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Entrevista a Hernán Zin, director de Nacido en Gaza

Hernán Zin, director de Nacido en Gaza

Hernán Zin: «Mi intención es dar un testimonio humano y de­jar en manos del espectador las conclusiones»

Residente del mundo, cronista de la cara más oscura de la Tierra, escuchador más que hablador –reconocida cualidad argentina-, Hernán Zin estrena Nacido en Gaza, el seguimiento físico y emocional de diez niños durante y después de la ofensiva israelí que asoló la franja entre julio y agosto de este año. Un documento vivo e íntimo sobre el hastío y la pérdida, que sorprende por su enfoque y su narrativa, y que ha sido preseleccionado para los Goya.

Acaba de recibir el premio de plata en el festival Sea­ttle Social Justice por su trabajo La guerra contra las mujeres, y en diciembre estrena La mara vida, reportaje realizado con Jon Sistiaga para Canal+, sobre la violencia de las bandas hondureñas. En cartera, un par de proyectos con TVE.

20 años recorriendo mundo, escribien­do y fil­man­do sobre las personas y los lugares más he­ri­dos de la Tierra, sobre todo mujeres y niños. ¿De dón­de le viene la pasión por contar estas reali­da­des?


Hernán Zin/ Soy politólogo de formación pero la vi­da ha sido muy generosa conmigo y tenía que devol­vér­selo, contando historias, que es lo que sé hacer, con la cámara, con el ordenador… En la guerra es don­de está el mayor sufrimiento humano, donde hay más historias que merece la pena contar.

¿Cómo se define Hernán Zin: reportero de guerra, cronista de la miseria?, ¿hay algo vocacional en ser portavoz de las víctimas de la guerra y la pobreza?

Hernán Zin/ No sé, yo soy… un narrador a pie de mundo. Todo es vocacional, desde luego. Esto no es un trabajo, es una forma de vida maravillosa, que me enriquece, que me da sentido. Fernando Savater decía que lo mío es un egoísmo inteligente. No hay nada de altruismo [ríe]. Simplemente, no sé vivir de otra manera.

Hay una cosa que llama la atención en sus reportajes: ¿cómo logra que las personas le dejen entrar hasta la intimidad de su hogar, de sus heridas físicas y psicológicas?

Hernán Zin/ No sé si hay un método. Sencillamente no digo nada, apenas hago preguntas, pongo mi cámara y escucho. Es cuestión de mirar a los ojos a la gente, que perciba tu energía, tus movimientos. Si quieren hablan, muy bien, y si no pasamos el rato callados, sin más. La gente que sufre un trauma tiene necesidad de expresarse.

Esta forma de trabajo es distinta a la del reportero. Procuro tratar a la gente con normalidad, sin sobreactuar, como alguien a quien conoces, no como gente especial por haber nacido en Gaza, por ejemplo. Yo también he estado jodido, enfermo en el culo del mundo y lo último que quieres es que se compadezcan de ti. Pues hoy te toca a ti y mañana, a mí.

La cámara, la tecla, son armas eficaces de paz? ¿Cómo ve el mundo actual desde su objetivo?

Hernán Zin/ Veo el mundo menos violento que hace veinte años. No lo parece, ¿verdad? Cada vez hay más ruido en la comunicación, mucho show y poco análisis, y hay que tener una visión inteligente. No todo es dramatismo. Las guerras están cada vez más localizadas, ya no se producen entre ejércitos, África está evolucionando muchísimo… Ahora me preocupa también otro tema: el desafío medioambiental. Cada vez que viajo veo una mayor destrucción de la naturaleza.

En cuanto a si sirve para la paz, sin duda. Lo que no se cuenta, no existe y por tanto no se cambia. Con mi trabajo he visto mejorar cosas, en temas de pederastia, de violencia. En Gaza parece que no cambia nada pero este documental está dando que hablar.

¿Cuál es el precio y la recompensa de la independencia del freelance?

Hernán Zin/ Hay un precio: dormir poco, la incertidumbre… ¡Pe­ro compensa totalmente! Puedes publicar en cual­quier medio nacional o internacional, no tienes lí­mites pa­ra que tu mensaje llegue donde quieras. Mi em­presa, Con­tramedia Films, no deja de crecer, afortunadamente.

Pero es que éste será el esquema de trabajo del futu­ro, ya lo está siendo. A veces algún periodista me dice: ¿por qué tengo que usar la cámara si soy redactor? Hay que hacer de todo. Yo estoy preparado para el cambio, lle­vo toda la vida haciéndolo. Hay que ser flexible, no rí­gido, si no, te ganan la partida. Adaptarse o morir.

¿Cómo es su proceso narrativo y fílmico? ¿Cuáles son sus referentes cinematográficos?

Hernán Zin/ Soy muy caótico, la verdad. Lo que menos me gus­ta es guionizar, editar… Soy más de terreno, de avión, de cámara. Pero pago ese peaje. En el estudio se trabaja con el equipo, y tengo la suerte de tener gran­des personas a mi alrededor. ¿Referentes? Quizá el neorrealismo italiano de los años 50, al que siempre vuel­vo.

¿Y en particular el de Nacido en Gaza?

Hernán Zin/ Yo había estado allí hace unos años y fruto de aquello experiencia escribí el libro Llueve sobre Gaza, en 2007. En este documental quería contar la guerra como no se había contado nunca. Habitualmente en los reportajes Gaza se ve de lejos, son cifras de muertos, imágenes de bombardeos muy movidas. Yo quería provocar la reflexión.

El trabajo de los productores consiste en permitir que el director haga realidad la imagen que tiene dentro. La película es 100% lo que había en mi cabeza. Y tengo que darle las gracias a Jon Sistiaga y a Bebe, mi mujer, que siempre me han ayudado; y a La Claqueta, que son sevillanos y gente estimulante y muy seria.

Esas fotografías tan bellas sobre la miseria y la de­vastación, playas con edificios paupérrimos, panorámicas de ciudades desoladas, la cámara lenta, la profundidad de campo… ¿Qué pretende con ese len­guaje poético?

Hernán Zin/ Parar el tiempo para llegar a la esencia más que a las bombas. El desafío está en ir a lo íntimo: el trau­ma por la pérdida, cómo te cambia la vida cuando te quedas sin casa, la angustia y el miedo de que ven­ga otra guerra. Una buena narración pasa por los deta­lles. Ahí está la innovación de Nacido en Gaza. Para con­tarlo necesitábamos arriesgar en fondo y en forma, usan­do tecnología: slow motion, dron, timelapse.

Con respecto al enfoque, hay dos cuestiones que sal­tan a la vista: la desvinculación política, es de­cir, la toma de partido por el lado humano de la tra­gedia; y la narración a través de la mirada de los niños.

Hernán Zin/ Mi intención es dar un testimonio humano y de­jar en manos del espectador las conclusiones. Aunque, si te fijas, nadie sale indemne, ni la ONU ni Israel ni Netanyahu, que algún día espero que sea juzgado por crímenes de guerra. Pretendo mostrar el hastío y la desesperanza de la gente. Allí las cosas siempre es­tán a punto de mejorar y no dejan de empeorar desde ha­ce 66 años.

Y los niños, las principales víctimas de los bombardeos, son muy conscientes de lo que pasa y de lo que les pasa. Tienen la memoria de los mayores, conocen el origen de sus abuelos, quieren volver a su tierra. Su ma­durez -el modo en que afrontan el sufrimiento, su ale­gría y sus ganas de vivir a pesar de todo- nos da una lección. Es muy interesante para poner en perspectiva la propia experiencia vital.

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