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Entrevista con Eran Riklis, director de «El viaje del director de recursos humanos»

Eran Riklis, director de El viaje del director de recursos humanos

Entrevista con Eran Riklis: «Siempre busco el lado humano en los conflictos y en los enfrentamientos»

¿Cómo nació la idea de adaptar la novela El director de recursos humanos, de Abraham B. Yehosua, para la gran pantalla?

Eran Riklis/ Haim Mecklberg, el productor con el que trabajo, me propuso el proyecto porque pensó que encajaría bien conmigo. ¡Cuánta razón tenía!

Mi coguionista, Noah Stollman, y yo quisimos ser fieles al libro, pero sentirnos libres para ir en la dirección más conveniente por razones de narrativa y de realización. En mi opinión, la adaptación de una obra cinematográfica es una obra completa en sí misma, que ante todo debe funcionar de forma autónoma, sin necesidad de referirse a la novela. Pero eso no significa que no se respete el material original.


¿El viaje del director de recursos humanos denuncia el cinismo del mundo empresarial?

E. R./ No era ese el objetivo, aunque obviamente forma parte del proyecto. Me parece que la película no se refiere tanto al cinismo de la empresa, sino al cinismo y a la indiferencia que nos caracteriza a todos ante una persona extraña o cuando oímos hablar del sufrimiento de los demás. Para mí, el auténtico tema de la película es la búsqueda de nuestra humanidad y de cómo la vemos.

¿Por qué se decantó por una panadería?

E. R./ En la novela se habla de una panadería, y me pareció pertinente dado que el pan es un alimento básico, que tiene sus orígenes de la tierra, y que está presente en nuestra vida cotidiana. Desde el punto de vista religioso, el pan simboliza el cuerpo, lo que funciona en la película, sin ser una metáfora muy obvia.

El personaje del director de recursos humanos no asume sus responsabilidades familiares y profesionales. ¿Su viaje a Rumanía equivale a un periplo iniciático?

E. R./ Sí, porque ese viaje, esa misión, le permite descubrirse, o incluso redescubrirse. Es necesario que se reconcilie consigo mismo, con su familia y con su entorno antes de que sea tarde y se vea condenado a llevar una vida solitaria apiadándose de sí mismo.

Por lo tanto, debe distanciarse de su realidad más inmediata; todos lo hacemos en situaciones similares a esta: huimos de la rutina cotidiana, nos mentimos y reaprendemos a aceptar la verdad tal como es. Debe emprender un viaje en el espacio para realizar este viaje espiritual y convertirse en un hombre mejor.

Creo que en el fondo, el director de recursos humanos es un buen hombre con mucha sensibilidad.

Israel parece ser una «tierra prometida» para los inmigrantes, como la joven rumana que trabaja en la panadería. ¿Le parece importante recordar esta realidad desconocida por muchos?

E. R./ La condición de los inmigrantes es un problema recurrente en un país como Israel. Vienen para encontrar trabajo y sobrevivir. Tienen la sensación de llegar a Tierra Santa, pero a menudo solo se encuentran sufrimiento y tristeza. Esos inmigrantes son el punto de partida de la película.

Sí, esta mujer que muere en un atentado suicida influye sobremanera en los otros personajes.

E. R./ La película cuenta cómo se puede viajar con la muerte para redescubrir la vida. Yulia ha muerto, pero sus deseos, sus sueños persiguen a los que la conocían mucho o poco. Les permite realizar un viaje de descubrimiento de sí mismos.

Al final de la película, la madre de Yulia insiste en que su hija debe ser enterrada en Tierra Santa, ¿por qué?

E. R./ Tierra Santa, sobre todo Jerusalén, formaban parte del sueño de Yulia. Lo dejó todo para hacer realidad su sueño, con la esperanza de que su hijo se uniera a ella, e incluso su madre. Murió intentando conseguirlo. ¿Fue feliz en Jerusalén? El director de recursos humanos no lo sabe. Pero su madre cree que si vivió en Jerusalén y murió allí, su cuerpo debe reposar allí. Su hijo comparte esta opinión, y el director de recursos humanos, después de este largo periplo, está de acuerdo. En cierto modo, todos intentan que se cumpla el sueño de Yulia.

En sus películas opone universos muy dispares.

E. R./ Siempre busco el lado humano en los conflictos y en los enfrentamientos. Creo en la humanidad, aunque pienso que a menudo se esconde detrás de prejuicios, odio y ceguera. Pero estoy convencido de que está aquí.

La cónsul es un personaje extraordinario. ¿Cómo se le ocurrió?

E. R./ Aparece en la novela y escogí a una actriz espléndida, Rozina Kambos, para interpretarla (Premio Ophir a la Mejor Actriz de Reparto de la Academia de Cine Israelí). Es divertida, agresiva, un poco loca, obsesionada y absolutamente genial.

¿Por qué escogió a Mark Ivanir para el papel de director de recursos humanos?

E. R./ Le hice una prueba a Mark hace 19 años para Gmar gavi’a (Final de copa); me impresionó su trabajo, aunque al final no le di el papel. Cuando empecé a buscar actores para el personaje del director de recursos humanos, pensé en él, pero antes vi a otros actores. Cuando por fin vino a hacer una prueba, no me convenció.

Decidí pasar un día en Roma con él, y fue entonces cuando me di cuenta de que era el actor que buscaba. Me gusta la mezcla de culturas que hay en él: es muy israelí, a pesar de ser de origen ruso y de llevar diez años viviendo en Los Angeles. Tiene un estilo muy interesante en el que se mezclan tradiciones estadounidenses, israelíes y europeas.

¿Y las localizaciones?

E. R./ Me enamoré de Rumanía la primera vez que fui. Hemos rodado en la mayoría de los decorados naturales que vi esa primera vez. Es un país muy cinematográfico, tanto por los paisajes como por sus habitantes.

Sus dos películas anteriores abordaban de un modo u otro el conflicto palestino-israelí. ¿Hay algún nexo entre ellas y esta?

E. R./ Mis películas siempre hablan de la sociedad israelí bajo diferentes ángulos, el político, el social y el personal, por lo que todas tienen un nexo. Puede parecer que El viaje del director de recursos humanos sea menos comprometida políticamente hablando, pero en mi opinión, lo es tanto como La novia siria y Los limoneros. Hurga en la psicología israelí y estudia cómo ven los israelíes a los extranjeros, árabes u otros, y al mundo.

Es la primera vez que rueda en el extranjero, ¿qué le ha parecido?

E. R./ Hacía un frío terrible, rodamos en invierno. Pero he disfrutado con la experiencia. Me ha llenado de energía positiva conocer a tanta gente, ver paisajes y trabajar con un equipo nuevo.

Suele definirse como un «cineasta del mundo». ¿Sigue pensando lo mismo hoy en día?

E. R./ Soy israelí, pero pienso realmente que estoy al «servicio» del mundo entero. Me gusta la idea de poder llegar a espectadores en cualquier parte del mundo, que mis películas susciten emociones o hagan reír a personas de cualquier índole. Es lo que me empuja a seguir haciendo cine.

Fuente: Golem

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