Entrevista a László Nemes, director de Atardecer y El hijo de Saúl
Entrevista a László Nemes, director de Atardecer: «El cine quiere ser diverso y su margen es más estrecho que nunca, ya que la televisión ha tomado el control»
Puntual y vestido con precisión, la misma que utiliza para sus movimientos y encuadres de cámara. En el hotel Alfonso XIII de Sevilla, un lugar que es patrimonio, porque él siempre está envuelto en ese halo de Historia, el director húngaro László Nemes conversó con nosotros sobre su segundo largometraje, Atardecer, y sobre el significado que tiene el cine en su vida.
Nemes, quien ya acercó al público a una historia profundamente conmovedora con El hijo de Saúl (Oscar 2016 a la mejor película en habla no inglesa), vuelve a mostrar el lado humano y esperanzador en este nuevo filme, que ha merecido el FIPRESCI en Venecia y el Premio Euroimages a la mejor coproducción europea en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2018.
¿Qué quiere transmitir con Atardecer?
László Nemes/ La película trata sobre una mujer perdida en un laberinto personal que intenta entender. Está concebida, y así se percibe, como una danza, un baile; una inmersión en las propias limitaciones, un viaje del esfuerzo.
Yo no puedo separar el significado del estilo, y espero que los espectadores tengan el mismo recorrido. Pretendía crear un mundo sofisticado a principios del siglo XX, en el que imperaban muchas cosas, incluso lo irracional.
Yo ya tenía en mente Atardecer incluso antes de hacer El hijo de Saúl. Quería realizar una película de una mujer a la que arrojaban en medio de una serie de acontecimientos. Mi abuela era así. Yo solo conocí a una de ellas, por eso percibí la historia de una forma relativamente distinta. Quería mostrar las limitaciones de mi abuela, que fueron una inspiración para mí. Sobre todo porque el cine intenta poner distancia y ser objetivo, cuando es tan subjetivo… Pero, ¿por qué te he contado estas cosas?
Tanto El hijo de Saúl como Atardecer se enfocan hacia personas que sufren por problemas sociales y muertes. Como director, ¿qué importancia tiene para usted mostrar esos aspectos?
L. N./ Hoy día, el cine se ha convertido en una filial de la CNN. Ha fracasado en defenderse como una forma de arte con sentido, capaz de tratar las cuestiones de la vida y de la muerte.
Los cineastas no tienen por qué ser periodistas, por eso estoy comprometido en reservar un lugar para el cine que explore temas que son universales.
En el caso de Atardecer, vemos a una protagonista que busca su identidad, sus antepasados, ¿por qué ese tema es recurrente en su filmografía?
L. N./ Es posible que se encuentre relacionado con mi vida personal. Procedo de una familia que quedó desecha por la historia, por el divorcio en el ámbito personal. Llevamos sobre nosotros las heridas del siglo XX.
Así que estoy interesado en lo que se relaciona con nuestra alma. Suelo hablar de las cuestiones sociales, las cosas superficiales no me interesan. Y quiero encontrar cosas nuevas para que el público conecte con esas realidades.
El recurso de la cámara subjetiva está muy presente en Atardecer. ¿Es un estilo que quiere destacar?
L. N./ Es algo que me sale de forma instantánea. El cine quiere ser diverso, pero su margen es más estrecho que nunca: debe defenderse de la televisión que ha tomado el control. Creo que el cine no se puede ver como un partido de fútbol, puede hacer mucho más.
Las películas subjetivas me interesan, claro. Podemos llegar al público con distintos patrones. Y éste es para mí el centro del trabajo del cineasta.
Hay redes invisibles en los personajes que usamos en las películas, para planos invisibles. Y yo intento buscar las vibraciones.
Precisamente, sus propios bisabuelos fueron víctimas del holocausto. ¿Piensa rendirle un homenaje?
L. N./ Ya lo hice. La película es su tumba, la que nunca van a recibir, tanto para mis bisabuelos como para aquellas personas a las que se arrebató la vida y la muerte.
Desde un punto de vista personal, ¿considera que se pueden disolver los muros fronterizos?
L. N./ El Imperio Austrohúngaro se construyó con distintas nacionalidades y religiones. Era una espiral de energía buena que destruyó la I y la II Guerra Mundial. Claro que me siento triste y nostálgico por haber perdido algo que estaba allí orgánicamente.
¿Se pueden poner y quitar las fronteras? Hemos perdido tanto… Desplazamientos de poblaciones de manera masiva tras las guerras mundiales, la «limpieza» que hubo en toda Europa…
¿Cómo ve y compara la Europa actual con la que trabaja en sus películas?
L. N./ Soy centroeuropeo y me interesa la Historia de los últimos cien años. Atardecer no es tópica, es una advertencia y pretende desencadenar emociones: durante la I Guerra Mundial había postales, soldados juntos, y por encima como un coloso grande esta mujer. Se trata de la fertilidad dentro de la destrucción, por eso intento ver las fuerzas subyacentes.
En una ocasión dijo que el cine es un arte capaz de cambiar al ser humano. ¿Siente que su trabajo lo consigue?
L. N./ Sí, pero cada vez me preocupa menos el objetivo de cambiar al ser humano: es demasiado cortoplacista. Los cineastas y la industria están infravalorando al público. Quieren venderle palomitas, que lo que vayan a ver les satisfaga a corto plazo. Y no solo hablo de la maquinaria de Hollywood, sino también del cine europeo.
¿Qué es el cine para László Nemes?
L. N./ El cine es una película física y la estamos perdiendo. Es como ir a un museo y que coloquen fotocopias de grandes artistas. La proyección de la película es imagen que se convierte en movimiento, no un movimiento constante de píxeles.
Para mí es una cuestión del mundo físico y químico. Como cineastas, eso nos obliga a tomar decisiones de antemano, en el rodaje y no en la postproducción.
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Atardecer
El filme de László Nemes hace un recorrido por el Budapest de 1913. Con un sencillo guion, sin artilugios ni sobrecargas, muestra el lado más elegante y próspero del Imperio Austrohúngaro, y lo contrasta con la anarquía y las diversas situaciones que afronta la protagonista Irisz Leiter, interpretada por la actriz Juli Jakab.
Con una fotografía impecable, en permanente claroscuro y mediante la cámara subjetiva que acompaña a la protagonista, Nemes intenta sumergir al espectador en un thriller.
La música es una de las fortalezas de la película, al igual que la variada y contrastada escenografía y un hermoso vestuario que muestran la elegancia y poderío de una época.
Atardecer es un homenaje, una mirada al pasado, a tiempos donde la guerra tocó las puertas de Europa y arruinó la vida de miles de personas.
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