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Entrevista con Andrzej Wajda, director de Katyn

Andrzej Wajda durante el rodaje de Katyn

Entrevista con el director polaco Andrzej Wajda, director de Katyn

Andrzej Wajda: «No quisiera que la película Katyn fuera mi búsqueda personal de la verdad. Lo que quiero es contar una historia sobre el sufrimiento y el drama de muchas familias».

Katyn es una película especial en mi larga carrera como director. Nunca pensé que viviría para ver la caída de la URSS, o que la libertad de Polonia me daría la oportunidad de retratar en la pantalla el crimen y la mentira de Katyn. Mientras que el crimen de Stalin privó de la vida a mi padre, mi madre fue tocada por las mentiras y la espera en vano de su regreso.

La creación del guión sobre Katyn llevó varios años. El largo y arduo proceso de búsqueda a través de enormes cantidades de recuerdos, diarios y otras reminiscencias, confirmaron mi determinación de basarme, para esta primera película sobre Katyn, en los hechos referidos en estos materiales. Y así es como llegamos a la escena en el puente, al comienzo de la película, al igual que la escena en que los soldados soviéticos rasgan la bandera polaca. La mayoría de los incidentes descritos en la pantalla realmente ocurrieron y fueron denunciados por testigos presenciales. Si bien es cierto que los detalles del crimen de Katyn se saben ahora, no podía omitir, en esta primera película sobre el evento, la imagen de la muerte, la muerte que terminó con veinte mil oficiales polacos. Ellos fueron asesinados, hecho que fue registrado en sus archivos personales. Esto es prueba de que la Unión Soviética no reconoció ni respetó ninguna norma internacional, ni siquiera con respecto a los prisioneros de guerra.


Todos los hombres que murieron lo hicieron como miembros de la “intelligentsia polaca”, lo que allanó el camino para el sometimiento de Polonia ante Stalin.

Un tema paralelo al crimen de Katyn es la mentira sobre Katyn y la postura oficial soviética de que los alemanes habían cometido el hecho en 1941, después de que invadieran territorio soviético durante la guerra. Esta mentira tuvo su mayor impacto en las esposas, madres e hijas de los oficiales asesinados. Estas mujeres fueron quienes, en su lucha por descubrir la verdad, experimentaron la mayor represión del nuevo gobierno después de 1945.

Por ello, durante años, Katyn ha sido un proceso abierto, una herida enconada en la historia de Polonia que pedía a gritos una película polaca para abordar este tema.

Tras muchos intentos y mucho pensar, estoy seguro que una película sobre Katyn no puede pretender revelar toda la verdad sobre este caso, ya que a día de hoy es tanto un hecho histórico como político.

Los hechos funcionan para el espectador actual a modo de contexto para comprender el destino humano y, a diferencia de los relatos de nuestra historia escritos en aquella época, actualmente conmueven al espectador que los ve en la pantalla grande.

Por este motivo veo mi película como la historia de una familia separada para siempre, sobre grandes ilusiones y la brutal verdad sobre el crimen de Katyn. En una palabra, es una película sobre los sufrimientos individuales, que evoca imágenes de alto contenido emocional, más que cualquier hecho histórico, por muy crudo que sea. Una película que muestra la terrible verdad tal y como es, cuyos protagonistas no son los oficiales asesinados sino las mujeres que esperan su regreso cada día, cada hora, sufriendo una incertidumbre inhumana. Leales y firmes, seguras de que con solo abrir la puerta de casa se encontrarán con el tan esperado hombre. La tragedia de Katyn afecta tanto a las personas que viven hoy en día como a aquellos que vivieron entonces.

Después de tantos años de la tragedia de Katyn, desde la exhumación alemana en 1943 y el posterior trabajo de investigación polaco en los años 90, e incluso a pesar de la divulgación parcial de los archivos, aún sabemos muy poco sobre qué aspecto tenía el crimen de Katyn en abril y mayo de 1940. No es de extrañar que durante años estuviéramos convencidos de que nuestro padre estaba vivo ya que el apellido Wajda figuraba en la lista de Katyn pero con el nombre de Karol. Mi madre, casi hasta el final de sus días, creyó que su marido regresaría. Mi padre, Jakub Wajda, había sido combatiente en la Gran Guerra, en la guerra polaco-soviética, en el levantamiento de Silesia y en la campaña de septiembre de 1939.

Sin embargo, no quisiera que la película Katyn fuera mi búsqueda personal de la verdad, ni una vigilia sobre la tumba del Capitán Jakub Wajda. Lo que quiero es contar una historia sobre el sufrimiento y el drama de muchas familias, sobre la mentira de Katyn que yace sobre la tumba de Stalin y que obligó a guardar silencio durante medio siglo a los aliados de la URSS Occidental en la guerra contra Hitler.

Sé que los jóvenes de las nuevas generaciones, muy despiertos y entusiastas, se están alejando de nuestro pasado. Ocupados en los asuntos mundanos olvidan nombres y fechas que, queramos o no, son las que nos hacen una nación con temores y recelos, saliendo a la superficie en cada oportunidad política. No hace mucho en un programa de televisión se le preguntó a una estudiante de secundaria con que asociaba el 17 de Septiembre y respondió que con una festividad religiosa. Tal vez, gracias a esta película, cuando a algún joven se le pregunte sobre Katyn, sea capaz de decir algo más que “ese es el nombre de una pequeña ciudad no muy lejos de Smolensk”.

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