Albert Dupontel: «Hay esa mezcla permanente de drama, como en Verano asesino, y de placer de vivir, como en La fortuna de vivir«
¿Qué significaba para usted la obra cinematográfica de Jean Becker?
Albert Dupontel: Creo que todas sus películas tienen algo en común: una gran sensualidad. Se oye el soplo de la brisa, el zumbido de un insecto. También hay esa mezcla permanente de drama, como en Verano asesino, y de placer de vivir, como en La fortuna de vivir, esa mezcla de pesimismo y optimismo, de ingenuidad y de violencia. Un ensamblaje curioso presente en Dejad de quererme que, por si sola, representa un intenso resumen del trabajo de Jean.
¿Qué le motivó para querer encarnar a Antoine?
Albert Dupontel: El guión estaba muy bien escrito y la actitud del personaje me pareció coherente con lo que podría sentir si estuviera en su lugar. Me identifiqué inmediatamente con él. Es una gran ayuda, no cabe duda.
¿Le fue difícil meterse en la piel de este personaje enigmático?
Albert Dupontel: No más que en la de otros. Cada vez que interpreto un personaje, me abro totalmente. No hago preguntas, cada día me meto más dentro de él. No busco excusas ni intento justificar lo que hace Antoine, solo intento entenderle y quererle, haga lo que haga. Al enfrentarse a la mediocridad de la vida, al destino, Antoine se comporta como un héroe: decide seguir su propio camino. Es una actitud insolente, egoísta, loca, valiente y, sobre todo, elegante. Vuelve a ser el que era para vivir este momento tan especial de su existencia.
Ese hombre que lo manda todo al infierno por una razón muy concreta, que solo se descubre al final de la película, ¿podría ser usted?
Albert Dupontel: No sé si tendría tanto valor. Y, para serle sincero, preferiría no estar nunca en una situación semejante.
En algunas de las escenas en que Antoine no se muerde la lengua, da la impresión de que disfrutó interpretándolas, ¿fue así?
Albert Dupontel: Ni más ni menos que en otras escenas. Me identifico con la emoción de Antoine, pero eso no significa que piense como él. Me divertí tanto rodando su rebelión burguesa en la escena de la cena entre amigos como cuando filmamos el reencuentro con su padre.
Antoine denuncia la comodidad paralizante en la que vive con su mujer. Además del dinero, ¿qué hace girar el mundo?
Albert Dupontel: La vida carece de sentido. A cada uno le toca encontrar el sentido de la suya, pero para eso hace falta saber quiénes somos. En muchos casos somos el fruto de nuestra educación, del ambiente que nos rodea y del condicionamiento de nuestra época. En otras palabras, no nos conocemos, y más que dirigir nuestra vida, la padecemos. Darse cuenta de esto saca de quicio a Antoine. El dinero solo es un concepto inventado por el hombre, pero acaba por encarnar toda su angustia, todo su deseo. Los amigos de Antoine han alcanzado un buen nivel social y se consideran felices, cuando en realidad solo son unos estúpidos. No han recorrido el mismo camino que él.
Se ha colocado tres veces detrás de la cámara, con Bernie, Le créateur y Enfermés dehors. ¿Le costó limitarse a actuar en este rodaje?
Albert Dupontel: Al contrario, me alejo de mí cuando interpreto, y cuanto menos me veo, mejor. Pero ya he empezado a trabajar en mi próxima película, con la que estoy citado dentro de unos meses. Me da escalofríos pensarlo.
¿Qué escena es la que más recuerda de la película?
Albert Dupontel: Jean la quitó en el montaje. Antoine se baña en el mar, en Irlanda, y el agua está a diez grados. La repetimos tres veces, pero la quitó en el montaje. Eso sí que es un recuerdo.
Jean Becker suele repetir con los mismos actores. ¿Estaría dispuesto a participar en una nueva aventura?
Albert Dupontel: Mientras no sea en el papel de monitor de natación en un país del norte, cuando quiera…
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