Daniel Castro, director, guionista y actor de Ilusión

En el panorama actual del cine español, Ilusión podría convertirse en una referencia divertida y optimis­ta sobre la creación cinematográfica.

Daniel Castro, director, guionista y actor de Ilusión

Daniel Castro, director, guionista y actor de Ilusión: «El prestigio intelectual del pesimismo está sobrevalorado. Yo prefiero que en las películas se combinen los tonos»

En el panorama actual del cine español, Ilusión podría convertirse en una referencia divertida y optimis­ta sobre la creación cinematográfica. Por ahora, esta co­media fue una de las triunfadoras del Festival de Ci­ne de Málaga al lograr los premios de mejor película y guión de la sección Zonacine.

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Decía Steven Spielberg que se dio cuenta que 1941 era una comedia bélica fallida cuando el público no pa­ró de reírse durante los dos primeros minutos, pero lue­go apenas hubo un par de gags que resultasen graciosos. En el pase de Ilusión con crítica y público no han dejado de sonar carcajadas a lo largo de toda la pe­lícula, como si hacer una comedia que funcione no fue­se tan difícil.

Daniel Castro/ La comedia es un bicho complicado. Me infunde mucho respeto, la verdad, porque de­pen­des mucho del actor, la entonación adecuada, las ré­pli­cas. Creo que, por eso, hay muchos cómicos como Woo­dy Allen, Ricky Gervais, Larry David o Louie que controlan todo el proceso creativo. Me parece fundamental el entorno en el que se graba, que tiene que fa­vorecer la libertad creativa, la improvisación pero siem­pre controlando mucho que el gesto y el tono de la voz sea el adecuado para que la comedia funcione.

En su caso, ¿el tono paródico del protagonista?

D. C./ Claro. Mi personaje es una especie de Buster Kea­ton, un verdadero iluso, desconectado de la realidad, habla con un tono monótono, distanciado y aburrido. Puede parecer que ese modo de interpretar es fá­cil de hacer una vez que coges el ritmo, pero no es tan sencillo. Por eso a mí me parecía esencial no tener que repetir mucho las tomas, porque pierdes la frescu­ra de la primera vez, es como si contases un chiste por se­gunda vez.

¿Cómo consiguió involucrar a un director como Da­vid Trueba y a un actor como Miguel Rellán?

D. C./ Con David Trueba conecté por su sobrino Jo­nás. Le gustó el guión y la verdad es que rodar con él ha sido una maravilla. Improvisa muy bien y sus escenas salieron muy divertidas, de hecho por eso hemos uti­lizado una de ellas en el tráiler. Miguel Rellán para mí ha sido un hallazgo, es un secundario muy conoci­do pero el trabajo que ha hecho en Ilusión es increíble. Tie­ne un sentido del humor involuntariamente surrea­lis­ta muy creativo. Además puede hacer escenas largas, cambiando de modulación siempre que se lo pidas y eso hace fácil y rápido un rodaje.

¿Se ríe o se conmueve con los ilusos?

D. C./ Para mí cualquier persona ilusionada por algo es entrañable. Me resul­ta sencillo identificarme con cual­quier persona que escribe algo para los demás, incluso sin fines lucrativos. Es evidente que mi per­so­na­je está llevado al extremo, pero se parece a mí en mu­chas cosas. He trabajado en blogs, en radios con muy poca audiencia, me gusta la política, la mú­si­ca, por eso he compuesto yo mismo las canciones. Y tam­bién me gustaría que mis películas ayudasen a la gen­te a ser más feliz como pretende este per­sonaje que, aun­que llevado al absurdo, creo que en el fondo re­fleja a muchos artistas con un idealismo con­movedor.

Como el de Haneke…

D. C./ Igual. Sí (risas). La verdad es que lo incluí en la película por el divertido contraste con el protagonista, pero también porque creo que ahora mismo está so­brevalorado el prestigio intelectual del pesimismo. Pa­rece que si reflejas el mundo como un campo de miserias tu visión es la más objetiva y realista, y creo que esa forma de ver las cosas es tan simplista como pue­de ser la contraria. Incluso en la pobreza, en el do­lor, en el fracaso del protagonista de mi película hay es­peranza, buenos sentimientos, amor. Yo, por lo me­nos, prefiero que en las películas se combinen los to­nos para dar una visión más rica y, por qué no, adulta de la realidad.

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