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Entrevista a Bertrand Tavernier, director de Las películas de mi vida

Bertrand Tavernier

Bertrand Tavernier: «En esta película no acumulo nombres, la admiración es el sentimiento motor de la obra»

Bertrand Tavernier no necesita presentación. Nació en 1941 y es uno de esos grandes cineastas que, a una edad avanzada, gracias a Dios, es­tá en plena forma y sigue activo, muy activo. Si su obra fílmica es notable o sobresaliente, su obra escrita también es importante. Su libro sobre el cine americano, 30 años después de su primera impresión en francés, sigue siendo referente obligado en cualquier estudio.

Tavernier lleva años dedicado a la investigación fílmica, y la película que ahora presenta, Las películas de mi vida (Les films de ma vie), aúna la erudición, la investigación y el amor al cine. Se trata de un fenomenal documento de tres horas que pasa revista a decenas de películas y directores. El realizador me cuenta que es el primer capítulo de una serie, en la que los demás episodios tendrán 60 minutos de duración.

El cineasta francés es un hombre encantador, le gusta hablar con nosotros, la mayoría de los que hoy le entrevistamos le hemos visto con anterioridad, a muchos nos recuerda y la conversación fluye con libertad, a veces por senderos insospechados. Estas entrevistas tienen el sabor de aquellas tertulias de café de antaño.


Les films de ma vie es un documental, una historia singular del cine francés, muy en la línea, lo han repetido hasta la saciedad, de las series de Martin Scorsese sobre el cine italiano o el cine norteamericano. Durante tres horas Bertrand Tavernier habla con el público y le presenta, con entusiasmo y cariño, películas -y actores y directores- que de alguna manera le han marcado. Aunque no me lo dice, sé que cada minuto de Bresson o de Renoir reproducido cuesta mil euros.

La película me ha encantado de veras, los 180 minutos pasan volando y empiezo dándole las gracias. Le digo que me ha hecho recordar un montón de cintas extraordinarias que tenía casi olvidadas y que en más de una ocasión casi me hace llorar, no quiero elogiar una cosa u otra, «simplemente gracias por haber hecho esta película».

Sonríe y quita importancia al asunto y también dice «merci» por el cumplido.

¿Estas son las películas de su vida?

Bertrand Tavernier/ Algunas, solo una parte, quedan unas trescientas o cuatrocientas más.

Todos estos filmes le han aportado algo, puede decir «esto lo he aprendido de esta película».

B. T./ Sí, me han aportado mucho. A Truffaut le gustaba decir que su auténtica escuela fue el cine. Que aprendió más yendo al cine que a clase. También quiere decir que no iba mucho a clase (risas). Sí puedo decir que he aprendido mucho de las películas, y no solo de cosas de cine e imagen.

Hay muchas películas -vamos a hablar solo de películas francesas- que me han hecho ver más claro y mejor que muchos libros, por ejemplo, lo que fue el Frente Popular, como El crimen del Sr. Lange o La gran ilusión, simplemente al mostrar la solidaridad entre la gente. Las películas de Jacques Becker me ayudaron a descubrir mundos que ignoraba por completo, como el de la alta costura en Falbalas. Descubrí que Jean-Paul Gaultier quiso ser modista a causa de esa película, y que cada año la vuelve a ver, y cada vez vuelve a llorar. Y dice, en cada ocasión, que en esa película no hay ningún fallo -en lo que se refiere al mundo de la alta costura- y ello se debe a que Becker había hecho un trabajo de documentación previo excelente, además su madre trabajaba en una casa de alta costura. Y todo esto me revela un nuevo escenario, y a otros muchos cineastas que me hacen descubrir otros mundos hasta entonces desconocidos. Y no solo mundos, también épocas, y hay películas que han ayudado igualmente a entender lo que fue el espíritu de la resistencia… Esas películas me han llevado a leer libros para documentarme, así que he aprendido mucho gracias al cine.

Bertrand Tavernier: Todo lo que he aprendido sobre Tourneur me hace pensar que era tal y como lo mostré en Salvoconducto

Permítame una cuestión de detalle. En su película habla de Maurice Tourneur, del que presenta un fragmento de Justin de Marseille, y este Maurice Tourneur es un personaje de su pelícu­la -él me interrumpe y dice el tí­tulo, Salvoconducto-. ¿Puede ha­blar de ese personaje, cómo era en realidad?

B. T./ Todo lo que he aprendido sobre Maurice Tourneur me hace pensar que era tal y como lo mostré en Salvoconducto, esa actitud aparentemente fría ocultaba una emoción, una sensibilidad que por pudor no quería, no se atrevía a expresar, pero que era real. En la película hay un momento en el que el protagonista debe regresar a su casa y le dice que ha olvidado algo. Tourneur lo entiende, sabe que es mentira, y le deja marchar. Se dicen mucho esas dos personas sin hablar. En la serie hablo mucho de Tourneur, en «El cine durante la ocupación» y en el capítulo de «Cineastas olvidados».

Cineastas que conocieron un éxito fenomenal y que fueron olvidados después, como Raymond Bernard, Anatole Litvak, René Clair -ahora olvidado completamente-, Jean Boyer, un cineasta que conoció un éxito comercial enorme, al final de su vida hizo unas comedias realmente malas, que fueron objeto de los ataques de la Nouvelle Vague, y con razón. Pero cuando ves sus películas de los años treinta como Prend la route o Un mauvais garçon descubres comedias musicales asombrosas. Boyer lo hizo todo: escribió el guion y hasta la letra de las canciones. Tiene cuatro o cinco películas con canciones deliciosas y filma en exteriores… como en las películas de Jacques Demy cantan en la oficina, en el apartamento, en la carretera al lado del tren… Desde mitad de los años cuarenta, Boyer aceptó todo tipo de encargos, y conoció muchos fracasos, con películas realmente malas. Pero no hay que olvidar las buenas, algunas son asombrosas. Las ha editado en DVD René Chateau: Un mauvais garçon es una película muy alegre, y todas las canciones son buenas. Me acometió el deseo de hablar de toda esta gente. Mire por ejemplo Jean Sacha, al principio de su película Este hombre es peligroso, el personaje de Eddie Constantine dice «no hables en inglés, a la gente no le gustan los subtítulos». Es una frase maravillosa. Es Woody Allen con 30 años de adelanto, cuando él dice «estamos en el cine» y están en el cine. Hay temas para montones de tesis doctorales en una película de Sacha.

En su película aparece y habla mucho de Jean Gabin, que, por cierto, comenzó su carrera con Jacques Tourneur.

B. T./ He hablado con Gabin. Lo vemos en las películas de Verneuil, en El presidente, una gran obra con diálogos sensacionales: «Estoy a favor de la Europa de los trabajadores contra la Europa de los accionistas». Entonces alguien de la cámara le dice: «Pero, señor presidente, tendrá que reconocer que hay patronos de izquierdas», y responde «también hay peces voladores, pero no son la mayoría de la especie». Ese era Gabin, y es una réplica muy actual.
Gabin me contó que Maurice Tour­neur no reía nunca, decía «muchachos, háganme reír», pero él no se reía nunca. Y también dijo que fue el primer cineasta que impuso horarios sindicales. En aquella época, el productor hacía trabajar hasta las 12 de la noche sin ningún problema. Tourneur fue el primero que dijo: «Son las 7:30, se acabó, a casa». Fue el primero, en Les gaités de l’escadron.

Hace veinte años leí su libro sobre el cine americano, a la vez que descubrí sus películas Ley 627 y Capitán Conan. ¿Podría com­parar la escritura de ese libro y la realización de esta película?

B. T./ El libro es un diccionario; la película no está hecha con mirada de escritor sino con mirada de cineasta y ojos de niño. La forma es radicalmente distinta. En los dos hay momentos instructivos, pero en la película no acumulo nombres, dejo espacio, se puede respirar; el objetivo es que se puedan apreciar las secuencias, se pueda escuchar la música; es una «dramaturgia» completamente distinta. Aunque las dos tengan en común una voluntad de comprender y sobre todo de admirar, quiero destacar la admiración como sentimiento motor de la obra.

Creo que no apreciar a un cineasta, en los momentos en los que se le ataca, es un error. En el libro cometí ese error, hay cinco o seis películas en las que fui injusto porque me influía el espíritu de la época. Mucho después vi que no tenía razón en esas críticas.

En la película he querido evitar ese tipo de debates, que las cosas llegaran con fluidez, y con evidencia dramática. En cualquier caso, tanto el libro como la película son fruto de un trabajo serio de investigación, y sobre todo de volver a ver las películas. No me fio de los lugares comunes, ni siquiera de mis impresiones de hace veinte o treinta años. Es frecuente que una persona sueñe las películas que ha visto, recordamos un plano y resulta que ese plano que creíamos recordar no existe. Lo habíamos incorporado en nuestra memoria. Hay que volver a ver las películas, no fiarse de las opiniones de tal y cual crítico de 1936, hay que verla y decirse, ¿esta película me habla, me dice algo a mí ahora?

Bertrand Tavernier: «El cine francés me parece todavía muy creativo, produce películas de géneros y estilos muy diversos»

Me gustaría que nos hablara del cine francés actual, de sus diferencias con ese cine de su vida, con esas películas que tanto le marcaron.

B. T./ Hablo de algunas películas, quedan ocho horas con seiscientas o setecientas más que han tenido importancia para mí. Me cuesta hacer una lista corta de las películas de mi vida. No soy crítico. Hay algunas películas sobre las que no quiero tener una opinión. En ocasiones son de amigos y es imposible no ser parcial, son gente a la que quiero y no quiero opinar, no es mi trabajo. Por eso, tampoco hablo de mis películas, hablo del cine que existía antes de que yo empezara a rodar.

Aclarado esto, debo decir que el cine francés me parece todavía muy creativo, produce películas de géneros y estilos muy diversos. Estos últimos días he podido ver cinco películas francesas, entre ellas El porvenir, de Mia Hansen-Løve, que me han resultado muy interesantes. Me gustaría ver la película de Emmanuelle Bercot… Es un cine con fuerza y variedad.

Lo hemos visto en Cannes, donde había varias películas francesas de valor como La bailarina, de Stéphanie Di Giusto, que me ha parecido muy interesante. Naturalmente hay, como en todas las filmografías del mundo, películas que quieren ser como los blockbusters del cine americano, y comedias malas, mal escritas. Pero malas películas hay también en el cine norteamericano, el in­glés o el italiano.

Creo que el cine francés tiene que seguir luchando, hay que pelear con una Comisión Europea que a veces adopta posturas que pueden matar al cine europeo. Hay que movilizarse continuamente. Me gustaría que los cineastas españoles estuvieran con nosotros… Por ejemplo, para opo­nerse a un comisario lituano que quiere eliminar el principio de territorialidad, o con una Comisión que no se decide a defender la justa remuneración a los autores. Francia y España son casi los únicos países en los que los autores perciben algo cuando una película suya se distribuye por los canales de televisión. En Holanda, Inglaterra o Alemania, no cobran nada. Llevamos doce años pidiendo a la Comisión una ley que establezca unos derechos mínimos para los autores. La media de lo que ganan los realizadores británicos es muy pobre.

Y mientras tanto, la Comisión Europea hace favores a los grandes gru­pos norteamericanos, Google, Star­bucks, Amazon… Todos están libres de impuestos gracias al señor Juncker. No se destina dinero al cine europeo, que se podría invertir en creación. Para lavar la mala imagen, los gigantes de internet hacen regalitos, producen algunas películas… Películas que hablan inglés. No van a producir una película en italiano o español o una de un cineasta africano. Producen una solemne memez, mientras que a jóvenes con talento les resulta casi imposible acceder a la financiación.

Bertrand Tavernier: Desde la Comisión Europea no se destina dinero al cine de nuestro continente, que se podría invertir en creación

¿Le gustaría analizar y explicar sus películas, hablar de su concepción y realización?

(Elude la cuestión con buen humor) Bertrand Tavernier/ Mi obra está ahí y se defiende sola, y lo hace muy bien. Pero no me parece mal que alguien hable de su propia obra. A veces hay que pensar en uno mismo.

En el curso de mi vida he conocido a muchos cineastas incapaces de hablar bien de una película de algún colega: es como si les hubieran arrancado el corazón. Y hay cineastas a los que se pueden aplicar citas de Victor Hugo: «Hay un tipo de autor que se seca a fuerza de no admirar». Y me parece que es verdad. Autant Lara es un cineasta que ha realizado muy buenos filmes, y que al final de su vida fue ignorado y hay mucha gente que no sabe que ha realizado películas tremendamente militantes, comprometidas con los derechos de la mujer, increíblemente feministas, y sin embargo uno lee sus diarios y es un hombre que detesta todo; yo creía que detestaba a la Nouvelle Vague, pero tampoco le gustaban los cineastas de antes, detestaba a René Clair, a Delannoy, a L’herbier, a Renoir, a todo el mundo; creo que tanto rencor, llegado el momento, le impidió finalmente montar una película, le faltaba generosidad.

Renoir era una persona a la que le gustaban muchas películas, las acogía con pasión, Melville era intransigente, pero era apasionado, con él descubrimos un filme policiaco de André Delvaux, El confidente. Melville podía ser cargante y nunca me perdonó (risas) que le hiciera ver Johnny Guitar, le parecía que era una película inmunda, y lo repitió por todas partes: «Bertrand Tavernier me ha hecho ver J. G., esa película abyecta…». Podía detestar películas, pero admiraba otras. Es una gran cosa admirar.

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