Icíar Bollaín, directora de Mataharis: «El mundo de las detectives es el contexto, pero de lo que hablamos es de la pareja, la comunicación y las relaciones»
Icíar Bollaín, directora de Mataharis (2007), acude a la cita con la prensa acompañada de cinco actores y del director de fotografía, Kiko de la Rica, que no sube a la mesa. La conversación con los periodistas sale sencilla, natural, amena, como la película. Las tres actrices protagonistas están muy satisfechas y se les nota.
Cuando les pregunto sobre sus impresiones sobre una película que me parece sencilla pero muy compleja de hacer, Najwa Nimri cuenta que el guión es tan bueno que los actores no han tenido que improvisar en absoluto. Incluso los gestos están en el guión: “Con una biblia así yo, como actriz, voy al fin del mundo”.
La sonriente María Vázquez dice que el trabajo ha sido verdaderamente gratificante y que el reparto se ha quedado hechizado por el resultado final (no se hacían a la idea de cómo iba a quedar porque la película es muy fragmentaria en su relato y solo con el montaje tomó la forma definitiva).
Nuria González (menuda interpretación de la malagueña) señala que es muy infrecuente para actores españoles encontrarse con unos personajes tan bien construidos y con un guión tan preciso. Tristán Ulloa añade que Icíar hace un cine muy expuesto, nada escapista, en contacto con la realidad, cine de gente normal. “Por desgracia -señala- no encontramos muchos papeles como los de esta película, exentos por completo de afectación. Los personajes han quedado libres de la tendencia a la autoafirmación que tenemos muchos actores y directores”.
Icíar Bollaín escucha complacida a sus actores, ahora le toca a ella.
Has hecho una película sobre familia y trabajo, sobre las dificultades para conciliar esos dos ámbitos, y sorprendentemente la ambientas en una agencia de detectives…
Leímos una noticia en el periódico sobre una agencia de detectives china formada por mujeres. En el periódico decía que las mujeres detectives tenían mucha capacidad porque todo lo que hacemos normalmente es muy aplicable a ese trabajo: la intuición, la paciencia, las dotes de observación, el estar a varias cosas a la vez, la capacidad de ser sistemáticas, el analizar la psicología del investigado para prever lo que éste va a hacer…
De todas formas, lo que me interesó del tema de los detectives es que nos servía para hablar de la confianza dentro de la pareja, de cuánto derecho tenemos a saber lo que hace el otro, y sobre todo de cuánto ganas sabiendo lo que hace el otro. ¿Qué haces con esa información? ¿Cuánto confías en el otro? ¿Estamos obligados a contarlo todo sobre nuestro pasado? ¿Tenemos derecho a reinventarnos? ¿Hasta dónde tenemos que compartir el ámbito privado? Podemos colarnos en el mail de nuestra pareja fácilmente, pero ¿tenemos derecho a hacerlo?
En definitiva, el mundo de las detectives es el contexto, pero de lo que hablamos es de la pareja, de la comunicación y de las relaciones. Nuestro trabajo con los detectives consistió sobre todo en eliminar muchos casos y seleccionar sólo las historias que ilustran lo que les está pasando a las protagonistas.
Madrid está absolutamente presente en la película…
Ha sido una película muy urbana desde el principio. Ya que rodábamos en Madrid quería que se viera la ciudad. Además, el trabajo del detective es siempre en la calle, dentro de un coche, en bares… Y ver la ciudad y a la gente pasar a través de las ventanas, como en la oficina de Valbuena, nos parecía que le daba otra dimensión, era como decir estamos contando estas vidas, pero podríamos también contar la de los que pasan por allí. Son tres historias en medio de una gran ciudad. En esa línea, Kiko y yo decidimos darle a la imagen un tratamiento un poco documental, que tuviera frescura, inmediatez, y decidimos también rodar todo cámara en mano.
Me parece que Mataharis es una película muy sencilla de ver pero muy compleja de hacer. Creo que es uno de los mejores montajes del cine español en los últimos años…
Gracias. Efectivamente, el montaje en esta película es muy importante. El rodaje tiene una descarga continua de adrenalina muy bonita, está todo por hacer, pero pienso que el montaje es hasta más creativo.
Ángel Hernández Zoido y yo estamos muy compenetrados, ya hemos trabajado juntos en varias películas. Al principio no nos salía, no tenía ritmo ni intensidad. Fueron dos meses largos de trabajo. Al ser una película muy cotidiana y muy íntima tienes que cuidar no perder de vista lo principal: por ejemplo, era muy fácil asomarse con frecuencia a la comedia, pero la película habría perdido el tono. De hecho, en la sala de montaje han caído algunos momentos de comedia que estaban escritos y rodados y nos hemos quedado con la esencia de las historias. Como dice Ángel, esta es una película sobre lo que les pasa a unas personas mientras trabajan.
No hay contraste cómico, pero tampoco hay ninguna concesión al exceso melodramático…
No me gusta la sensiblería. Por eso trato de no explotar las situaciones y salirme cuando el espectador ya me ha entendido. El cine no es como la televisión, cuando te enrollas se nota. En el cine miramos más y hay que dar al espectador la información de manera menos evidente, más sutil.
Como cuando nos enteramos que el jefe de la agencia está casado y es padre por un fugaz plano de una foto en su escritorio…
Efectivamente. La película está construida con una suma de detalles que componen la naturalidad de la historia. Como la música de Lucio Godoy, que me parece maravillosa, tan delicada e íntima en medio de muchas conversaciones y el ruido de la ciudad. Y era un encargo difícil, porque tenía que contar lo que no se veía, lo que sentían o pensaban los personajes.
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