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Entrevista a Catalin Mitulescu, director de Cómo celebré el fin del mundo

Cómo celebré el fin del mundo (2006)

Catalin Mitulescu: «Mi intención fue describir un ambiente con una fuerte carga histórica y emotiva que encajase con los personajes»

La cinta rumana Cómo celebré el fin del mundo, del director Catalin Mi­tu­lescu (1972), llega a España con tres años de retraso. Graduado en la Escuela de Cine de Bucarest en el año 2000, Mi­tu­lescu participó con dos cortometrajes en la Sección Oficial de Cannes en 2001 y 2002, ganando en 2004 la Palma de Oro al me­jor cortometraje por Trafic. En 2006, su primer largometraje, Cómo celebré el fin del mundo, se llevó el premio de interpretación femenina para Dorotheea Pe­tre, su protagonista.

¿Se siente cercano a su protagonista, Eva, que tiene, como tenía usted, diecisiete años en 1989?

Catalin Mitulescu: En 1989 yo estaba en el último año de instituto, pero era un cha­val bastante rebelde. La revolución llega a la vida de Eva cuando hace el amor por primera vez. Para ella la revolución es el séptimo cielo, mientras que yo escuchaba Free Europe y sabía lo que ocurría en Timisoara. El 21 de diciembre estaba en la calle, luchando contra la policía, era bastante activo. Mi familia se mudó a Buca­rest, a una ciudad en la que todo depen­día del Estado. Me acuerdo de las colas pa­ra comprar comida. A la vez emana de esas historias una sensación cálida que va directa al corazón. Una especie de nostalgia. Yo era joven y feliz, iba al instituto, tenía una novia. He intentado transmitir to­da esa emoción a mi película. Mi padre era electricista y mi madre diseñadora industrial. Al final de la época Ceaucescu trabajaban todos los días, incluso los domingos. Ella tenía dos vestidos, y lavaba uno mientras llevaba el otro puesto. Mis pa­dres hoy son viejos y están realmente cansados debido a todo aquel absurdo.


Un absurdo que se nota muy bien en su película…

C. M.: El sistema alcanzó los límites de lo razonable. No únicamente por culpa de Ceaucescu, sino también porque el conjunto de la clase política alcanzó un grado tal de absurdo que se pervirtieron las relaciones humanas.

Es lo que denuncia con la historia de Eva, “víctima” entre Alex, el hijo del apparatchik, y Andrei, el hijo del disidente.

C. M.: Lo vivido es demasiado fuerte. Ca­rece de serenidad. En los tiempos de Ceaucescu el sistema era duro y la política estaba presente en lo cotidiano. A continuación la idea de libertad resultó ser falsa y la política demasiado apasionada. Aún no hemos alcanzado la normalidad y lamento la forma en la que apañamos la caída del régimen. Como rumano me da pena también que aquello pasara el día de Na­vidad. Tengo un sentimiento de rechazo hacia ese momento.

En la película se muestra muy púdico so­bre ese momento de la historia.

C. M.: Porque me siento culpable. Creo que debemos hablar en Rumanía sobre la ejecución de Ceaucescu. Su hija ha preguntado si sus padres están verdaderamente en la tumba que lo señala y el Tri­bunal de Justicia le ha negado el derecho de saberlo. Lo que yo pido con mi película es una forma de normalidad, de serenidad. Quería cambiar las actitudes políticas con ayuda de la nostalgia. Hemos conocido un sufrimiento tal que para comprenderlo necesitamos explicárnoslo relatándolo. Mi pe­lícula propone ese ejercicio de reflexión que quiere ofrecer a mi país. Rumanía necesita una cierta frescura.

Catalin Mitulescu (en el centro de la imagen), director de Cómo celebré el fin del mundo

¿Ha cambiado mucho Rumanía de aque­lla época a la actualidad?

C. M.: Ahora tenemos democracia y la li­bertad de viajar por todo el mundo, pero aún llevamos con nosotros los recuerdos y la herencia de aquel periodo. Al ver cómo se desarrollan los acontecimiento a través de los ojos de Eva, de 17 años, y de su her­mano Lalalilu, de 7, Cómo celebré el fin del mundo refleja esa combinación de tris­teza y felicidad, realidad e imaginación, que yo asocio con esa época. Es una tragicomedia con toques de lo absurdo y lo sublime. Expresa la emoción de aquel tiempo en Rumanía y nos da una pista sobre lo que aportamos con nosotros, yo y mi generación, a este nuevo mundo en el que hemos entrado. La película es también un homenaje no sólo a los que tuvieron el valor de enfrentarse a la dictadura, sino también a aquellos que, como nuestros padres, permanecieron en silencio y lo soportaron por miedo a que algo les ocurriera a sus seres queridos. La película se inspira en mis propios recuerdos y se alimenta de mi propia nostalgia. No era mi intención hacer un documental o reproducir la época con una precisión histórica. Aunque el estilo de la película es realista, contiene mi imagen y mis sentimientos sobre ese momento específico.

Para terminar, ¿cuál ha sido su principal objetivo con esta cinta?

C. M.: Mi intención no fue otra que describir un ambiente con una intensa carga histórica y emocional, pero un ambiente que encaje con la historia y con los personajes. En aquel mundo tan frío los personajes son quienes llevan el aliento vital, la energía y la alegría de vivir. No quería que la película constituyera simplemente un fres­co de una época pasada. Los personajes están ahí para empujar la historia hacia delante con sus deseos, sus sueños, su energía.

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