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Entrevista a Philip Gröning, director de El gran silencio

El gran silencio (2005)

Entrevista a Philip Gröning, director de El gran silencio

Entrevista a Philip Gröning, director de El gran silencio, que ha sido recientemente premiado como Mejor Documental del año por los Premios de la Academia Europea de Cine. Este galardón se une a los ya obtenidos en los Premios del Cine Alemán (Mejor Documental) y el Festival de Sundance (Gran Premio del Jurado) entre otros.

Entrevista a Philip Gröning, director de El gran silencio: «Hay medios que dicen que soy agnóstico y no es cierto»

¿Por qué esta película? Quiero decir, toda película es personal y biográfica…


Cuando uno hace una película no piensa en los espectadores, cuando se hace una película se quiere hacer algo personal y esta película yo la quería hacer porque sentía que era un desafío, el mayor desafío como realizador hacer una película que trabaja con el tiempo en tal profundidad. Y luego además yo sentía que la idea de la vida de un monje era algo que despertaba mi curiosidad, siempre me fascinó el que hubiera gente que viviera eso. Creo que también soy una persona fascinada por las elecciones radicales, y la elección que ellos han hecho es totalmente radical: vivir así, en la soledad, en una sencillez increíble y yo, por ejemplo, vivo una vida llena de stress y de distracciones y, cuando tenía veinticinco años, ya sabía que es muy importante vivir sin esas distracciones y llevar una vida sencilla. Personalmente ahora vivo una vida muy sencilla, nunca he vivido en el lujo, eso no me interesa para nada.

¿Es usted católico?

Sí, es importante decirlo, hay medios que dicen que soy agnóstico y no es cierto.

Creo que es una clave importante para entender esta película, y ello me lleva a la segunda pregunta: cuando a usted le dijeron «es demasiado pronto” me pregunté “demasiado pronto” ¿para quién? ¿Para usted, para ellos (los monjes), para que el mundo recibiera este mensaje?

Sin duda alguna era demasiado pronto para todos. Sobre todo para mí, porque yo tenía veinticuatro años y no sabía hacer cine, bueno sí, acababa de hacer mi primer largometraje pero no sabía cómo hacer esto, habría sido un inmenso fracaso hacerlo con esa edad. Además, para ellos también era demasiado pronto. ¿Sabe? Para los monjes también hay generaciones, hay nuevas generaciones que entran en el monasterio, hay una nueva relación con los medios de comunicación. Y tiene usted razón, la película ha caído bien, cuando estuvo terminada llegó en un momento en el que el público ha estado muy receptivo, ha tenido un gran éxito en Italia, en Holanda, en Bélgica, en Alemania… hace veinte años la película no habría tenido este éxito.

Y sin embargo las claves de la película son más difíciles de entender hoy que hace veinte años…

No estoy de acuerdo que el público tenga ahora más dificultad para entender este tipo de película que antes. He hecho esta película a propósito, y es cierto que durante los dieciséis años de espera hubo un momento en que mi productor me dijo “vamos a hacerla en un monasterio budista” y yo dije “no, porque yo no soy budista, nunca lo he sido, hacer eso sería hacer turismo religioso”. Por supuesto que tengo conflictos con el catolicismo, como todo el mundo. Si no tienes conflictos con una religión eso significa que no es la tuya. Si puedes entrar en una religión y decir “ahora que tengo cuarenta años y quiero abrazar otra religión porque no recuerdo nada de la religión de mi juventud, eso significa que se está evitando enfrentarse con uno mismo.

Insisto, al espectador le cuesta entender lo que hacen los monjes…

No importa. La película no tiene que dar respuesta a todas las preguntas. Basta con que suscite el interés y la curiosidad del espectador.

Está claro que no busca el efectismo. Usted no busca unas caras de monjes conmovedoras, son gente normal. Se ve su alegría en el momento de recibir al novicio africano.

Sí, se ve la alegría.

Sí, sobre todo en los mayores, están radiantes. Y luego en las declaraciones finales del monje ciego, aquel de quien menos se esperaría. Esta alegría que debería ser la idea central, la alegría de estar con Dios y nada más, ¿cree usted que está conseguida, que era la única manera de mostrarla tal como ha quedado?

Yo no puedo hacer más de lo que puedo, como todo cineasta. Está claro que es el mundo de la alegría y creo que se ve claramente en el filme, y que hay muchos momentos muy luminosos. Pero también es cierto que en el monasterio se vive una vida muy austera y que carecen de muchas cosas que nosotros consideramos necesarias. Creo que basta hacer una estructura en la que cuando se ve claramente la alegría de los monjes, se transmite inmediatamente al espectador. Yo he visto en salas cómo los espectadores disfrutaban al ver a los monjes deslizarse por la nieve, y hay más, un momento en el que no hay más que unas peras sobre la mesa y la gente es feliz. Cuando se realiza un filme que es una experiencia hay momentos en los que el espectador es feliz también, y eso es lo que transmite la alegría de los monjes, más que ver a los monjes sonreír.

¿Cuánto tiempo estuvo en la cartuja? ¿Cuánto material filmó?

Estuve dos períodos, uno de cuatro meses y otro de dos meses, en dos años. Rodé unas 120 horas.

Hay dos texturas muy diferentes en la película. ¿A qué se debe?

Trabajé con dos cámaras, una de alta definición y una de super 8. Me encanta el super 8, lo utilicé de niño. Quería mostrar una textura diferente, una mirada diferente para algunos detalles. El problema es que ahora, contrariamente a lo que esperaba, no se reconoce esa textura.

No hay comentarios en off y en cambio sí hay rótulos, ¿por qué?

No puedes utilizar el lenguaje para describir un mundo que está por encima de él.

Esos rótulos me han hecho pensar inmediatamente en Jean-Luc Godard, ¿es posible?

Absolutamente. Jean-Luc Godard es un gran cineasta que me gusta mucho.

Se repite mucho la cita…

Hay dos citas esenciales que muestran las dos grandes ideas de la película: la renuncia absoluta, que se refleja en la cita “el que no renuncia a todo y me sigue no puede ser mi discípulo”, y la seducción por el amor de Dios, que se refleja en la cita “tú me sedujiste, Señor, y yo me he dejado seducir”.

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