Gladiator, de Ridley Scott
Joaquin Phoenix y Russell Crowe en Gladiator (2000)

Pierre Sorlin: «Es un error aplicar a historias remotas las pautas de comportamiento del presente»

El profesor Pierre Sorlin es jefe del Departamento de Medios Audiovisuales de la Universidad de Bolonia. Sorlin, antes profesor en Oxford, La Sorbona y Nueva York, es uno de los investigadores más cualificados sobre las relaciones cine-historia y sus implicaciones culturales, sociológicas y educativas. Es autor de libros de referencia obligada en este ámbito. Las obras de Sorlin [1], junto a las de Ferro [2] y Rosenstone [3], sobresalen por su rigor en la investigación académica sobre las relaciones entre cine e historia.

Alberto Fijo, profesor universitario de Historia del Cine y redactor de Fila Siete, y Fernando Gil-Delgado, historiador, profesor de Filología inglesa y escritor cinematográfico -con un libro a punto de ver la luz sobre Shakespeare en el cine-, han conversado con él, aprovechando su estancia en Madrid para asistir como ponente a las III Jornadas de Historia y Cine, organizadas por el Departamento de Historia de la Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense.

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– Alberto Fijo: En uno de sus libros, profesor, usted distingue, a la hora de abordar el cine histórico, entre producción, competencia y públicos. El cine histórico también forma parte de la industria del entretenimiento. ¿Ve posible la compatibilidad entre un cine histórico educativo, que a la vez sea un divertimento que llene el tiempo de ocio de la gente?

– Pierre Sorlin: En mi opinión se trata de dos campos diferentes y no veo la posibilidad, la forma, de utilizar un filme de ficción como Espartaco (1960), de Kubrick, para enseñar historia en un instituto o en la Universidad. ¿Por qué? Porque estas películas han sido realizadas pensando en un público muy amplio, así que es necesario incluir aspectos de la vida que no conocemos bien (que no están bien documentados). Si tomamos el ejemplo de Espartaco, en primer lugar, desde un punto de vista histórico, es completamente inexacto, lo que me parece no importa demasiado.

Además, hay una historia de amor inútil, y cuando digo inútil me refiero con un propósito o intención histórica. Entiendo perfectamente el porqué fue necesario tener una historia de amor en una película destinada a una audiencia muy amplia. Se trata de algo sobre lo que no sabemos gran cosa. Sabemos muy poco sobre la conducta sentimental de los romanos, y cuando vemos a dos actores actuando a mediados del siglo XX, enamorándose al modo como los actores interpretan esa situación en el siglo XX, no podemos decir que ese mismo fuera el comportamiento en la época del imperio romano. Y creo que es un error muy serio pensar que podemos aplicar a un tiempo tan remoto las normas y pautas de nuestro mundo moderno.

Así que, en mi opinión, es completamente inútil intentar utilizar una película de ficción para enseñar historia.

– Fernando Gil-Delgado: Querría insistir en la posibilidad de utilizar no una película entera, sino partes de una película, sabiendo que, aunque el contenido general no sea exacto, algunas escenas pueden resultar útiles para la enseñanza de la historia.

– Pierre Sorlin: Al inicio de Danton (Andrzej Wajda, 1982) está lloviendo y hay una fila de gente delante de una tienda. Considero que esos tres minutos dan una gran idea del ambiente de París bajo el terror. Así que estoy de acuerdo en que se pueden tomar fragmentos de películas y transmitir una información que es imposible de dar con palabras. Permítame que le dé algunos ejemplos más sobre este mismo tema. También hay una película británica muy interesante, Winstanley (K. Brownlow, 1975), que trata de un reformador protestante del siglo XVII. Es una historia romántica con un intento de construir el modo de vida de los campesinos en el siglo XVII. Aunque no es muy preciso, mejor esto que nada, mostrar algo sobre su vida en la Inglaterra de dicho siglo.

Así que creo que, básicamente, se pueden tomar fragmentos de películas, 4 ó 5 minutos, y utilizarlos del mismo modo que utilizamos textos.

– Alberto Fijo: Me pregunto si es deseable que los filmes históricos cuenten con asesores que sean profesionales de la Historia, expertos en el periodo histórico que trata una determinada producción. Lo que molesta es que en esas películas las costumbres, el modo de hablar, el modo de amar, el modo de vivir, es el del siglo XX. Ese es un gran problema, ¿cómo lo ve usted?

– Pierre Sorlin: Es un problema real. Tome el caso de La viuda de Saint-Pierre (P. Leconte, 2000), que es un filme interesante en mi opinión. Está claro que todo es nuevo, perfecto en la ficción de la época pero, en ese tiempo, a mediados del siglo XIX, la ropa estaba gastada. La gente no llevaba ropa nueva, todo era viejo, todo estaba sucio. Pero es imposible mostrar gente sucia con ropa sucia en una película destinada a un público muy amplio. No creo que eso tenga que ver con la historia. La película es excelente, de historia… tiene muy poco.

– Alberto Fijo: Usted es francés, y yo como español me considero un buen conocedor de la vida, del contexto histórico de Juana de Arco. ¿Cómo contempla un francés la película de Luc Besson sobre Juana (El mensajero: La historia de Juana de Arco, 1999)? Un filme de acción que ha costado millones de dólares, que podría haber sido una película maravillosa, y se me antoja como una burla no sólo hacia Juana, sino hacia Francia y su Historia. ¿Cuál es su visión al respecto?

– Pierre Sorlin: En París hay una calle llamada «Calle de Juana de Arco», y debajo, para explicar, porque es necesario explicar quién fue, se lee «Patrona segunda de Francia». Creo que es un ejemplo perfecto. Juana de Arco fue, valga la expresión, una invención de fines del siglo XIX. Hasta finales del XIX poca gente sabía quién fue. Pero la Iglesia, tras la derrota francesa frente a Prusia y la instauración de la República, quiso encontrar un nuevo modelo para la nación. Estaba ya el rey Luis IX, San Luis, y se le añadió a Santa Juana de Arco. Pero hasta esa época Juana de Arco no era nada popular. Ni siquiera en Rouen, y ella es de Rouen.

Hoy en día todavía son pocos los que la conocen. Así que no se trata de un héroe nacional. Si fuera Napoleón, tratarlo de esta manera habría sido un escándalo. En mi opinión, la película de Besson es una cinta absurda sobre violencia, que pone a una joven en medio de todo tipo de horrores, destrucción, chorros de sangre… y nada más.

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Notas

[1] Sorlin, Pierre. Cines europeos y sociedades europeas 1939-1990. Paidós. Barcelona. 1996.

[2] Ferro, Marc. Historia contemporánea y cine. Ariel. Barcelona. 1995.

[3] Rosenstone, Robert. El pasado en imágenes. Ariel. Barcelona. 1997.

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