva lo que creo que es una realidad. Tengo la sensación de que si volviera al ca­bo de diez años, Lou sería el dueño de una gran em­pre­sa. Creo que mucha gente que asciende a lo más al­to de una multinacional toma decisiones mucho peo­res que las de Lou. Cuando eres capaz de dejar sin pen­sión a 40.000 personas y luego comprarte un yate de 120 metros, eso es mucho más criminal que lo que ha­ce Lou.

¿Los que salen en la emisora son periodistas reales?

D. G./ Todos los periodistas que aparecen son reales. Son las estrellas de las noticias locales de Los Angeles.

¿Alguno de ellos se lo tuvo que pensar para participar en la película?

D. G./ Yo les pregunté: “¿Habéis leído el guión? ¿Que­réis participar?”. Y todos respondieron: “¡Pues claro!”. Y creo que además pensaron: “Ésta no es nuestra emisora. Son las otras, las que hacen eso”.

Fuente: Filmax

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