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Entrevista a Antonio Alonso, director de «Malthus», cortometraje ganador de los VIII Villanueva Showing Film Awards

· «Debíamos desmarcarnos del resto por los aspectos visuales, la dirección
artística, el diseño de producción y los efectos especiales»

Malthus es una historia diferente. No responde al estereotipo del cortometraje español realizado por universitarios. Si me apuras, tampoco a la línea temática y formal del corto español en gene­ral…

Antonio Alonso/ Desde un principio queríamos que Malthus fuera un cortometraje distinto al prototipo de cortometrajes que se realizan en España con bajos recursos económicos. Éramos conscientes de la difi­cul­tad que acarreaba sacar adelante un proyecto tan ambicioso que incorporase una dirección de producción muy trabajada con tan poco dinero, por lo que a falta de recursos, de­cidimos dedicarle tres meses a la pre­producción y más de un mes a la postproducción para que saliera ade­lante. Nuestro objetivo siempre fue mostrar que se pueden realizar cor­tometrajes cercanos a las superproducciones y que siguieran una línea temática diferente a los proyectos realizados por las universidades y escuelas de cine en España.

Eres el director, pero parece evidente que un corto como Mal­thus debe mucho a un buen tra­ba­jo de producción… hay varias lo­calizaciones, secuencias rodadas en la nieve, acción y movimiento fotografiados con dinamismo e ingenio (incluso hay planos rea­lizados con un dron), efec­tos vi­suales. Caramba, no es fre­cuente…


A. A./ Cuando el equipo se reunió y empezamos el desglose de guion, co­menzamos a ser conscientes de que debíamos realizar un gran trabajo de producción y dirección artística: necesitábamos una estética im­pactante. El trabajo de localizaciones fue muy intenso y largo. Un mes por diferentes lugares. En la Sie­rra de Madrid, Rivas Vaciamadrid, Ar­ganda del Rey y Guadarrama.

Queríamos que el cortometraje tu­viera un gran dinamismo visual en los movimientos con dron y steadicam, para que el ritmo de la narración fuera intenso y poder contar la his­toria en solo cinco minutos. Por otra parte, el empleo de luz natural y los tonos fríos en la imagen hicieron el resto del trabajo.

Los efectos visuales fueron digi­ta­les y se realizaron durante un pro­ceso intensivo de cinco semanas. Nos habría gustado trabajar con efec­tos analógicos en set.

¿Nos puedes contar algo del pro­yecto? Cuándo y cómo nace la idea, tiempos y detalles de la pre­producción, la producción y la pos­producción.

A. A./ La idea nace cuando me reú­no con Óscar Gil (guionista y director de fotografía) en las Navidades de 2017 y decidimos presentar un cortometraje al festival Villanueva Showing Film Awards. Desde el prin­cipio creímos que la clave para po­der realizar un buen cortometraje y tener posibilidades de triunfar en el festival era desmarcarse del resto de cortometrajes mediante una his­to­ria distinta, una estética visual tra­bajada y una realización muy pre­cisa.

Cuando acabamos el guion, nos pu­simos manos a la obra con el proceso de preproducción, que fue el más largo y es ahí donde me pongo en contacto con Luis García, que se­ría el responsable de la dirección ar­tística del cortometraje. Entre los tres, comenzamos a realizar una bús­queda exhaustiva de referencias vi­suales y estéticas para el corto, du­rante un periodo de varias semanas. Luego localizamos.

Con las localizaciones y las claves estéticas afrontamos el desglose de atrezo y vestuario. Es ahí donde co­menzamos a invertir más dinero. Sa­bíamos que si queríamos lograr una estética cuidada y trabajada, de­bíamos realizar un esfuerzo económico. En paralelo, trabajábamos en la realización del storyboard, en el que en un principio nos salían más de cien planos a realizar, lo cual era inviable y hubo varias reducciones posteriormente.

Poco a poco íbamos cerrando a los demás miembros del equipo técnico y artístico, los cuales fueron muy competitivos en su puesto y eso permitió que los rodajes salieran ade­lante. A continuación, comenzamos el casting de actores, el cual no fue sencillo tampoco, porque la idea era encontrar a los intérpretes que más se acercasen a nivel físico e interpretativo a lo que el guion exi­gía.

En todo momento, sabiendo que no podíamos ofrecer dinero a cambio, jugamos con la ambición y la ilu­sión que el proyecto podía generar en los actores. Tras un casting de tres semanas, pudimos contar con cuatro maravillosos, que conformarían la familia de Malthus.

Y los malos, esos malos tan logrados, ¿de dónde salen?

A. A./ Sí, los antagonistas siempre son importantes. Tras una serie de contactos, dimos con un grupo de especialistas llamados Merovingios-Fuerzas de Élite, que habían tra­bajado en series como La casa de pa­pel o Vis a Vis. Tras leer el guion, y a pesar de que no podíamos pagarles, aceptaron la propuesta. Su participación aportó un plus de calidad en el corto.

Y a rodar…

A. A./ El rodaje se llevó a cabo en tres días distintos y fueron jornadas com­pletas muy intensivas y con un fuer­te temporal, que produjo algún re­traso en el funcionamiento del día a día. Rodamos en Rivas, Navacerrada y en una casa particular para la úl­tima escena.

Y una larga postpro…

A. A./ La postproducción fue un pro­ceso muy largo: había que condensar una historia pensada para un cortometraje de 10 minutos, en una pieza de 5, con todo lo que eso conlleva. El montaje tuvo que ser más dinámico de lo que lo teníamos pen­sado. Tenían que pasar muchas co­sas en muy poco tiempo y hubo que acortar secuencias y economizar planos. El principal problema que tuvimos en la realización de los efec­tos especiales era la tardanza de los renders, ya que algunos efectos tar­daban días enteros en cargarse.

El certamen al que se presentó Mal­thus pedía historias sobre la in­sensibilidad como nuestro peor ene­migo…

A. A./ Para ganar, eso parecía cla­ro, debíamos plasmar la idea de in­sensibilidad de la manera más original posible. Éramos conscientes de que habría cortometrajes muy com­petitivos, ya que a este festival se presentan los jóvenes más com­pe­titivos del país. La dificultad que entraña plasmar una idea tan abstracta en solo cinco minutos nos obli­gó a un braimstorming. Fi­nal­mente dimos con la idea de deshu­ma­nización y nos inventamos Mal­thus. Desde el primer momento, creí que debíamos desmarcarnos del resto por los aspectos visuales, la dirección artística, el diseño de pro­ducción y los efectos especiales. Creo que todo eso nos ayudó para lo­grar el primer premio del festival.

Es llamativo el desparpajo con el que hacéis cine de género. Hay re­ferencias apocalípticas, uso dra­mático de la teoría de la conspiración, presencia de la realidad vir­tual, un guion canónico con unos puntos de giro muy logrados, un cierre redondo…

A. A./ Queríamos plasmar la idea de insensibilidad de una manera dis­tinta. Sentíamos la necesidad de mos­trar los procesos de deshumanización implícita que se producen en nues­tra sociedad de una forma más ex­plícita. ¿Cómo serán los procesos de deshumanización en el futuro? ¿Có­mo será de insensible la sociedad en un futuro próximo? La impor­tan­cia de la realidad virtual, que ya es­tá muy presente en la vida cotidiana, nos atrajo. Las referencias apo­calípticas vienen determinadas por películas como The Road. Buscá­ba­mos un universo narrativo apocalíptico, pero realista. Era clave que el espectador se sumergiera en ese pequeño universo y que empatizara con esa madre e hija que huyen del mal sin tener escapatoria.

Con respecto al guion, creíamos que en cinco minutos de historia no po­díamos tener un guion exagerada­men­te elaborado y que quizás lo me­jor sería que tuviera una vuelta de tuerca en forma de clímax en la par­te final del cortometraje. Queríamos lograr sensación de intranquilidad en el espectador de forma con­tinua y constante, hasta llegar a ese clímax final en el que se resuelve la historia y todo cobra sentido. El final es un mensaje directo a la cabeza del espectador, que intenta que se haga ciertas preguntas.

Y después de Malthus

A. A./ Algunos miembros del equi­po de Malthus trabajamos en un cortometraje documental sobre Ig­na­cio Echeverría, que murió defendiendo a una mujer con su monopatín en los atentados de Londres. Es­tamos en pleno proceso de producción y es un proyecto que nos gus­taría presentar a certámenes de ci­ne clase A de diferentes países. Que­remos tenerlo listo después del ve­rano de 2018. Por otra parte, estamos en distintos departamentos de una serie producida por Netflix lla­mada Élite, que verá la luz en 2019.

Fotos: Luis García Payar, Sivan Cole

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