Óscar de Julián: «En el documental he descubierto una válvula de escape, es fantástico, respiras, sales fuera, existen otros mundos. Con el documental estoy realmente encantado».
Un sueño realizado, el de Chema de la Peña con su documental. Unas conversaciones que fructificaron, las de Salamanca en el 55. Un proyecto que continúa, De Salamanca a ninguna parte, Diálogos sobre el Nuevo Cine Español.
Óscar de Julián ha recuperado la fascinación por la historia y la admiración hacia los personajes de gran categoría moral e intelectual que aparecen en la película, para plasmarlas ahora en una obra literaria con alma propia.
El rigor científico de un amplio trabajo de documentación y su visión como guionista, convierten De Salamanca… en un libro de cine que cuenta la trayectoria de una historia vital.
«Imaginemos un pequeño mundo cerrado. Una ciudad suspendida en el tiempo, en la que parece inútil plantearse cualquier innovación o avance. Poblada por habitantes más o menos satisfechos con su suerte, quizás porque muchos de ellos conciben otra manera de vivir. Imaginemos que esa ciudad es Salamanca a mediados de los años cincuenta».
Así comienza. De modo sencillo y directo, como un cuento. De Julián es capaz de revivir una época, de desenterrar ilusiones y de plasmar emoción en las palabras, sumergiendo al lector en un universo de cine, con protagonistas de cine. «Ni en el documental ni en el libro hay estudio crítico sobre ninguna película, los protagonistas no son las películas, sino las personas que hicieron esas películas». Para ello, partió de las más de treinta horas grabadas de entrevistas que tenían para la realización del documental, además de recurrir a fuentes bibliográficas que le permitieron cotejar datos. «El propósito, tanto del libro como de la película, era hablar de las enormes dificultades de unos cineastas para hacer su cine, una situación con la que se puede identificar cualquier grupo de cineastas y guionistas de cualquier época», dice Óscar.
De la ficción al documental
Después de firmar los guiones de Lourdes de segunda mano y Shacky carmine, De Julián ha cambiado de género, se ha pasado al documental. «Cuando eres cineasta, a no ser que tengas una línea muy definida, lo que quieres es hacer cosas muy distintas las unas de las otras, si no te anquilosas». En el documental Óscar ha descubierto una válvula de escape, «es fantástico, respiras, sales fuera, existen otros mundos… Con el documental estoy encantado y espero seguir estándolo muchos años». De momento, ya está trabajando en el próximo proyecto, una película documental sobre una línea ferroviaria, que cuenta la historia del tren a lo largo del siglo XX. El trabajo de documentación se ha convertido en algo apasionante y maravilloso, «es la cosa más bonita de un documental. Partes de cero, es como la labor de un investigador privado, una persona con un aspecto de rata de biblioteca como el Johnny Deep de la Novena puerta. En el caso de Salamanca fue sencillo porque hay mucho sobre esta época, muchos libros publicados, no fue necesario hablar con nadie porque ellos mismos han contado aspectos de su vida».
Con 35 años y 12 de experiencia profesional, Óscar lucha para dedicarse a hacer cine, como sus compañeros de la Escuela del Dos de Mayo: «Una cosa es tu sueño y otra cuando ese sueño hay que materializarlo. Es complicado, pero te sientes maravillosamente bien cuando lo has terminado. En el camino te enfrentas a lo que es la realidad, frustraciones, crueldades…, pero sales crecido por haberlo pasado muy bien y muy mal».
«El cine es extremadamente absorbente»
Está claro que el cineasta madrileño disfruta con lo que hace y además las cosas le van bien. «El cine es importantísimo y una parte integrante de mi vida y de la de cualquier cineasta. Me llena muchísimo, pero no es toda mi vida». El único problema es que si en algún momento tuviera que abandonarlo se encontraría con la tesitura de que no sabe hacer otra cosa. «El cine es extremadamente absorbente. Es una droga inmensa que cuando te atrapa, no te deja escapar. Por un lado sientes ese placer, pero por otro también sientes una enorme desazón: quiero escapar de aquí». Él lo considera la pequeña tragedia del cineasta que se ha metido hasta el fondo.
En sus comienzos como guionista era muy visual, ahora en sus guiones prima más la estructura dramática. «Trabajo mucho, hago muchas escaletas y muchas estructuras. Aunque no soy un fanático de las estructuras cerradas ni los guiones trabajados porque eso está muy bien para un tipo de películas, pero para otras no. Hay películas grandiosas que el guión se ha hecho en cinco días porque es una manera mucho más visceral e intuitiva. No creo que el guión sea la panacea del cine, como dicen algunos. Siempre existen muchas posibilidades».
Lo que tiene muy claro es que nunca dirigiría una película, «no me considero capacitado, creo que un director tiene que tener una psicología especial, una capacidad tremenda para coordinar. Soy muy consciente de mis limitaciones, todo el mundo tiene que saber qué es lo adecuado para su carácter y sus posibilidades. A lo mejor dentro de diez años, hoy en día para nada».
Idealismo y dificultades
Según De Julián todo proyecto va acompañado de una parte pragmática y otra idealista. El idealismo de los cineastas de Salamanca y las dificultades que tuvieron existen hoy de otro modo, en una historia que se repite, que forma parte del mismo ciclo. «Hoy en día, se supone que no existen esas trabas, se supone que puedes hablar de todo. Lo que ocurre es que las censuras han cambiado, son mucho menos obvias. Está la censura económica, la censura de los lectores de guiones, censura de temas que no favorecen a la taquilla…». Todavía no existe una oposición a esta manera de hacer cine, pero para Óscar el cine social parece que empieza a fructificar en películas como El traje de Alberto Rodríguez o Barrio de Fernando León: «creo que va a surgir un cine atento a la realidad social porque en esta década no se puede hacer una historia donde todos seamos blancos occidentales; te das un paseo por Lavapies y te dices, qué estoy contando».
Su asignatura pendiente son las teleseries, pero cree que su carácter no es el más idóneo para ello. Hasta ahora siempre se ha dedicado a lo que le ha gustado, y espera poder continuar como hasta ahora. «Espero seguir viviendo de esto, no espero goyas, no espero oscars… quiero seguir haciendo películas».
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