Entrevista a Domi del Postigo, presidente del Consejo Audiovisual de Andalucía
Entrevista | Nos sentamos en una mesa coronada por los carteles de Dogville, Manhattan y un retrato de Groucho Marx con la siguiente frase: «Surgiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cimas de la miseria». Así es el despacho de Domi del Postigo, presidente del Consejo Audiovisual de Andalucía, un apasionado del séptimo arte. Y en su currículum se nota. Cursó estudios de Derecho en la Universidad de Málaga y Arte Dramático en la ESAD. En la década de 1980 se inicia en la radio, y da el salto a la TV de la mano de Jesús Hermida. En ambos medios ha dirigido numerosos programas. Desde su creación ha asumido diversas funciones en el Festival de Cine de Málaga, y fue reportero de festivales de cine iberoamericanos desde La Habana, Biarritz, México… Posee el Premio CERMI Andalucía, es miembro de ASECAN y embajador de CUDECA.
Para empezar, y con idea de situar al lector, ¿podría explicarnos cuál es la misión del Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA) que usted preside?
Principalmente debemos estar muy pendientes de todos los contenidos que emiten los medios a través de cualquier formato o herramienta técnica -entorno digital, televisión y radio convencional-, debemos velar por que se cumpla la ley. Un ejemplo al respecto es nuestra vigilancia para que no haya publicidad ilegal e incorrecta que pueda ser engañosa para los derechos de la población en general, fundamentalmente los sectores más vulnerables: los menores y los mayores.
El mundo digital ya nos supera. ¿Están los ciudadanos, y en especial los menores, preparados para esta hiperconexión que padecemos todos?
Al respecto de esta cuestión, me gustaría destacar que en la última memoria de la Fiscalía General del Estado se destaca la labor en la defensa de los menores ante el entorno digital que está llevando a cabo el CAA. Esto nos llena de orgullo y nos indica que vamos por el buen camino.
En relación a la pregunta, hay un libro maravilloso de Johann Hari, El valor de la atención, que recomiendo a todo el mundo y que es la mejor receta para este problema. Esta hiperconexión en la que vivimos nos deja indemnes, sobre todo ante los posibles abusos del entorno digital que nos rodea. Principalmente, hemos perdido la capacidad de concentración. Existe un mundo de la cultura que se supone formativo, que desarrolla el espíritu crítico, que nos hace más empáticos, y que se está dejando de lado. Si no lo valoramos como ciudadanos de un Estado de Derecho en el que nos encontramos, vamos degradando la sociedad. Y esto sin olvidar lo que arrastra un entorno impregnado de noticias falsas, medios que no lo son o entretenimientos vacuos. Y enfermedades como la nomofobia -miedo y angustia a estar sin móvil-, las adicciones a las apuestas o a los likes, a estar insatisfechos de nuestro físico, la gran cantidad de horas dedicadas a las pantallas -más de cuatro al día-. Ya no son riesgos, son consecuencias. Hay que ponerse frente a esto, de ahí la importancia de instituciones públicas como la que presido.
Nadie pidió cuentas a esos influencers que hoy en día viven en la abundancia, esos primeros que se aprovecharon de la situación. Incluso con discursos que generan odio. Sin regulación, a diferencia de los medios tradicionales. Y todo en muy poco tiempo.
El CAA cumple 20 años, ¿cómo valora la evolución en estas dos décadas del entorno audiovisual?
Un ejemplo clarificador al respecto es el contenido pornográfico, tan terriblemente corrosivo para los menores. A comienzos de siglo se regulaban sus emisiones en televisiones locales, principalmente, y ahora no es necesario porque el acceso a este contenido en internet es impune, directo y sencillo.
En otros ámbitos, como periodista que soy, veo el trabajo de nuestros compañeros y noto claramente el cambio. Antes se pateaban los archivos de la propiedad, registros, hemerotecas, empresas, entrevistas en la calle… mientras hoy en día el periodista no se mueve apenas de la redacción, está conectado a internet y de ahí se nutre para todo. Como vemos, cambios profesionales profundos.
También caben destacar los cambios en estos últimos años hacia atrás, como ocurre con la educación. Se ha comprobado que la época del confinamiento creó más niños enganchados al móvil y a la tablet. Es necesaria la interrelación entre compañeros y, aunque parezca una tontería, escribir mucho a mano y en papel.
Ya que nombra la educación y los colegios, los premios «El audiovisual en la escuela» han cumplido 10 años, ¿podría resumirnos qué objetivos tiene este concurso que organiza el Consejo para los escolares de Andalucía?
Está claro que buscamos relacionar a los estudiantes con un audiovisual sano y constructivo, y para ello contamos con los mejores socios: los profesores. Buscamos implicar a aquellos que son vocacionales, que creen en proyectos como este, tutorizando a sus alumnos para que comprendan que no deben ser sujetos pasivos. Todo siempre en positivo, dándole la vuelta precisamente a herramientas como el móvil, buscando sus servicios más productivos y útiles. De esta forma, ellos mismos se convierten en realizadores, actores, guionistas, sonidistas para hacer su película.
Lo que más me gusta es que utilizan sus propias aulas, despachos, patios, etc., para contar sus historias. Un entorno que a sus compañeros les sitúa fácilmente en el relato que quieren plasmar. Y hablamos de alumnos desde los primeros cursos de Primaria hasta Bachillerato.
Durante las últimas décadas, sobre todo en este siglo XXI, han nacido y se han asentado numerosos festivales de cine. ¿Cómo ve la salud de aquellos que se celebran en Andalucía?
Siempre he creído que los festivales que nacen con mucha lógica se mantienen, aquellos que aportan a la industria, programan bien y cuentan con una base sólida en lo económico y social. Aquellos que no son tan lógicos, que se crean para dar a conocer una localidad concreta y poco más, lo tienen mucho más difícil. Lo cual no quita que tengan una larga vida.
Desde el CAA colaboramos humildemente con varios de ellos, como los de Chiclana, Tarifa o Sevilla. Siempre atendemos líneas de alfabetización mediática, que cuentan con películas cargadas de valores, dirigidas especialmente al público infantil y juvenil, y también al público de mayores. Por ejemplo, hemos apoyado varias cintas africanas que muestran la vida de jóvenes que viven situaciones complejas y viven una realidad muy diferente a nuestros chicos y chicas andaluces.
¿Cómo cree que afectan las plataformas digitales a la asistencia de espectadores a las salas de cine?
Me preocupa más cómo ven cine y series muchas personas hoy en día, en casa mientras preparan la cena o incluso haciendo footing. No me parece lógico ver una película a doble velocidad, que se detiene solo en las escenas que nos interesan. En definitiva, no nos concentramos, no le damos su tiempo a una obra audiovisual. Y esto nos lleva a pensar hasta qué punto se pueden mantener a las nuevas generaciones tranquilas dentro de una sala de cine. Por eso creo que la gran pantalla se va a quedar para grandes superproducciones en general, aunque hay tal atomización que seguirá habiendo público que busque algo concreto, como ocurre con vuestra revista.
Y por eso creo que seguirán existiendo personas que busquen el cine de calidad, que quieran ver unos formatos, herramientas y creaciones concretos. De esta forma seguirán coexistiendo por muchos años, bajo mi punto de vista, pero para ello debe haber un compromiso político, tecnológico, cultural y ciudadano.
Un proyecto como nuestro «El audiovisual en la escuela» abre este camino. Por ejemplo, recuerdo a un alumno que apuntaba maneras en el mundo de la actuación y este proyecto lo sacó a la luz. Como he dicho antes, los medios técnicos hoy en día, bien utilizados, nos pueden llevar a darle la vuelta a este entorno digital tan abusivo a priori.
En esta línea, ¿cree que la inteligencia artificial acabará haciendo daño al sector del cine y del audiovisual en general?
Yo soy optimista, aunque estoy a la espera. Ocurrió con Carmen Mola y sus novelas de éxito, algunos creían que era un fraude. Los cambios de esta revolución digital no son comparables a ninguna revolución industrial. La era tecnológica digital cuenta con una evolución aritmética brutal. Tengo claro que la humanidad ha aprovechado todos los cambios y en general para bien, aunque ha habido víctimas y daños colaterales. Hay que estar pendientes, si damos barra libre nos volverá a ocurrir lo que criticábamos anteriormente con el nacimiento de internet.
Desde el CAA ya estamos usando herramientas de inteligencia artificial para mediciones. Me parece fantástico. Para un chaval que no ha hecho el trabajo de una asignatura también le parece genial, pero ahí es donde entra la regulación. Por ejemplo, el profesor puede pedirle que dicho trabajo sea oral. La tecnología es muy avanzada y hay que saber regularla. Sin duda, es un debate muy interesante y la sociedad debe estar en ello. A todos nos afecta.
Cambiando de tercio, en FilaSiete valoramos el cine clásico, especialmente desde que editamos estos monográficos de géneros y grandes directores. ¿Cuáles son sus cineastas y películas clásicas favoritas?
Antes del sonoro, y al margen de la corrección política, me sigue fascinando Griffith, sin olvidar a Lang, Eisenstein, Dreyer, Buñuel… ese cine primerizo tan vanguardista. Ya con sonido es difícil decirte uno o dos títulos. Eso sí, soy de los que piensa que todo adolescente debe ver Capitanes intrépidos o Matar a un ruiseñor, que es mi película favorita.
También habría que hablar sobre qué es cine clásico. Para mi hijo, cine clásico es Star Wars. Para mí, Con faldas y a lo loco, Perdición, ¿Qué me pasa, doctor?, Historias de Filadelfia, Desayuno con diamantes… Vamos tan rápido que se va mutando el concepto. Eso sí, nunca debe confundirse clásico con rancio. ¿No es divertido acaso Chaplin o Keaton, o muchas secuencias de los Marx? Lo más alucinante es que todos esos gags, al igual que las escenas de acción o terror, no se habían hecho antes. Por eso no me canso de ver estas películas.
A veces, ante una secuencia bien hecha, puedes creerte que no has estado en el cine, sino que has entrado en otro mundo. Y si la has visto en una sala, mejor. No te ríes o te emocionas igual solo en tu casa, es similar a una catarsis teatral.
Por último, ¿nota mucha diferencia entre el cine de ayer y el de hoy?
Claro que la hay, como también sigo viendo muchos aspectos del cine clásico en películas actuales. Aunque el cine de nuestro tiempo es el de nuestro tiempo, con sus características, temáticas y contextos de hoy en día.
Eso sí, me chirrían detalles como cuando Scorsese, al rodar El irlandés, usó la tecnología para rejuvenecer a los actores. Soy de los que piensa que acaba lastrando el trabajo. Como la tecnología evoluciona tanto, cuando se utiliza acaba haciendo envejecer muy pronto la película.
Me gustan los filmes actuales que tienen valores que no son de hoy, eso sí contado con el contexto de hoy. En esto es fundamental el guion, el montaje y la mirada del director. Me viene a la cabeza en Érase una vez en… Hollywood, de Tarantino, cuando aparecía el personaje que interpretaba a John Ford y decía: «la cámara hay que ponerla aquí, abajo, eso es cine».